La tierra ruge y los rascacielos del distrito financiero de Los Ángeles se desmoronan, atrapando a miles de personas bajo sus escombros.
Un tsunami de proporciones bíblicas se adentra en la bahía de San Francisco, engullendo a su paso el icónico puente Golden Gate, antes de arrasar la ciudad californiana.
Estos son dos de los terroríficos escenarios que presenta «San Andrés», película protagonizada por Dwayne «la roca» Johnson que llega a los cines de Estados Unidos este viernes.
Su argumento gira en torno a las devastadoras consecuencias de un potente terremoto en la famosa falla que da nombre al filme y que lleva el caos y la destrucción de la costa oeste estadounidense.
Se trata de una premisa pensada para el disfrute de los amantes del cine de catástrofes, aunque cuando se habla de terremotos, la línea que separa realidad de ficción es demasiado delgada.
Tanto es así que tras el sismo ocurrido a fines de abril en Nepal, que causó la muerte de más de 8.000 personas, el estudio Warner Brothers decidió modificar la campaña de promoción de la película, incluyendo información sobre cómo proporcionar ayuda humanitaria a la nación asiática y sobre cómo prepararse para cuando la tierra tiembla.
La sección sur
La falla de San Andrés, que recorre California de norte a sur a lo largo de 1.300 kilómetros y que delimita la placa norteamericana de la placa del Pacífico, es una de las más estudiadas del planeta, ya que en su práctica totalidad se encuentra sobre la superficie terrestre.
Fue la causante del devastador terremoto de 7,8 grados que destruyó gran parte de San Francisco en 1906, provocando la muerte de más de 3.000 personas.
Aunque la extrema premisa de «San Andrés» tiene más de ciencia ficción que de escenario real, lo cierto es que el estreno de esta superproducción de Hollywood es un recordatorio de que, tarde o pronto, la falla volverá a quebrarse y los más de 38 millones de personas que viven en sus inmediaciones tienen que estar preparadas.
Un terremoto en la sección sur de la falla de San Andrés tendría un impacto directo en Los Ángeles, la segunda ciudad más poblada de EE.UU.
La que más preocupa a los científicos es la sección sur de la falla, en la que no se ha producido un sismo en cerca de 300 años, pese a que los registros geológicos indican que es la causante de un gran terremoto con una periodicidad de unos 150 años.
Los cálculos más conservadores apuntan a que, de producirse un temblor de magnitud 7,8 en la escala de Richter en esa sección -que tendría un impacto directo en Los Ángeles, la segunda ciudad más poblada de EE.UU.- cerca de 2.000 personas morirían y habría más de 50.000 heridos. Los daños materiales superarían los US$200.000 millones.
«La información con la que trabajamos los científicos indica que el extremo sur de la falla de San Andrés es en la que es más probable que se produzca un gran terremoto en los próximo 30 años», señala en conversación con BBC Mundo Jennifer Andrews, sismóloga del Instituto de Tecnología de California (Caltech).
Según explica Andrews, «la parte media de la falla se rompió hace unos 160 años y la parte norte en 1906, provocando el terremotos de San Francisco».
«La parte sur de la falla no se ha quebrado en cerca de tres siglos y sabemos que durante este tiempo la tensión se ha ido acumulando».
Un gran impacto
La experta del Caltech señala que «en el pasado los terremotos en California tuvieron un impacto limitado porque la densidad de población de ese territorio era muy baja».
«Hoy en día las cosas serían muy diferentes ya que en zonas como el sur de California viven millones de personas».
Un gran terremoto en el sur de California destruiría servicios básicos como el agua, la electricidad o el transporte.
«El impacto de un gran terremotos sería importante. Destruiría muchos edificios y provocaría la pérdida de servicios básicos como el agua, la electricidad o el transporte».
«En las últimas décadas se ha trabajado para hacer que una ciudad como Los Ángeles sea más segura para enfrentar un gran terremoto, pero hay muchas construcciones que se levantaron antes de los años 70, cuando se introdujeron nuevas regulaciones sísmicas».
Los científicos creen que un gran terremoto en la falla de San Andrés ocurrirá en los próximos 30 años.
Andrews señala además que en el sur de California hay más de 300 fallas y existe el temor de que un gran terremoto en la falla San Andrés haga que estas también se quiebren, provocando un daño todavía mayor.
La experta de Caltech cree que películas como «San Andrés» sirven para recordarle a los habitantes de la costa oeste de EE.UU. que se trata de un área de alta actividad sísmica, «por lo que deben prepararse para la inevitabilidad de un terremoto».
Los últimos grandes sismos que sacudieron California fueron el de Northridge (6,7 grados), en 1994, que dejó 57 muertos en el área de Los Ángeles, y el de Loma Prieta (6,9 grados), que se cobró la vida de 67 personas en San Francisco en 1989.
Este último hizo que en el norte de California se introdujeran nuevas regulaciones, obligando a que se reforzaran estructuras construidas con concreto, muchas de las cuales albergan escuelas y hospitales.
No fue hasta fines del año pasado que la alcaldía de Los Ángeles propuso una normativa similar, que conllevará la inversión de centenares de millones de dólares.
Sistema de alerta
Para los expertos ahora es fundamental que las autoridades se tomen en serio la puesta en marcha de un sistema de alerta temprana de terremotos.
Cada año los californianos participan en un simulacro de terremoto.
El sistema -que hace años ya se instaló con éxito en países como Japón y México y que en California se enfrenta a la falta de inversión pública- consiste en una red de sensores que permitirá detectar el inicio de un temblor hasta con 40 segundos de antelación, lo que ayudará a alertar a las autoridades y a la población.
«Desafortunadamente en este país muchas veces la voluntad de mejorar las cosas sólo llega después de que ocurra un desastre», le dijo a BBC Mundo Peggy Hellweg, responsable de operaciones del Laboratorio Sismológico de Berkeley, en el norte de California.
«Un sistema de alerta temprana sería muy útil. Se podrían detener los trenes para que no descarrilen y el tráfico de automóviles en los puentes. Se podría alertar a los hospitales. También ayudaría a que la gente se pudiera proteger, metiéndose debajo de un escritorio o, si hubiera tiempo suficiente, abandonando los edificios», señala la experta.
Según Hellweg, los sismólogos en California llevan a cabo sus investigaciones con pocos recursos y para que pudieran hacer bien su trabajo «se tendría que invertir mucho más dinero».
«Nuestros sistemas de alerta de terremotos deberían ser mejores. No tenemos sensores en todos los sitios en los que son necesarios. No tenemos una infraestructura robusta».
El devastador terremoto de 7,8 grados que destruyó gran parte de San Francisco en 1906, causó la muerte de más de 3.000 personas.
Hellweg cree que en California hay partes del sistema de prevención de sismos que están funcionando moderadamente bien y otras que no tanto.
«Los servicios de emergencia -la gente que responde a los desastres naturales como los bomberos o la policía- están relativamente bien preparados».
«Los que no están preparados son los ciudadanos y los negocios privados», señala la experta, quien atribuye este hecho a que hace tiempo que no ocurre un terremoto de importancia en California, «lo que ha vuelto a la gente complaciente».
Con toda seguridad, el estreno de «San Andrés» sera un recordatorio para los californianos de que a veces la realidad supera la ficción y el próximo «Big One» podría estar a la vuelta de la esquina.
Por qué el juego responsable debería ser una prioridad para todos los jugadores
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¿Por qué es tan importante el juego responsable para los jugadores?
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Todas estas herramientas ayudan a adoptar un enfoque consciente del juego y a prevenir la adicción. El mejor resultado se puede lograr mediante el uso combinado de restricciones. Una ventaja extra para el jugador es apostar en sitios con responsabilidad. Algunos casinos incluyen contactos de organizaciones que ayudan si hay señales de adicción. Eso demuestra compromiso y da apoyo real a quien lo necesite.
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¿Cómo desarrollar una actitud consciente hacia el juego?
El juego responsable comienza con la disciplina y la concienciación personal. En primer lugar, el jugador debe asociar el apostar en tragamonedas o en mesas de cartas como otra forma de ocio con cierto nivel de riesgo. No debe considerarlo como una forma de ganar dinero.
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