TORREÓN, 21 DE MAYO.- Hace 32 años, un domingo también por la noche, un jugador llamado Luis Antonio Ludueña anotó en la final en la que Talleres de Córdoba venció a Instituto en Argentina.
Su hijo, al que le apodan como él, El Hacha, pero en diminutivo, también lo supo hacer a los seis minutos cuando el partido estaba aún en ciernes y de esa forma inició el camino de Santos para conseguir su cuarto título en el futbol mexicano, tras doblegar al Monterrey 2-1 en una noche pletórica en La Comarca Lagunera.
Ludueña trae esos genes ganadores, los que no tiemblan en las finales y convierten a este tipo de futbolistas en pilares importantes. Se convenció de su valiosa capacidad para recomponer a su equipo cuando perdía el balón como hizo relucir más que nunca el don para desordenar al rival cuando atacó.
En la memoria de una final a sangre y fuego quedará también la estampa de Oribe Peralta, exhausto y con el tobillo hinchado antes de convertir el segundo tanto, el que acababa con el Monterrey de Víctor Manuel Vucetich, que perdió su primera final en 24 años de carrera.
Pero lo hizo como los árboles, con el dolor dentro, muriendo de pie, sin chistar una mueca de coraje. Le puso aplomo a su equipo, movió todas las fichas al inicio de la segunda parte y estranguló el área de Santos hasta conseguir el gol de Aldo de Nigris. Particularmente, los Rayados no tuvieron las noches magnánimas de otras ocasiones y apelaron al orgullo por encima de la razón.
Los minutos finales, compuestos por un tremendo asedio aéreo al arco de Oswaldo Sánchez, sirvieron para unificar a todo un pueblo hermanado por las desgracias de perder las últimas cuatro finales.
Abrió boca Daniel Ludueña.Como su padre lo hiciera en Talleres y como él mismo lo hiciera en el anterior estadio Corona, en 2008 ante Cruz Azul, en la última final que ganaron; era el encargado de destapar el elíxir de la victoria.
El encuentro pasó a ser un aguerrido campo de batalla, donde los jugadores tocaban más por intuición que por deseo, copados todos los espacios por una brillante actuación defensiva de los locales que empujaron cada vez más lejos a De Nigris y Suazo del área de Oswaldo y con unos defensores Rayados que estuvieron dispuestos al mano a mano.
Mucho oficio de jugadores como Aarón Galindo, Felipe Baloy o Marc Crosas para desasolvar las contingencias. Con el paso de los minutos fracturaban la actuación de Ángel Reyna, ayer inicialista y que desperdició oportunidades.
Vucetich tuvo que arremangarse y ordenó el ingreso de Neri Cardozo y César Delgado. Movió sus fichas antes de que el contrario tuviera tiempo de tapar sus llegadas y con eso produjo intensidad en el partido, sólo que la rapidéz en el despliegue ofensivo fue determinante. No alcanzaron a regresar los defensores y Oribe Peralta, antes de salir lesionado, convirtió el gol. Contra las cuerdas, impactados, los regios maldijeron su suerte. Cuando mejor jugaban tuvieron que remar contra corriente. Hicieron lo posible hasta convertir el juego en una oda al sacrificio.
La gente de La Comarca esperó ansiosa el silbatazo de Roberto García Orozco, quien tuvo un árbitraje en mayúsculas. Vucetich miró al suelo por vez primera en una final. Como sea, Santos es un campeón indiscutible, goleador con 12 tantos en esta liguilla.
El póquer que mató la ilusión de Rayados
Un póquer tuvo en la mano Benjamín Galindo en su última partida y lo jugó bien. Daniel Ludueña, Carlos Darwin Quintero, Oribe Peralta y Felipe Baloy fueron los jugadores en los cuales el estratega cimentó su éxito, su primer título en el banquillo y el cuarto para la institución de Santos Laguna. Gracias a ellos, en mayor parte, La Comarca Lagunera amaneció de fiesta.
Ludueña recuperó esas cualidades de crack que antaño maravillaban de manera constante. Cada acción de peligro de su equipo pasó por sus pies, fue el arquitecto en el ataque, el que le dio la pausa que tanto requirió su gente en los momentos más álgidos y el mago capaz de hacer ver como niños a destructores de gran calibre como José María Basanta, Luis Pérez, Jesús Zavala e Hiram Mier.
El naturalizado mexicano marcó el primer gol del partido ante Monterrey, dio un pase soberbio para que Peralta quedara solo frente al Jonathan Orozco en el segundo tanto y estuvo a centímetros de encumbrar su actuación con un tiro desde el medio campo que apenas pasó por arriba del travesaño. Fue el genio.
El colombiano Darwin, por su parte, siempre le dio a Galindo los espacios que requería, ese desahogo cuando los Rayados sofocaban su zona baja y el desgaste que hace flaquear hasta el mejor armado. Su velocidad, picardía y descaro hicieron que la parte baja del visitante sufriera una de sus peores noches en todo el Clausura, si no es que la más.
Peralta, en tanto, nunca dejó de ser ese elemento capaz de inquietar y de arrastrar marcas. Si bien en el ataque sólo tuvo la del gol, no se cansó de amilanar a la defensa regiomontana que debió dejar espacios abiertos en su intento de secarlo. Ludueña y Quintero aprovecharon esas fisuras.
Finalmente, Baloy se asumió como el jefe en la parte baja. Humberto Suazo, Aldo de Nigris y el demás arsenal resintieron la gran actuación del nacido en Panamá.
Gran carnaval en la Comarca Lagunera
Cuatro años y tres subcampeonatos debió esperar Santos Laguna para volver a tocar el cielo.
El talento de sus atacantes y el orden de su defensiva permitió que en el TSM Corona explotara la algarabía al finalizar el encuentro contra el Monterrey.
“Así se juegan las finales, cuatro veces peleando y la quinta (incluida la Concachampions) tenía que ser la vencida, gracias a Dios se nos dio. Nunca perdimos la esperanza de ser campeones”, dijo Darwin Quintero, delantero de los blanquiverdes.
Los números de Víctor Manuel Vucetich, 12 victorias en igual número de finales, aumentaban el nivel de dificultad para los blanquiverdes, quienes en los anteriores partidos por el título de liga habían quedado tirados en el césped lamentando la derrota frente al campeón.
“Ésta es la recompensa para toda a gente que creyó en nosotros, este título se lo regalamos a ellos”, dijo Oribe Peralta, delantero de Santos Laguna.
“Los subcampeonatos quedaron atrás, ahora somos los campeones”, dijo Daniel Ludueña, anotador del primer gol del juego de ayer.
A su vez, Benjamín Galindo, técnico de Santos, por fin logró salir con la cabeza en alto, recibir la medalla del campeón y cargar el trofeo que los acredita como el mejor equipo.
“Estoy contento por mi primer título. Ahora toca disfrutarlo con mi familia en especial y, sobre todo, con toda la afición de Santos.
“Ocho meses se dice rápido, pero han sido tres finales muy intensas. Hoy realmente nos tocó ganar con muchos méritos”, dijo Galindo, quien no dejó de reconocer la entrega que sus jugadores mostraron durante el juego.
Con el trofeo de campeón entre las manos, Oribe Peralta aceptó estar en el “momento más importante de mi carrera”, aunque, aclaró: “Aún me quedan muchos sueños por cumplir, pero acabé con uno de ellos”.
El defensa de los laguneros Felipe Baloy reconoció la labor de la directiva santista, la cual “le dio una continuidad al equipo y por eso ahora nos toca festejar”.
“Somos campeones gracias al esfuerzo que hicimos todo el torneo, vamos a celebrar”, finalizó Darwin Quintero.
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