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SAT rechaza devoluciones automáticas de contribuyentes por «falta de localización»

El Servicio de Administración Tributaria (SAT), rechazó las solicitudes de devolución automática de los contribuyentes por la “no localización” de las personas físicas, luego de que sospechara de ilegalidad en los procesos.

El 1 de abril el SAT habilitó la plataforma digital para que los contribuyentes realizaran su declaración anual 2020 de personas físicas.

Para aquellas personas físicas que realicen su declaración y obtengan un estado de saldo a favor del Impuesto Sobre la Renta (ISR), podrán solicitar la devolución automática de su dinero. Después de unos días que se presentó esta herramienta, ya existen solicitudes de devolución automática a espera de ser recibidas.

Sin embargo, se dio a conocer que algunas respuestas del SAT a esta devolución automática han sido rechazadas luego de que no se pudiera localizar a los contribuyentes-

A estas personas les ha llegado un correo electrónico que trae consigo la siguiente leyenda “Es necesario que verifique la situación de no localizado que guarda su domicilio fiscal registrado ante el SAT”.

A pesar de ello, el requisito de la localización de domicilio no está señalado como un excluyente para recibir el retorno del dinero por el pago del ISR en la declaración anual.

En consecuencia, la Fiscalía ha señalado que el rechazo de las solicitudes de devolución automática por la “no localización” de los contribuyentes, podría ser una señal de ilegalidad.

Para consultar el estado de tu devolución automática deberás ingresar al portal del SAT con tu e.firma. Deberás tener a la mano tu RFC, seleccionar el tipo de solicitud a consultar, el ejercicio a consultar, y el tipo de solicitud que requieres.

Para realizar la consulta de el estado de tu devolución automática tienes hasta 10 días hábiles posteriores a la fecha en la que realizaste tu Declaración Anual para Personas Físicas a través de la página de internet.

Agencias

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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