¿Qué le sucede a nuestro organismo si lo obligamos a consumir más líquido del necesario? ¿Es posible un envenenamiento por exceso de agua? Al parecer, sí, pero con matices. Del mismo modo que la deshidratación provoca serios daños a nuestro cuerpo, empezando por los riñones, los científicos advierten de que la sobrehidratación tampoco es recomendable.
En los últimos tiempos ha aumentado el número de personas que no se separan de su botella de agua ni para ir al baño, que visitan con más frecuencia que el común de los mortales. No se trata de deportistas o corredores que necesitan hidratarse más de lo normal, sino de ciudadanos sanos que van por la calle, el metro o el autobús bebiendo a chupitos de un recipiente, siguiendo un mito ya desmontado de que debemos beber entre los dos y los dos litros y medio de agua al día, en base a unas recomendaciones de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que, sin embargo, no solo se refieren a esta sustancia, sino a toda clase de bebida e incluso comida (como frutas y verduras). Aclarado esto, ¿en qué momento debemos parar la borrachera de agua?
El límite lo marca su sed
“El porcentaje de gente que bebe menos agua de la que debería todavía es mucho mayor que el de población que se excede, pero es curioso que en los últimos años observemos este fenómeno de personas que siguen ciertos hábitos de vida saludables y van a todas partes con su botella. Ni es cierto que consumir más agua de la recomendada ayude a adelgazar o mejorar la salud, ni hay unos litros de agua estrictos: todo depende de algo tan sencillo como la sed. El ser humano ha sobrevivido desde los primates hasta el siglo XXI gracias a la sed, porque bebíamos solo por necesidad. Ahora bebemos porque tenemos más acceso a la información y pensamos en número de vasos de agua al día”, señala el profesor Lluís Serra-Majem, director de la Cátedra Internacional de Estudios Avanzados en Hidratación (CIEAH) de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, y miembro del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBEROBN). Y añade: “Desde el punto de vista cardiocirculatorio o metabólico, beber más vasos de agua de los recomendados no debería suponer un problema grave porque el cuerpo lo filtra y elimina. No conozco patologías por sobrehidratación, salvo los casos graves de atletas y deportistas de élite que, si beben en exceso, mucho más de lo que el cuerpo puede asimilar, sí pueden sufrir fracaso cardiovascular”.
No cuente los vasos de agua
Un estudio de la Universidad de Monash (Australia) ha demostrado que el cerebro tiene un mecanismo de defensa que se activa cuando se detecta que está ingiriendo más líquido del necesario. La investigación australiana consistía en registrar, mediante resonancia magnética, la actividad cerebral y el esfuerzo que implicaba beber agua en dos situaciones: con sed, después de hacer ejercicio intenso, y sin sed, después de haber consumido previamente grandes cantidades de agua.
Las pruebas cerebrales observaron, en los casos del consumo excesivo, una hiperactividad prefrontal asociada a la inhibición del reflejo de deglución. Es decir, se producía la sensación de “cerrarse la garganta” y costaba hasta tres veces más esfuerzo tragar el líquido. El problema, no obstante, es que en ocasiones no atendemos a esta sensación de saciedad, y seguimos bebiendo porque pensamos que necesitamos cumplir más vasos de agua al día.
“Se ha dado caso de atletas de maratón a los que se les ha recomendado sobrehidratarse y han fallecido, en ciertas circunstancias, por beber agua muy por encima de sus necesidades. En el estudio, por primera vez, comprobamos el esfuerzo que hacemos cuando bebemos en exceso, lo que significa que tenemos que superar algún tipo de resistencia cerebral”, describe Michael Farrell, coordinador de la investigación.
Los casos extremos
Los primeros casos de deportistas fallecidos por sobrehidratación se empezaron a detectar en los años 80, en competiciones de larga duración, que implicaban un reajuste de hidratación durante varias horas. Es la llamada ‘hiponatremia asociada al ejercicio’ (EAH, por sus siglas en inglés). La sobrehidratación, en estos casos, produce un desequilibrio hidroelectrolítico y un aumento de la presión intracraneal, cefaleas, náuseas, vómitos, agitación, confusión mental, y podría llegar a provocar convulsiones, coma y muerte, como le ocurrió a la atleta Cynthia Lucero en el Maratón de Boston de 2002. Si se detecta a tiempo, se puede corregir administrando una solución salina hasta que se recupere el equilibrio.
Investigadores de la Universidad de Oakland (EE UU) acaban de publicar una revisión actualizada sobre la incidencia del EAH, su patología y tratamiento, a partir de la revisión de literatura científica sobre el tema. En este estudio señalan un dato inquietante: si en los años 80 los casos de hiponatremia afectaban más a atletas de élite en triatlón, ironman, escalada extrema o ultramaratón, últimamente se ha observado un aumento de la incidencia de EAH en maratones y carreras populares, deportes de equipo, entrenamientos militares americanos e incluso clases de yoga. Aquí es cuando lo de beber agua masivamente se nos ha ido de las manos.
“Hasta el momento, en España solo hemos observado riesgo de hiponatremia en pruebas largas, de más de cuatro horas, y bajo ciertas condiciones climáticas, como pueden ser las competiciones Transvulcania o Transgrancanaria. Pero no debería suponer un riesgo para la salud si los atletas lo van controlando y consumiendo suficiente sodio durante el recorrido”, resume José Antonio López Calbet, profesor de Fisiología del Ejercicio en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, especializado en Medicina Deportiva. Y añade: “Mi recomendación es beber cuando tengamos sed, ni por encima ni por debajo. Y si nos planteamos competir en este tipo de pruebas, deberíamos entrenar con profesionales que nos enseñen a regular los niveles de sodio y a medir nuestra propia hidratación en marcha. No basta con leer información en Internet sobre cuánta agua debemos beber. Cada cuerpo es un mundo, y en estos casos, el asesoramiento profesional es imprescindible porque está en juego la salud”.
El País