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México

Solo y con menos poder- AMLO

Si hay un consenso en torno a la figura de López Obrador es que se trata del Presidente mexicano más poderoso que hemos tenido en décadas. Lo dicen tirios y troyanos. Y es cierto. Este mandatario llegó a Palacio Nacional tras conseguir 53% de los votos en una elección democrática y se dedicó a acumular poder en el Ejecutivo federal.

Pero la política es implacable y, como dije en este espacio después de la elección intermedia de 2021, AMLO estaba entrando en la parte menguante del sexenio donde todos los presidentes, por más fuertes que sean, van perdiendo poder por la misma lógica del tiempo. Así es el ciclo sexenal.

El debilitamiento comenzó el seis de junio de 2021 con las elecciones intermedias. A su partido, Morena, le fue bien tomando en cuenta los pobres resultados del Gobierno. Pero perdieron la mayoría calificada en la Cámara de Diputados para reformar la Constitución. Esto explica por qué la oposición derrotó al Presidente en el intento de enmendar la Carta Magna en materia eléctrica. Ahora, como no tiene los votos, AMLO pretende integrar a la Guardia Nacional a la Sedena modificando leyes secundarias aunque éstas contradigan a la Constitución.

Pero, además, en la segunda mitad del sexenio está el siempre espinoso problema de la sucesión presidencial.

Extrañamente fue el propio AMLO quien dio el banderazo anticipado para comenzar este proceso después de las elecciones intermedias. Esto ha contaminado toda la política al grado tal que la elección del presidente del Senado, la semana pasada, estuvo marcada por los pleitos internos de Morena entre los distintos grupos que apoyan a los posibles candidatos presidenciales de este partido. Así, el senador al que López Obrador le había prometido que presidiría este órgano legislativo, Higinio Martínez, fue vencido por Alejandro Armenta, un cuadro más cercano al líder morenista en la Cámara Alta, Ricardo Monreal.

No es un dato menor: Los senadores de Morena no siguieron la instrucción de AMLO. Además salió avante el que quería Monreal, personaje que detesta el Presidente. Quiero suponer que no han de estar contentos en Palacio Nacional con dicho desenlace. La imagen habla por sí sola: La de un Presidente que va perdiendo poder: Ya no puede disciplinar ni siquiera a los de su propio partido.

AMLO sigue teniendo una tasa de popularidad alta. 61% de los mexicanos aprueba la manera como está gobernando al País. Esto, sin duda, lo favorece. Nadie quiere pelearse públicamente con él. Además, todo indica que la Suprema Corte mantendrá la figura de la prisión preventiva oficiosa, una palanca muy poderosa de AMLO para amenazar a los que no quieran hacer algo que para él es importante. Ni qué decir de la continuidad de su genio comunicativo con la gran capacidad de controlar la agenda pública.

No es, en este sentido, un Presidente como Peña quien se caracterizó por una extrema debilidad durante la segunda mitad de su sexenio. AMLO mantiene palancas importantes de poder. Pero, por la misma lógica de los tiempos sexenales, se está debilitando.

Y es en estos momentos en que un Presidente requiere de eficaces operadores políticos. Gente de mucha confianza que le saque los fierros de la lumbre. Personas con la tarea de disciplinar a los altos funcionarios del Ejecutivo, gestionar a las Fuerzas Armadas y evitar pleitos dentro de su partido. Que le consigan los votos en el Congreso y en la Suprema Corte, atiendan a los gobernadores, hablen con los presidentes de los órganos autónomos del Estado, canalicen las demandas de los diversos grupos de interés (empresarios, sindicatos, organizaciones campesinas, etcétera), den certidumbre a los operadores de los mercados y solucionen conflictos internacionales, sobre todo con el vecino del Norte.

No todo se trata, como piensa AMLO, de la sucesión presidencial. Hay que darle gobernabilidad a un país tan complejo como México. No todo lo puede hacer el Presidente. Necesita brazos que le operen.

En este sentido, veo muy solo al Presidente. Su secretario de Gobernación ha fracasado en llevar a cabo esta intrincada labor al haber sido destapado como una posible “corcholata” en la carrera presidencial. Adán Augusto López -como Sheinbaum, Ebrard y Monreal- está en campaña. Es imposible ser juez y parte cuando está jugando en la sucesión.

El todopoderoso tiene cada vez menos poder. Resulta preocupante la falta de operadores políticos que lo ayuden a transitar por esta fase donde inexorablemente irá perdiendo más. La soledad no es sana para un Presidente. Sólo hay que echarle una miradita al pasado para darse cuenta de lo mal que podría terminar.

Leo Zuckermann es analista político / periodista y conductor de un programa de opinión en televisión.

México

Hugo Aguilar Ortiz, abogado mixteco, a un paso de presidir la Suprema Corte

En una contienda que parecía tener una ganadora evidente, un giro sacudió al Poder Judicial mexicano. Hugo Aguilar Ortiz, abogado de origen mixteco y defensor de los derechos indígenas, ha tomado la delantera en la elección para presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), dejando atrás a candidatas favoritas como Lenia Batres y Yasmín Esquivel. Con el 86% de las actas contabilizadas, Aguilar se posiciona como el virtual presidente del máximo tribunal del país.

El nombre de Aguilar Ortiz no figuraba entre los favoritos para presidir la SCJN, pero con los resultados parciales del Instituto Nacional Electoral (INE), el jurista originario de Oaxaca encabeza la elección con 4.9 millones de votos, el equivalente al 5.2% del total. Lenia Batres, quien parecía perfilarse como la próxima presidenta del tribunal, quedó en segundo lugar con el 4.9%, apenas 240 mil votos por debajo.

Este resultado preliminar ha marcado un hito, no solo por lo sorpresivo, sino por lo que representa Aguilar: un abogado indígena, hablante del Tu´un Savi (la lengua mixteca), que ha dedicado más de tres décadas a defender los derechos y territorios de comunidades originarias.

Captura de pantalla.
Captura de pantalla. Aguilar Ortiz encabeza la elección.

De las asambleas comunitarias a las urnas

Aguilar se ha forjado como defensor de los pueblos indígenas desde los márgenes institucionales. Su trabajo lo ha llevado a representar legalmente a más de veinte comunidades en disputas territoriales, procesos de conciliación y defensa de derechos colectivos. Hoy, funge como coordinador general de Derechos Indígenas en el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), pero su activismo viene desde los años noventa.

Uno de sus momentos más representativos fue su participación como asesor legal del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) durante las negociaciones de paz en San Andrés Larraízar, en 1996. Una experiencia que lo consolidó como un jurista con vasto conocimiento en sistemas normativos indígenas y derecho constitucional.

Un perfil fuera de lo convencional

Nacido en la región mixteca de Oaxaca, Aguilar estudió la licenciatura y la maestría en Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. En la boleta electoral apareció en el lugar 34 de un total de 64 candidaturas para ministros de la Corte, lo cual hacía poco previsible su ascenso al liderazgo de la votación.

Sin embargo, su mensaje ha sido claro y directo, en lugar de concentrarse en los tribunales y despachos, recorrió comunidades rurales, donde fue recibido como uno de los suyos. Según sus propias palabras, durante estas visitas le pidieron que no se convirtiera en «otro funcionario más», y por eso ha declarado que no usará toga si llega a presidir la Suprema Corte.

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