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Son ya 880 casos confirmados de COVID-19 y 159 fallecimientos en el estado

Al cierre del informe epidemiológico de la Secretaría de Salud con corte a las 19:00 horas del día 12, se tienen en Chihuahua 880 casos confirmados de COVID-19, son 62 los recuperados, han sido descartados mil 468, 508 sospechosos y suman 159 fallecimientos.

Dicho informe difundido en Reporte COVID-19 Conferencia Informativa #90, señala que subió en 21 los confirmados, en tres los recuperados, 39 salieron negativos, varía en 36 los sospechosos y se confirmaron cinco defunciones. Se tienen 432 casos activos de los últimos 14 días (30 abril al 12 mayo).

De los confirmados, 553 pertenecen a Ciudad Juárez, 255 a la ciudad de Chihuahua, 6 a Bachíniva, 9 a Cuauhtémoc, 1 a Ojinaga, 2 a Namiquipa, 3 a Meoqui, 1 a Julimes, 1 a Camargo, 1 a Saucillo, 4 a Ahumada, 2 a Guadalupe, 4 a Guachochi, 10 a Delicias, 1 a Ascensión, 1 a Guerrero, 1 a Bocoyna, 1 a Madera, 8 a Parral, 2 a Buenaventura, 1 a Temósachi, 1 a Galeana, 1 a Guadalupe y Calvo, 3 a Nuevo Casas Grandes, 2 a Rosales, 3 a Jiménez, 1 a Aldama, 1 a Santa Bárbara y 1 a Ignacio Zaragoza. El 57% son del sexo masculino y 43% del femenino.

El número de personas fallecidas, 128 corresponden a Ciudad Juárez, 24 a la ciudad de Chihuahua, 1 a Cuauhtémoc, 2 a Guadalupe, 1 a Ascensión, 1 a Camargo, 1 a Rosales y 1 a Bachíniva, de acuerdo al lugar de residencia del paciente.

De los pacientes fallecidos 33 estaban en el rango de edad de 25 a 44 años, 83 en el de 45 a 64 años, 13 en el de 65 a 69, 16 en el de 70 a 74, 7 en el de 75ª 79 años de edad, 5 en el de 80 a 84, 2 en el de mayores de 90 años. Se hicieron los siguientes ajustes: en -1 en el de 45 a 64 años y -1 en 75 a 79 y el caso de una persona recuperada que cambió de Juárez a Delicias.

Los porcentajes presentados de comorbilidad son: 27% diabetes, 31% hipertensión, 18% obesidad, 4% asma, 5% enfermedad cardiaca, 4% insuficiencia renal, 3% tabaquismo, 3% inmunosupresión, 0.3% VIH/SIDA, 1% EPOC y 4% Otra. La proporción por género en fallecidos es 34% mujeres y 66% hombres.

En cuanto a los pacientes, el 26.36% (232 casos) se encuentra hospitalizado; el 48.52% (427 casos) mantiene un tratamiento ambulatorio, mientras que el 7.05% (62 casos) registró alta sanitaria. 83 se encuentran estables, 139 en condición grave y 10 en condición grave intubado.

El informe indica que 159 de los hospitalizados están en Ciudad Juárez, 58 en Chihuahua, 1 en Bachíniva, 2 en Ahumada, 1 en Bocoyna, 2 en Buenaventura, 1 en Meoqui, 1 en Guadalupe y Calvo, 1 en Galeana, 1 en Rosales, 1 en Cuauhtémoc, 1 en Parral, 1 en Jiménez, 1 en Ignacio Zaragoza y 1 en Delicias.

Opinión

León. Por Raúl Saucedo

La estrategia de la supervivencia

El pontificado de León XIII se desplegó en un tablero político europeo en ebullición. La unificación italiana, que culminó con la pérdida de los Estados Pontificios, dejó una herida abierta.

Lejos de replegarse, León XIII orquestó una diplomacia sutil y multifacética. Buscó alianzas —incluso improbables— para defender los intereses de la Iglesia. Su acercamiento a la Alemania de Bismarck, por ejemplo, fue un movimiento pragmático para contrarrestar la influencia de la Tercera República Francesa, percibida como hostil.

Rerum Novarum no fue solo un documento social, sino una intervención política estratégica. Al ofrecer una alternativa al socialismo marxista y al liberalismo salvaje, León XIII buscó ganar influencia entre la creciente clase obrera, producto de la Revolución Industrial. La Iglesia se posicionó como mediadora, un actor crucial en la resolución de la “cuestión social”. Su llamado a la justicia y la equidad resonó más allá de los círculos católicos, influyendo en la legislación laboral de varios países.

León XIII comprendió el poder de la prensa y de la opinión pública. Fomentó la creación de periódicos y revistas católicas, con el objetivo de influir en el debate público. Su apertura a la investigación histórica, al permitir el acceso a los archivos vaticanos, también fue un movimiento político, orientado a proyectar una imagen de la Iglesia como defensora de la verdad y del conocimiento.

Ahora, trasladémonos al siglo XXI. Un nuevo papa —León XIV— se enfrentaría a un panorama político global fragmentado y polarizado. La crisis de la democracia liberal, el auge de los populismos y el resurgimiento de los nacionalismos plantean desafíos inéditos.

El Vaticano, como actor global en un mundo multipolar, debería —bajo el liderazgo de León XIV— navegar las relaciones con potencias emergentes como China e India, sin descuidar el diálogo con Estados Unidos y Europa. La diplomacia vaticana podría desempeñar un papel crucial en la mediación de conflictos regionales, como la situación en Ucrania o las tensiones en Medio Oriente.

La nueva “cuestión social”: la desigualdad económica, exacerbada por la globalización y la automatización, exige una respuesta política. Un León XIV podría abogar por un nuevo pacto social que garantice derechos laborales, acceso a la educación y a la salud, y una distribución más justa de la riqueza. Su voz podría influir en el debate sobre la renta básica universal, la tributación de las grandes corporaciones y la regulación de la economía digital.

La ética en la era digital: la desinformación, la manipulación algorítmica y la vigilancia masiva representan serias amenazas para la democracia y los derechos humanos. León XIV podría liderar un debate global sobre la ética de la inteligencia artificial, la protección de la privacidad y el uso responsable de las redes sociales. Podría abogar por una gobernanza democrática de la tecnología, que priorice el bien común sobre los intereses privados.

El futuro de la Unión Europea: con la disminución de la fe en Europa, el papel del Vaticano se vuelve más complejo en la política continental. León XIV podría ser un actor clave en la promoción de los valores fundacionales de la Unión, y contribuir a dar forma a un futuro donde la fe y la razón trabajen juntas.

Un León XIV, por lo tanto, necesitaría ser un estratega político astuto, un líder moral visionario y un comunicador eficaz. Su misión sería conducir a la Iglesia —y al mundo— a través de un período de profunda incertidumbre, defendiendo la dignidad humana, la justicia social y la paz global.

Para algunos, el nombramiento de un nuevo papa puede significar la renovación de su fe; para otros, un evento geopolítico que suma un nuevo actor a la mesa de este mundo surrealista.

@Raul_Saucedo

[email protected]

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