Conecta con nosotros

Slider Principal

¿Te dio Covid-19 y quieres saber cuánto esperar para vacunarte?

Las personas que recién desarrollaron la enfermedad de COVID-19 deben esperar únicamente a que desaparezcan los síntomas para aplicarse cualquiera de las tres dosis en su esquema de vacunación, señaló Samuel Ponce de León, titular de la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia Coronavirus de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A través de la Gaceta de la UNAM, explicó que la vacunación debe aplicarse cuando sea posible, ya que no existe “un lapso rígido que se deba cumplir”, y que “no es de utilidad” esperar lapsos de 30, 60 o 90 días entre el contagio y la inoculación.

“Si ya desaparecieron los síntomas de COVID, en ese momento ya pueden recibir su segunda dosis, esquema inicial o refuerzo. Y sí, se deben vacunar con algún refuerzo porque esto mejorará su sistema inmunológico”, argumentó Samuel Ponce en un video.

Expuso que la eficacia de la vacunación puede beneficiar más al sistema inmunológico que el haberse recuperado recientemente.

Señaló que las personas que no tienen vacuna aplicada o su esquema incompleto corren mayor riesgo de tener más síntomas al contraer el virus que genera el COVID-19, incluso de una mayor gravedad o pueden necesitar de atención en hospitales.

“La interacción entre el virus con la especie generará una inmunidad en general que establecerá un nivel de contagios estable, lo que conocemos como un patrón endémico”, argumentó respecto a su perspectiva del comportamiento de la pandemia.

Eduardo Clark, director general de Gobierno Digital de la Ciudad de México, ha señalado que entre el 60 y el 70 por ciento de las personas que han requerido hospitalización por complicaciones de COVID-19 no están vacunadas.

Señaló que se prevé una gran cantidad de nuevos casos, incluso que se podría contagiar hasta el 50 por ciento de la población, por lo que recomienda evitar reuniones.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

Continuar Leyendo
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Más visto