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Opinión

¡Te hackearon humano! Por Javier Contreras Orozco

“La inteligencia artificial, obituario del homo sapiens”

Yuval Noah Harari

“La expresión de que la inteligencia artificial ha pirateado el sistema operativo de la civilización humana está para alarmarnos y aunque la expresión puede resultar graciosa, es totalmente factible”

Debemos de empezar por una premisa que aunque no fluye en la mayoría de las personas por el encanto y sorpresa que nos genera la inteligencia artificial  que cada día irá supliendo a la inteligencia humana, los problemas principales que nos amenazan no tan solo es el riesgo de un desastre en la naturaleza, el calentamiento global con todos los fenómenos de cambios radicales del clima, sino las tecnologías llamadas disruptivas, que como su nombre lo dice han rasgado e incursionado de manera abrupta promoviendo la inteligencia artificial así como la biotecnología.

¿Qué pasaría cuando una inteligencia no humana fuera mejor que el ser humano medio para contar historias, componer melodías, dibujar imágenes y redactar leyes y escrituras?, se pregunta el historiador Yuval Noah Harari, autor de los libros Homo Deus y Sapiens, de animales a dioses, entre otros.

Y el libro Homo Deus  plantea que cuando la tecnología nos permita remodelar la mente humana, el homo sapiens desaparecerá, llegará la historia humana a su fin y se iniciará un tipo de proceso completamente nuevo, que ya no nos podemos imaginar.

Varios líderes de diferentes áreas de diferentes partes del mundo están lanzando un alerta a los riesgos que nos puede conducir la inteligencia artificial. Para variar, este término de moda está provocando reacciones a favor y en contra. Unos por la utilidad que puede representar y otros por el peligro de sustituir la inteligencia humana por una de robot.

La expresión de que la inteligencia artificial ha pirateado el sistema operativo de la civilización humana está para alarmarnos y aunque la expresión puede resultar graciosa, es totalmente factible.

Si hace años, los mecanismos de inteligencia artificial no pudieron avanzar más de prisa, fue porque no se contaba con plataformas de uso popular y abiertas como las redes sociales. Los intentos de robotizar la vida y acciones humanas solo prosperaban a un nivel muy reducido o experimental de laboratorio o de investigaciones científicas. Las redes sociales han abierto las puertas a muchas aplicaciones y son ventanas para adentrarnos o penetrarnos, según el caso.

Desde hace años, la ambición por manipular la naturaleza humana ya era advertida por varios analistas como Francis Fukuyama  quien veía venir la ingeniería genética como un esfuerzo por prolongar la vida, la ampliación de los conocimientos sobre el cerebro asi como las fuentes de la conducta humana y la neurofarmacología y la manipulación de las emociones y de la conducta.

Y a la conclusión a que llegaba era que estamos a punto de entrar en un futuro posthumano, en el que la tecnología nos dotará de la capacidad de alterar gradualmente esa esencia con el tiempo. “Muchos abrazan ese poder, bajo el estandarte de la libertad humana, desean maximizar la libertad de los padres para elegir la clase de hijos que tendrán, la libertad de los científicos para investigar y la libertad de los empresarios para utilizar la tecnología con el fin de generar riqueza”.

Apenas han pasado 75 años de un Holocausto silenciado, cuando los científicos desarrollaron la tecnología de ese tiempo para fabricar las primeras bombas atómicas, una de uranio y otra de plutonio, para “experimentar” en aniquilar poblaciones civiles en Hiroshima y Nagasaki, en 1945, y asi arrasar todo signo de vida humana, animal y vegetal a varios kilómetros a la redonda y por generaciones posteriores.

Si bien, nos suena muy común el término de celular, pero realmente son teléfonos inteligentes que ofrecen privacidad, acceso a internet, uso del GPS, correo electrónico, se puede estar en contacto con cualquier persona en cualquier parte del mundo y un sinnúmero de aplicaciones y plataformas de redes sociales, aunque por otro lado generan un gran adicción que se ha convertido en una nueva epidemia global, provocan el aislamiento social que lleva a la soledad e individualismo, son negocio de la distracción que dispara la postergación de otras actividades.

Luego el francés Eric Sadin  se preguntaba “¿no piensan que, más que haber sido invadidos por la extraña ambición de edificar esa inteligencia artificial habrán debido concebir una inteligencia extraterrestre o subacuática, por ejemplo?

Su preocupación se centra en que nos exponemos a un debilitamiento de las capacidades mentales, a un empobrecimiento de las facultades sensibles y a una pereza general por culpa de los dispositivos electrónicos, como los celulares que tanto poder y prerrogativas les damos. De esa manera, considera que la inteligencia artificial no representa solamente una tecnología, sino que encarna con más exactitud una tecno-ideología, que permite que se confundan los procesos cerebrales.

Tradicionalmente mencionábamos el término de cibernética como lo relacionado con la computación. El maestro Elso Jorge Kashiwamoto Yabuta  dice que el origen etimológico de la palabra del término cibernética viene del griego kybernetes que se refiere al timonel el cual gobierna la embarcación, el arte de gobernar una embarcación que integra un conjunto de elementos interrelacionados para lograr un objetivo. Por lo tanto, se considera a la cibernética como la ciencia de los sistema de control y comunicación basados en retroalimentación, soportados o impulsados por la computación, particularmente en su relación con los seres vivos y el ser humano.

La palabra cibernética la hemos dejado de usar y la moda ahora es inteligencia artificial que ahora se consolida después de haber pasado por la fase de retroalimentación. Ahora sí, nos queda claro por qué las plataformas en los celulares y redes sociales nos piden y extraen tantos datos, -minería de datos- y hemos engordado un gran monstruo que nos conoce, sabe de nuestros gustos e inclinaciones, ubicación, datos personales.

Primero fue el negocio de la atención y el entretenimiento para hacernos sentir cómodos. Nos ofrecieron bienestar, comodidad y facilidades, pero en esa medida nos iban extrayendo nuestros datos. Crearon enormes bases de datos, los vendieron y ahora nos ofrecen como producto. Ese fue el resultado de la retroalimentación. Se alimentaron de nuestros datos.

Lo confirma Sadin de que los teléfonos inteligentes aspiran a suplir la inteligencia humana y solo se tratan de un dispositivo. La inteligencia artificial “ha hackeado el sistema operativo de nuestra civilización al adquirir habilidades para manipular y generar lenguaje” .

Las redes sociales ya son verdaderos campos de batalla con la finalidad de controlar la atención humana, y de la atención se pasa a la intimidad para penetrar más en la obtención de datos. La inteligencia artificial funciona porque la hemos alimentado de nuestros datos y luego crean sistemas, algoritmos y procesos para suplicar funciones.

¿Sería exagerada o descabellada la reflexión de que estamos hablando del posible fin de la historia de la humanidad?

No del fin de la historia, sino del fin de su parte dominada por los humanos, y que ahora sean máquinas, aplicaciones robotizadas, proyectos que en lugar de promover y fomentar la inteligencia humana, invierten miles de millones para una “inteligencia artificial”.

Si hace años, el ser humano presumió de sus investigaciones científicas para la destrucción masiva la confección y lanzamiento de bombas atómicas contra la población civil, ¿a dónde nos llevará una inteligencia no humana?

Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

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