Un sismo de magnitud 6.0 sacudió la zona montañosa del este de Afganistán la noche del domingo 31 de agosto, dejando un saldo preliminar de más de 800 personas fallecidas y al menos 2,500 heridas, de acuerdo con cifras oficiales. El epicentro se registró en la provincia de Kunar, cerca de la frontera con Pakistán, y afectó decenas de aldeas construidas con adobe y ladrillo, muchas de ellas prácticamente inaccesibles por derrumbes y lluvias recientes.
Las labores de rescate enfrentaron enormes dificultades. La Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja informó que sus brigadas tardaron cuatro horas en llegar desde Jalalabad, la ciudad más cercana, a los poblados de Nur Gal, una de las zonas más golpeadas. En algunos casos, como en la aldea de Mazar Dara, los equipos solo pudieron evacuar víctimas por vía aérea, ya que los caminos quedaron bloqueados.
El portavoz talibán Zabiullah Mujahid detalló que únicamente en Kunar se registraron 800 muertos y 2,500 lesionados, mientras que en la vecina provincia de Nangarhar se confirmaron 12 fallecidos y 255 heridos. Hospitales en ambas regiones permanecen en operación, aunque varios centros de salud locales reportaron daños estructurales.
La magnitud de la tragedia se agrava en un país que atraviesa crisis simultáneas: la suspensión de ayuda estadounidense desde la primavera dejó sin operación a cientos de hospitales, y más de 2.3 millones de afganos han regresado este año tras ser expulsados de Pakistán e Irán. La administración talibán, en el poder desde 2021, mantiene fuertes restricciones contra mujeres y niñas, lo que ha frenado la cooperación internacional y limitado la llegada de recursos.
Hasta la tarde del lunes, solo Irán, India, Japón y la Unión Europea habían confirmado apoyo a las víctimas, en contraste con la respuesta más amplia tras el terremoto de 2023 que dejó más de 1,300 muertos en el oeste del país. Naciones Unidas expresó condolencias y aseguró que su equipo en Afganistán trabaja para asistir a los damnificados, aunque reconoció que menos del 30 por ciento de las necesidades humanitarias para 2025 estaban cubiertas antes del sismo.
El impacto también se sintió en el noroeste de Pakistán, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, aunque sin reportes graves. En Kabul, los habitantes percibieron las réplicas, pero no se registraron daños mayores.
Afganistán, situado en una zona sísmica activa, ha sufrido terremotos devastadores en años recientes. En 2022, un movimiento de 5.9 grados provocó la muerte de al menos 1,300 personas en el sureste. Hoy, con más de la mitad de su población —unos 42 millones de habitantes— necesitada de ayuda humanitaria, la emergencia llega cuando los recursos internacionales son escasos y el invierno se aproxima.
Entre los afectados está Said Meer, un afgano nacido en Pakistán que viajaba con sus dos esposas y 12 hijos rumbo a Jalalabad tras ser forzado a salir de Lahore. A pesar del desastre, asegura que continuará con su plan de establecerse en Afganistán y trasladar allí su negocio de ganado. “Que Dios cuide a nuestro pueblo”, dijo por teléfono. “La guerra, los terremotos y la pobreza son pruebas que debemos resistir”.