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Trabajadora del Sam’s alborota las redes; «Imagínense que los atienda yo»

Ahora una trabajadora del Sam’s vuelve a levantar suspiros en las redes sociales al compartir un clip en su cuenta de TikTok, donde hasta antes de publicarlo contaba con casi 30 mil seguidores, y ahora goza de una popularidad de casi 205 mil fans que la siguen en dicha red social.

Nombrada como Fernanda GT, la chica grabó el clip dentro del Sam’s ubicado en Saltillo, Coahuila, mientras supuestamente cumplía con su jornada de trabajo y hasta el momento contabiliza casi 3 millones de reproducciones.

En el pequeño fragmento del video, se ve a Fernanda en uno de los pasillos de la tienda de autoservicio mientras deja ver su exuberante figura mientras lleva puesto unos pantalones ajustados de cuadrículas en blanco y negro.

Además, Fernanda porta una blusa de manga larga color negra con un escote largo. Su cabello castaño con luces de color rubio lo luce con naturalidad mientras posa en una postal de frente. En ambas imágenes, la mujer puso la leyenda: “Ok pero la trabajadora de Sam’s Club”, tal vez en referencia a la joven del Oxxo, Judith Sánchez quien también viralizó por unas fotografías en su lugar de trabajo.

Fernanda GT colocó además un título en su clip que la hizo ganar mayor simpatía por los internautas: «Imagínense ir a Sam’s y que los atienda yo», situación que causó revuelo en los usuarios de TikTok y llenó la sección de comentarios al llegar a casi 2 mil donde le preguntan la ubicación exacta de la tienda.

En su cuenta de Facebook, Fernanda GT dice ser oriunda de Saltillo, Coahuila, mientras que en su Instagram se autodefine como figura pública donde tiene poco más de 31 mil seguidores. El clip de Fernanda que la volvió viral lo puedes ver aquí.

También puedes ver su último video dentro de la tienda donde bromea sobre la manera como trabaja. No solo la indiscutible belleza de Fernanda GT ha aumentado su número de seguidores en las redes, también su carisma y sentido del humor.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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