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TRES DISCURSOS TRES por Victor Orozco

TRES DISCURSOS TRES

Víctor Orozco

 

            Las tomas de protesta como candidatos de Josefina Vázquez Mota, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador dieron pié a sendos discursos que podemos ahora examinar no sólo como documentos impresos, sino escucharlos, percatarnos de las inflexiones de la voz, observar a los personajes, advertir actitudes y hasta sus gestos. De igual manera, ipso facto, nos enteramos del comportamiento de las multitudes asistentes. Gracias a la magia de las comunicaciones electrónicas, en especial de la red,  hemos dejado muy lejos los tiempos cuando debíamos conformarnos con las «sábanas» de los periódicos para saber que habían dicho los aspirantes políticos y enterarnos poco e indirectamente del resto de las circunstancias en derredor  del discurso de marras. En ello, las percepciones de un observador actual llevan enorme ventaja sobre las de hace unos años. Digamos que pueden ser más integrales e involucrar en el análisis la forma, pensando en que ésta, en política también es fondo, según asevera la manida frase de Jesús Reyes Heroles.

            Josefina Vázquez Mota se aventuró a navegar en las traicioneras aguas de la improvisación. Sin tribuna, paseándose por el escenario con micrófono en mano, entregó muy pronto los papeles escritos a un ayudante y arengó a los asistentes con los lugares comunes, vacuos y previsibles:

«…este día es un día luminoso, este día advierte un México por venir, queridos panistas, es tiempo de unidad, es tiempo de trabajo, es tiempo de regresar  a las convicciones de Acción Nacional, es tiempo de ponernos de pie y decirle sí a la patria, sí al PAN, sí a México, porque sabemos todos nosotros que la patria son nuestro hijos, la patria son nuestros padres, la patria son nuestros abuelos..»

            Antes había rendido la protesta con una declamación parecida y …allí debió terminar. Por dos ocurrencias inadvertidas por ella o sus bien pagados estrategas. Primero, la evacuación vertiginosa del estadio azul, cuyas gradas lucían vacías cuando la candidata comenzó su discurso, dirigido a insensibles arroyos humanos vueltos de espalda y caminando apresurados hacia las puertas. El escenario se parecía a un inusual banquete durante el cual los comensales se  levantan de la mesa cuando se está sirviendo el platillo fuerte. Ello colocó a la candidata en la peor tesitura para un orador, esto es, la de aguantar la distracción y pérdida de atención del público a sus palabras, con la consecuente ruptura en el hilo de la disertación y luego un final titubeante y deshilachado. Debe reconocérsele a Vázquez Mota que pese al panorama tan adverso, buscó concluir en las mejores condiciones posibles. Sin embargo, lo hizo revelando otra debilidad: la dicción. Cuando los asistentes abandonaban el lugar, tras ellos no escucharon una voz potente y persuasiva capaz de hacerlos regresar a sus asientos, sino una cascada y molesta a los oídos.  La candidata panista no es una oradora, en definitiva. Quizá esta carencia pueda explicarse por sus orígenes profesionales y su rápido ascenso hacia las cúpulas del poder: de ejecutiva de ventas brincó a ministra en dos gabinetes y luego a una curul, donde se desempeñó sobre todo como gestora política o enlace oficial. Nunca buscó o tuvo la oportunidad de foguearse en tribunas populares o al menos en cámaras de legisladores. Si es inteligente, en el futuro deberá reservarse para discursos en auditorios cerrados y no tratar de imitar a los grandes tribunos de masas.

            A diferencia de Josefina, Enrique Peña Nieto se fue al otro extremo en precauciones: todo el tiempo de su intervención tuvo frente a sí el teleprompter, muy pronto descubierto y enfocado por los fotógrafos. Quizá si hubiese dejado algo a la espontaneidad le hubiera ocurrido alguna malaventura como la sufrida en la feria del libro de Guadalajara. Sus asesores lo sabían, por tanto se mantuvo fiel a su condición de orador de plástico, de frases hechas, ademanes robóticos, ensayados una y otra vez. El candidato del PRI, se advierte a primera vista, es un actor de escenas preparadas, más que ningún otro político, ya de por sí un oficio degradado gracias a su conversión en un juego de máscaras y libretos en el cual los espectadores raras ocasiones podemos asomarnos para ver los rostros verdaderos. El PRI está en la oposición, al menos en el ámbito federal y su candidato destinó la mayor parte de sus palabras a la crítica situación que marca a los tiempos nacionales.

«…millones de mexicanos anhelan un mejor país, sí, son millones de mexicanos que ven con enojo, tristeza, y frustración que México no avanza,  que se ha detenido, que en los últimos doce años se ha rezagado frente a lo que han logrado otras naciones…»

            Esta será su apuesta en el curso de los próximos tres meses. No moverá las conciencias hacia un gran proyecto y hará honor a un PRI descolorido, sin definición alguna frente a las encrucijadas que hoy se ofrecen a la nación. Y, de hecho, sin definición casi ante nada, agachándose en presencia de la clerecía católica, navegando de muertito en cada una de las coyunturas. Igual hará su candidato, quien se concretará a buscar el voto de castigo para el partido gobernante que tan mal ha hecho su tarea. Para ello basta, en el cálculo de la élite tricolor conservadora, un actor, un personaje inventado, un maniquí, aunque la competencia sea por erigir a un estadista, eligiéndolo.

            Andrés Manuel López Obrador es el político más conocido en el país, por razones positivas o negativas. Las primeras se derivan de sus treinta y cinco años de dirigente, su trabajo como gobernante del Distrito Federal y su contacto directo en recorridos que lo han llevado a miles de pueblos y ciudades. Las negativas, de la mala opinión sembrada por sus opositores durante y después de las elecciones de 2006 y en cuya formación tampoco estuvieron ausentes errores como el famoso plantón de Reforma. A diferencia de los otros dos candidatos, López Obrador es un lobo de la tribuna popular, caracterizado por el aplomo y la pericia para medir el pulso de las masas. No en vano ha presidido las mayores concentraciones de individuos en la historia de este país. Su flema en el podio, sin embargo, impacienta con frecuencia por la lentitud con la cual salen las palabras, en un ritmo con largas pausas que se antojan interminables. No puede decirse que sea un gran orador, a la manera de aquellos que conmueven y electrizan a los auditorios. En realidad, ninguno de los dos grandes liderazgos tenidos por las alianzas centro-izquierdistas en los últimos decenios, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, se han caracterizado por sus aptitudes oratorias. Si sus oyentes permanecen durante horas, clavados en su sitio es por otras motivaciones, que a diferencia de las huestes blanquiazules con las suyas, a éstos sí les alcanzan para soportar los fastidiosos trajines de los traslados y los mítines. Tales acicates se encuentran en la adhesión a un sólido ideario afincado entre los trabajadores y las bajas clases medias desde los inicios de este país, condensado en la lucha por la igualdad y las libertades. En la medida que López Obrador encarne estas aspiraciones tiene el apoyo de las masas, dispuestas a mucho más que aguantar a pie firme bajo el sol o la lluvia.

            A diferencia de sus rivales, el político tabasqueño se define, tanto en el espacio de la historia como en el presente. Proyecta a la actualidad aquellos momentos en los cuales los mexicanos se vieron obligados a optar, o se era o no se era.

«… en momentos definitorios como éste, cuando los conservadores no querían los cambios, ese gran presidente, el mejor presidente que ha habido en la historia del País, Benito Juárez, sostuvo, pronosticó en momentos difíciles, aciagos, dijo que el triunfo de la reacción era moralmente es imposible, tengamos esa convicción, el triunfo de la derecha, de los conservadores hoy  día es moralmente imposible…».

            ¿Qué tanto persuaden a sus escuchas los tres candidatos?. Si nos vamos por su desempeño en la tribuna, López Obrador saca ostensible ventaja. Sin embargo, para la mala suerte de la democracia que busca representar con la mayor fidelidad posible la voluntad de los ciudadanos, las elecciones dependen en gran medida  del bombardeo de spots televisivos a través de los cuales se obnubila y aturde a los votantes. Por eso, es válida la petición de AMLO a sus simpatizantes: cada uno debe convertirse en un organizador, de otra manera, corremos el peligro de continuar con más de lo mismo, de reproducir la trágica situación actual, si triunfa cualquiera de los candidatos de la derecha, la tricolor o la albiazul.

 

           

                       

             

 




VÍCTOR OROZCO

 

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Diálogos. Por Raúl Saucedo

El Eco de la Paz

En el crisol de la historia, las disputas bélicas han dejado cicatrices profundas en el tejido de
la humanidad. Sin embargo, en medio del estruendo de los cañones y las balas metrallas, ha
persistido un susurro: El Diálogo. A lo largo de los siglos, las mesas de negociación han
emergido como esperanza, ofreciendo una vía para la resolución de conflictos y el cese de
hostilidades entre grupos, ideas y naciones.
Desde la antigüedad, encontramos ejemplos donde el diálogo ha prevalecido sobre la espada.
Las guerras médicas entre griegos y persas culminaron en la Paz de Calias, un acuerdo
negociado que marcó el fin de décadas de conflicto. En la Edad Media, los tratados de paz
entre reinos enfrentados, como el Tratado de Verdún, establecieron las bases para una nueva
configuración política en Europa.
En tiempos más recientes, la Primera Guerra Mundial, un conflicto de proporciones
colosales, finalmente encontró su conclusión en el Tratado de Versalles. Aunque
controvertido, este acuerdo buscó sentar las bases para una paz duradera. La Segunda Guerra
Mundial, con su devastación sin precedentes en el mundo moderno, también llegó a su fin a
través de negociaciones y acuerdos entre las potencias.
La Guerra Fría, un enfrentamiento ideológico que amenazó con sumir al mundo en un
conflicto nuclear, también encontró su resolución a través del diálogo. Las cumbres entre los
líderes nucleares, los acuerdos de limitación de armas y los canales de comunicación abiertos
permitieron evitar una posible catástrofe global.
En conflictos más recientes, y su incipiente camino en las mesa de negociación ha sido un
instrumento crucial para lograr el cese de hostilidades de momento, esta semana se ha
caracterizado por aquellas realizadas en Arabia Saudita y París.
Estos ejemplos históricos subrayan la importancia del diálogo como herramienta para la
resolución de conflictos. Aunque las guerras pudieran parecer inevitables e interminables en
ocasiones, la historia nos muestra que siempre existe la posibilidad de encontrar una vía
pacífica. Las mesas de negociación ofrecen un espacio para que las partes en conflicto
puedan expresar sus preocupaciones, encontrar puntos en común y llegar a acuerdos que
permitan poner fin.
Sin embargo, el diálogo no es una tarea fácil. Requiere voluntad política, compromiso y la
disposición de todas las partes para ceder en ciertos puntos. También requiere la participación
de mediadores imparciales que puedan facilitar las conversaciones y ayudar a encontrar
soluciones mutuamente aceptables.
En un mundo cada vez más complejo e interconectado, el diálogo se vuelve aún más crucial.
Los conflictos actuales, ya sean guerras civiles, disputas territoriales o enfrentamientos
ideológicos, exigen un enfoque pacífico y negociado. La historia nos enseña que la guerra
deja cicatrices profundas y duraderas, mientras que el diálogo ofrece la posibilidad de
construir un futuro más pacífico y próspero para todos.
Los diálogos siempre serán una vía, aunque el diálogo más importante será con uno mismo
para tener la paz anhelada.
@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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