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Twitter semioculta tuit de Trump por ‘glorificar la violencia’

La mañana de este viernes, en el marco de las protestas en Minneapolis tras la muerte de George Floyd, el mandatario publicó un mensaje en el que aseguró que se había comunicado con el gobernador del estado, Tim Walz, para externar el respaldo del Ejército ante el caos que se ha vivido los últimos días en la ciudad.

“Estos matones están deshonrando la memoria de George Floyd y no dejaré que eso suceda”, escribió Trump y agregó que “cualquier dificultad asumiremos el control, pero si comienza el saqueo, comenzará el tiroteo“.

Durante los últimos dos días, miles de personas se han dado cita en las calles de Minneapolis para protestar en contra del abuso y racismo policial, todo a partir de la muerte de George Floyd, un afroamericano de 46 años que fue brutalmente sometido por un agente de la policía hasta que perdió la vida.

En un tuit previo, Trump aseguró que no podía estar solo mirando lo que sucede en Minneapolis sin hacer nada. Atribuyó el caos a “una falta total de liderazgo” del alcalde Jocob Frey y advirtió con enviar a la Guardia Nacional.

A pesar de que Twitter señaló el mensaje de Trump con “glorificar la violencia”, éste no fue eliminado por considerarse de interés público que permanezca accesible. Sin embargo, asta acción implica que otros usuarios no podrán darle me gusta, responder a la publicación ni retuitearla, explicó Twitter.

Desde 2019, Twitter cuenta con una política de agregar advertencia en lugar de eliminar publicaciones que infrinjan las reglas cuando se trata de figuras públicas importantes. No obstante, nunca la había usado contra Trump.

La acción de Twitter tiene lugar luego de que Trump firmó una orden ejecutiva destinada a eliminar protecciones legales otorgadas a las plataformas de redes sociales.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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