Kathy Amaya creyó durante un tiempo que había perdido para siempre a su hijo. David tenía dos años cuando el padre se lo llevó a San Luis Potosí, México, a visitar a sus abuelos. Eso ocurrió hace 34 años: fue la última vez que Kathy Amaya —que hoy tiene 60 años— vio a su hijo.
La Patrulla Fronteriza le llamó y le dijo que un hombre que solo hablaba español afirmaba ser ciudadano estadounidense y que ella era su madre. Finalmente llegó el día que Amaya creyó que nunca llegaría.
«No hablamos por teléfono, pero lo escuché» de fondo, mientras hablaba con la Patrulla Fronteriza, dijo Amaya. «Estaba justo allí. Pregunté su fecha de nacimiento y de qué ciudad provenía». El hombre respondió las preguntas correctamente. Era su hijo. El agente de la Patrulla Fronteriza había buscado el acta de nacimiento del hombre y la usó para rastrear a Amaya hasta Wisconsin. «Cuando colgué, me senté y lloré durante horas», dijo Amaya este miércoles.
Amaya había pasado años buscando a su hijo en internet, pero ahora sabe por qué no podía encontrarlo, él usaba el apellido de soltera de su madre en su nombre completo: David Amaya Barrick, quien ahora está al cuidado de una iglesia en San Diego. Amaya planea viajar a la ciudad de California el 24 de noviembre.
Los agentes encontraron al hijo en una cañada cerca de Imperial Beach, California, y determinaron que había cruzado ilegalmente la frontera con otras personas más. Arrestaron a todos, según la Patrulla Fronteriza.
David primero dijo que era ciudadano mexicano, pero luego afirmó que era ciudadano estadounidense y que su padre lo había llevado a México hacía 35 años. Mientras viajaba hacia el norte por México, le robaron su teléfono celular y su dinero. Los agentes llamaron a la oficina del registro civil del condado de Cook de Chicago y recibieron por fax el acta de nacimiento, señaló la Patrulla Fronteriza.
Los agentes encontraron a su madre el 1 de noviembre. «Es frecuente que los agentes de la Patrulla Fronteriza lidien con los aspectos más turbios de la seguridad fronteriza: violencia, drogas, contrabando», dijo el agente a cargo de la Patrulla Fronteriza de Imperial Beach, Gregory Bovino. «Sin embargo, el caso de David fue un respiro bien recibido para todos los involucrados. Fue una gran inspiración ver a David hablar con su madre por primera vez».
Unas vacaciones de décadas
En el cuartel de la Patrulla Fronteriza se están recaudando fondos para pagar el viaje del hijo de vuelta a casa. La madre se separó de su hijo cuando su esposo —de quien estaba separada— se llevó al niño, aparentemente a un paseo de rutina, relató Amaya.
La familia vivía en Chicago y cuando el niño no regresó a casa, el esposo dijo a Amaya que se había llevado al niño a México para ver a sus abuelos durante un mes. Pero el mes se convirtió en un año y al año siguieron décadas. «Estaba muy consternada. Le rogué que lo trajera de vuelta», dijo Amaya. Finalmente se divorció de su esposo en 1986. Los abuelos criaron al niño porque su padre regresó a Chicago y vio a su hijo solo unas cuantas veces en 35 años, dijo Amaya.
Acudió ante la policía, pero como la pareja no acordó la custodia del niño durante el divorcio, la policía no pudo ayudarle. «Ninguno tenía la custodia», dijo. Pasaron los años.
Amaya tuvo cuatro hijos más y se mudó a Rice Lake, Wisconsin, en 1986. Allá vive con dos de sus hijos, que tienen veintitantos años. Ahora que conoce el paradero de su hijo, ha estado conversando con él en Facebook, con ayuda de un sacerdote de la iglesia para traducir los mensajes de ambos. «David me dijo que me estuvo buscando durante largo tiempo y que no pudo encontrarme», dijo Kathy Amaya. La última vez que vio a su hijo, el niño solo hablaba unas cuantas palabras en inglés.
Confirmó aún más que el hombre era su hijo cuando vio que su exesposo es uno de sus amigos en Facebook. Ella y su exesposo no han hablado en muchos años, dice, y no piensa volver a hablar con él.
La madre no sabe mucho sobre su hijo, que tocaba la batería en un grupo de música y que se quiere dedicar a la música.
Kathy Amaya trabaja como camarista en un hotel. Cuando vuele a San Diego, hará otra cosa en su vida por primera vez: volar. «Tengo 60 años y nunca he estado en un avión», dijo. «Soy muy anticuada». Luego, su hijo viajará con ella de vuelta a Wisconsin el 26 de noviembre, juntos al fin.
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