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Opinión

Un milagro millonario para AMLO. Por Caleb Ordóñez T.

Caleb Ordóñez T.

Caleb Ordóñez T.

Con profunda devoción, la cabeza del presidente se suele inclinar ante la oración de un tercero. Ya sea que interceda por él un evangélico, un chamán o le dé la bendición un padre católico. Andrés Manuel no esconde su espiritualidad.

La fe o religiosidad del Ejecutivo ha sido un tema trascendente en el debate nacional. Cómo olvidar esa postal histórica cuando le mostró al país cuál era su defensa contra el amenazante coronavirus; era apenas el 18 de marzo de este fatídico año, cuando López Obrador levantaba sus amuletos de la suerte, un par de imágenes impresas del “corazón de Jesús”, un par de “escudos protectores”, como los llama. Esos talismanes, les llama los “detentes” y los guarda celosamente en su cartera.

Pero el devoto no es propiedad de la religión católica, con un ánimo ecuménico, también dijo tener fetiches no sólo católicos, sino también de la religión evangélica y de librepensadores, los cuales aseguró son sus “guardaespaldas”.

López Obrador cumplió dos años al frente del gobierno que ha titulado de la “cuarta transformación”. Tendríamos que invertir miles de palabras, suficientes para redactar libros completos y así hacer un recuento de sus claroscuros al frente de la Presidencia.

Sin embargo, lamentablemente, pareciera que sus amuletos no le han traído la suerte que él y sus seguidores hubieran querido.

Entre la adoración y el oprobio

No hay día que el presidente no polemice un tema, buscando posicionarlo en la discusión social.

Para hacer un análisis mas o menos equilibrado, sin filias y fobias, se requiere ponerse en los zapatos de aquellos que lo defienden a capa y espada, al punto del amor ciego y fiel. Luego, tendríamos que ponernos, en la piel de aquellos que le critican y que rayan en el odio. Ambos lados tienen sus porqués.

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Opinión

El tren. Por Raúl Saucedo

Por las vías de los recuerdos y el futuro

En la actual era de la inmediatez y la conectividad a nivel mundial, donde la información
viaja a la velocidad de la luz, es fácil olvidar la importancia de las arterias que mueven el
mundo físico: las vías férreas son ejemplo de ello. Los trenes como gigantes de acero que
surcan valles y montañas, no son sólo reliquias del pasado, sino fueron clave fundamental
para el desarrollo económico y social de las naciones, y México fue la excepción.
A lo largo de la historia, el ferrocarril ha sido sinónimo de progreso. Desde la Revolución
Industrial, las vías férreas han tejido lazos entre pueblos y comunidades, impulsando el
comercio, la industria, el turismo y el intercambio cultural. Países como Estados Unidos,
China y Japón son ejemplos claros de cómo una robusta red ferroviaria puede ser el motor de
un crecimiento económico sostenido.
En México, la historia del ferrocarril está ligada a la propia construcción del país. El «Caballo
de Hierro», como se le conoció en el siglo XIX, unió a una nación fragmentada por la
geografía y las diferencias sociales regionales. Sin embargo, a pesar de su glorioso pasado, el
sistema ferroviario mexicano ha sufrido un prolongado periodo de abandono y desinversión.
Hoy, en un momento en que México busca consolidarse como una potencia regional y lograr
un desarrollo más equilibrado y sustentable, es imperativo revalorizar el papel del ferrocarril.
La construcción de nuevas líneas, la modernización de la infraestructura existente y la
promoción del transporte ferroviario de carga y pasajeros son acciones estratégicas que deben
estar en el centro de la agenda nacional.
Los beneficios de un sistema ferroviario eficiente reduce los costos de transporte, facilita el
comercio interior y exterior, y promueve la inversión en diversos sectores productivos,
permite conectar zonas marginadas con los principales centros urbanos e industriales,
impulsando el desarrollo local y la creación de empleos y un sistema ferroviario eficiente
ofrece una alternativa de transporte segura, cómoda y accesible para la población.
La actual administración federal ha mostrado un interés renovado en el desarrollo ferroviario,
con proyectos emblemáticos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de
Tehuantepec, así como las futuras líneas a Nogales, Veracruz, Nuevo Laredo, Querétaro y
Pachuca.
Con estas obras México recuperara su vocación ferroviaria y aprovechara a mi parecer el
potencial de este medio de transporte para impulsar su desarrollo hacia el futuro.
El motivo esta columna semanal viene a alusión de mis reflexiones de ventana en un vagón
de tren mientras cruzaba la península de la hermana república de Yucatán y en mi cabeza
recordaba aquella canción compuesta en una tertulias universitaria que decía…”En las Vías
de la Facultad”

@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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