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Vende su cabello para comprar un tanque de oxígeno para su abuelo con Covid

Ana Paola tiene 16 años y decidió cortar su cabello para poder venderlo, y así, comprar un tanque de oxígeno para su abuelito que enfermó de COVID-19. Esta es su historia.

La joven narró cómo es que a su corta edad sabe lo difícil que ha sido enfrentar la pandemia por COVID-19, pues nueve de sus familiares enfermaron, primero comenzó su tío y ahora hasta su abuelo de gravedad, fue así como decidió buscar una forma para apoyar a su familia.

“Me llamo Ana Paola Romero, tengo 16 años, soy estudiante de 4to semestre de bachillerato en la Universidad de Guadalajara, pero desde hace dos meses vivo en Toluca en el Estado de México con mis abuelos Santa y Jesús”, explicó la joven.

Ana Paola, que siempre ha tenido el cabello largo, compartió en sus redes sociales un mensaje de apoyo para que le pudieran comprar su cabello y poder usar el dinero para apoyar a sus abuelito enfermo que bajó su oxigenación hasta 40.

“Vendo mi cabello para comprar un tanque de oxígeno para mi abuelito, tiene COVID, su oxígeno hoy bajó mucho y quiero ayudar a mi familia a conseguir dinero”, escribió

Fue así como logró que alguien le ofrecieran dos mil 500 pesos por su cabellera de 73 cm.

“Hace siete días comenzó un brote de coronavirus entre nueve de mis familiares, creo que el primero que empezó con síntomas fue mi tío Rafael, le hicieron una prueba de COVID-19 en su centro de trabajo y salió positivo. Desde ahí los demás comenzamos con síntomas”, agregó.

La joven también resultó contagiada y comenzó con síntomas como la pérdida de gusto y olfato desde el 30 de diciembre. La familia ha gastado más de 40 mil pesos en medicamentos, oxígeno y atención médica.

“Yo prefiero perder mi cabello que perder a mi abuelito. De todos modos mi cabello vuelve a crecer, me quedó muy cortito, pero bueno desde antes de que me lo cortara muchísimas personas me apoyaron y lo siguen haciendo mandándome lindos mensajes de mi nuevo look”, dijo Paola.

El abuelo de la joven tiene diabetes y se niega ir al hospital debido a que no quiere estar solo y prefiere quedarse en compañía de su pareja, quien también está contagiada.

Es así como la historia de esta estudiante del estado de México vendió su cabello para comprar tanque de oxígeno y ayudar a su abuelo con COVID-19.

Fuente: W Radio

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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