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Opinión

Verástegui y la ultraderecha que busca construir. Por Fernando Campos.

El pasado jueves se registró ante el INE el actor Eduardo Verástegui como aspirante a una candidatura independiente para la presidencia de la República y, aunque pudiera parecer una candidatura poco seria por el currículum del Tamaulipeco, su candidatura representa un reflejo de la realidad política actual y un peligro para el futuro del país del que hay que estar muy atentos, pues significa el surgimiento de una corriente de ultraderecha en México nunca antes vista en la historia moderna.

Fernando Campos

Eduardo Verástegui es mucho más que su pasado como actor de telenovelas y su presente como productor de películas doctrinarias, es un activista enérgico en contra del aborto, del matrimonio y adopción homoparental y del Estado laico, en el que organizaciones civiles, que se han encontrado huérfanas en tanto que la oferta política mexicana de derecha se corre más hacia el centro en el espectro político, han visto un peligroso refugio, ya que por un lado, los partidos hacen un intento downsiano de acercarse al votante mediano, y por otro, surgen perfiles como el de Verástegui que trata de acaparar a quienes dejan atrás.

Eduardo Verástegui es cercano a Donald Trump y a otros miembros del Partido Republicano como Ted Cruz, así como a la familia del ex-presidente brasileño Jair Bolsonaro y el empresario mexicano Ricardo Salinas Pliego, por lo que el recurso para construir una campaña poderosa que permeara en todo el país podría no ser problema.

Al día de hoy, Verástegui se presenta como una alternativa a dos candidatas (aspirantes legalmente, pero ya candidatas en realidad) que, aunque difieren mucho en el componente económico de su plataforma, coinciden bastante en el componente social. Y si bien su candidatura al día de hoy se antoja bastante complicada en cuanto a probabilidades de ganar, una movida más hacia la izquierda en el gobierno (como la que representaría una posible administración de Claudia Sheinbaum) sería el caldo de cultivo perfecto para que un movimiento como el que encabeza Verásteguipudiera crecer hasta convertirse en una peligrosa posibilidad real.

Se necesitaría alrededor de un millón de firmas para que la candidatura de Verástegui se materialice por la vía independiente, ese es su primer obstáculo. Sin embargo, él presume que en sus asociaciones aglutina a alrededor de 960 mil personas, y con recursos ilimitados, no me parece difícil de lograr.

Hay personas que dicen que su eventual candidatura le restaría votos a Xóchitl Gálvez, en mi opinión esto no es así, pues, en principio, la gente que apoya la candidatura de Verástegui, es la misma que renegó de la candidatura de Gálvez desde el inicio, y son personas tan cerradas que preferirían votar por el status quo antes que por una mujer de raíces indígenas y con posturas claras a favor de la libertad de elegir en el embarazo, por lo que el peligro no radica en que perjudique la candidatura de la ex-delegada de Miguel Hidalgo, ni siquiera creo que sea verdaderamente su aspiración ganar la presidencia. Lo que busca son los reflectores para construir un apoyo más poderoso para el 2030 dando a conocer sus propuestas que, en algunos casos, tienen un tono verdaderamente fascista.

Entonces no debemos tomar este tipo de candidaturas a la ligera, aún con que en este momento no cuente con apoyo suficiente para hacerla creíble, al fin y al cabo, recordemos que la candidatura de Trump empezó siendo un mal chiste.

X (Twitter): @JFCamposC

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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