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A pesar de que en la era digital, es posible llenar formularios a distancia o enviar el currículum a través de la red, hay una nueva tendencia entre las empresas que utilizan juegos en línea para poner a prueba a los solicitantes.

El jugador se enfrenta a diversos escenarios y su habilidad es juzgada con base en las respuestas que dio, usualmente a través de preguntas de selección múltiple.

Por ejemplo, desde que la reclutadora Hays lanzó su juego interactivo, el Desafío Hays, lo han jugado más de 20.000 personas de 190 países, desde Afganistán hasta Colombia.

Pero Hays dice que otro beneficio de los juegos, es la selección y preparación de los solicitantes después de que participan. Los solicitantes exitosos tienen mucha más comprensión de lo que se requiere de ellos.

Y los que quedaron eliminados en las primeras rondas, ahorran dinero y tiempo en el proceso. La pregunta sigue siendo la misma: ¿Es posible adivinar los juegos y derrotar a la máquina? Garreth Jones, de Chemistry Group, compañía dedicada a desarrollar este tipo de juegos, dice que vencer la tecnología es muy difícil.

“Nosotros mezclamos pruebas psicométricas muy detalladas basadas en el trabajo de la gente, con observaciones del trabajo en particular, hechas por sicólogos”, dice.

“Nos aseguramos que no sea un asunto de preguntas correctas o incorrectas, así los candidatos escogen respuestas cercanas a su comportamiento y sus decisiones en la vida real”.

Jones asegura que más que ser un obstáculo para los buscadores de oportunidades laborales, el programa es de gran ayuda para descubrir candidatos cuyo currículum sea distinto a los tradicionales.

“Se pueden descubrir solicitantes que se ajustan muy bien a la posición pero que no son necesariamente los que tienen la experiencia funcional con la industria”.

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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