El presidente Barack Obama dejó en suspenso el anuncio más esperado en la Séptima Cumbre de las Américas que se realiza en la nación istmeña, al menos por hoy. En declaraciones ante un reducido grupo de periodistas con el que se reunió en Kingston, Jamaica, señaló que el documento de revisión que hizo el Departamento de Estado para retirar a Cuba de la lista de naciones patrocinadoras de grupos terroristas se encuentra en la fase final en su escritorio en la Casa Blanca. Pero aclaró que el equipo interministerial responsable de redactar la recomendación definitiva aún no le había enviado la iniciativa. Por esto hoy no haré el anuncio, dijo.
Con esta afirmación dejó abierta la posibilidad de que mañana o pasado mañana se produzca la que podría ser la noticia más importante de la reunión de mandatarios.
Al mismo tiempo, y con el ánimo de reparar agravios de Washington con la comunidad de países latinoamericanos, Obama envió hoy a Caracas al consejero del Departamento de Estado para asuntos hemisféricos, Thomas Shannon, quien se reunirá con el presidente Nicolás Maduro y la canciller Delcy Rodríguez con el afán de reparar el desaguisado diplomático que se generó la semana pasada con la llamada acción ejecutiva de la Casa Blanca, que declaró la crisis de Venezuela como una amenaza para su seguridad nacional.
Después de retractarse, Shannon se disculpó. Maduro declaró, antes de viajar a Panamá, que la rectificación parcial de Obama puede representar una nueva era en las relaciones con Estados Unidos, siempre y cuando Obama explique por qué firmó el decreto y reconozca el error. Finalmente, el ruido de sables entre los dos países cesó.
La lista negra
La lista de naciones que a criterio del Departamento de Estado apoyan organizaciones terroristas ha funcionado durante décadas como instrumento de presión de Washington contra gobiernos antagónicos. La inclusión de Cuba en esta virtual lista negra es un legado del periodo de George Bush que Obama no se atrevió a desafiar durante su primera administración.
El gobierno de Cuba, que desde hace años reclama que se le retire de esta infamante relación, ha puesto como condición para avanzar en la apertura de embajadas de ambos países en La Habana y Washington ser excluido de la lista negra.
Según autoridades del Departamento de Estado, la diplomacia estadunidense estudia desde hace seis meses revaluar la clasificación del gobierno revolucionario isleño.
En sus declaraciones en Kingston, en escala previa a su desembarco en Panamá, Obama aseguró que el informe del Departamento de Estado está basado estrictamente en hechos. Aseguró que su gobierno quiere que la lista antiterrorista siga siendo, como hasta ahora, una herramienta poderosa para aislar a los países que efectivamente patrocinan al terrorismo. A la fecha hay cuatro estados clasificados: Siria, Irán, Sudán y, hasta ahora, Cuba. Obama no descartó que este viernes o sábado aproveche los reflectores de la Cumbre de las Américas para soltar la que pudiera ser la noticia más importante del encuentro. Por lo pronto, hay un gesto. Falta que se concrete en palabras y medidas.
Esta medida, por otra parte, sigue siendo uno de los obstáculos más significativos para la apertura de embajadas en los dos países. Según Obama, el proceso está evolucionando como estaba previsto. Nunca pensé que el cambio se podía dar de la noche a la mañana. Esto tomará algún tiempo.
Reconoció que aún hay diferencias significativas con Cuba debido a su sistema político. Consideró que el proceso podría completarse en el curso de este año o a principios del próximo.
Venezuela, los lazos rotos
En contraste, en la medida en que se aceleraba la distensión de este viejo foco de conflictos entre la Casa Blanca y el gobierno revolucionario de la isla, la víspera la relación de la potencia norteamericana con Venezuela alcanzó un nuevo nivel de crispación política.
Había trascendido que hasta hace pocos días la elaboración de un borrador de declaración final de la Séptima Cumbre estaba trabado ante la insistencia de la delegación venezolana en incluir un extrañamiento por la más reciente andanada de acciones hostiles de Estados Unidos contra el gobierno de Nicolás Maduro. Una de ellas fue la imposición de severas sanciones comerciales (en el contexto de una muy complicada situación económica del país bolivariano). Pero la gota que derramó el vaso fue la acción ejecutiva de Obama, que calificó a Caracas de amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos.
Ante a esta declaración, Maduro se preparó para llegar con la espada desenvainada a Panamá, respaldado por un pronunciamiento de solidaridad con su gobierno firmada por 10 millones de ciudadanos.
En esta ocasión el respaldo de los países de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que usualmente se alinean con Caracas como uno de los suyos, fue más cauteloso. Para Brasil, Argentina, Bolivia y Ecuador es una situación incómoda. Por una parte, no querrían dar la espalda a Maduro; por otra, dejar que el diferendo Caracas-Washington empañe la reunión restaría peso al alto perfil con el que llega el presidente de Cuba, Raúl Castro, a su primera participación en una Cumbre de las Américas. Sólo el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, se ha decantado con una postura crítica ante la crisis política que enfrenta el mandatario de Venezuela.
Y el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, mantuvo hasta el último minuto en suspenso su decisión de asistir. Hoy, finalmente, resolvió viajar a la cumbre.
En las últimas horas esta situación dio un viraje con el explícito reconocimiento del asesor de Obama en temas hemisféricos, Ben Rhodes, de que Washington en realidad no considera a Venezuela una amenaza para su seguridad nacional, sino que se trató de una declaración pro forma (una especie de no quise decir lo que dije). Fue el comienzo de una operación pro distensión.
Para recomponer el daño del error diplomático de Estados Unidos, el consejero para asuntos hemisféricos del Departamento de Estado, Thomas Shannon, viajó a Caracas para reunirse con el presidente Nicolás Maduro y la canciller Delcy Rodríguez. Es una operación cicatriz que permitiría que la histórica Séptima Cumbre de las Américas concluya con una declaración a la altura de su significado.
Extraído de La Jornada