Para Martha Yadira, mamá de Jesús Antonio Chambert López —una de las 49 víctimas mortales que dejó el incendio de la Guardería ABC el 5 de junio de 2009—, estos seis años han sido de dolor, de no poder llevar un duelo por librar una batalla legal, de tocar puertas, de rogar por la justicia que las autoridades debieron ofrecer desde el primer día.
Todo sigue igual, lamenta, a pesar de que los padres de familias que integran la agrupación Manos Unidas por Nuestros Niños AC han hecho hasta lo imposible para entregar pruebas a la Procuraduría General de la República (PGR) sobre lo acontecido aquella tarde, cuando también hubo 106 heridos.
“Somos madres y lo peor que nos pueden hacer es quitarnos de esa forma a un hijo y no hacer nada contra quienes nos los arrebataron. Mientras no logremos el objetivo de que los verdaderos responsables paguen, no nos vamos a cansar”, asegura Marta.
Durante la entrevista concedida a EL UNIVERSAL, señala como presunto responsable del incendio al ex gobernador Eduardo Bours por presuntamente ordenar que se iniciara el fuego en la bodega de la Secretaría de Hacienda estatal, contigua a la guardería.También al gobierno federal porque supuestamente no vigiló que los niños en el recinto siniestrado estuvieran a salvo. “Si no están a favor de las víctimas, es porque tienen responsabilidad alguna en esta tragedia”, asegura.
Con lágrimas, el dolor sobre los hombros y la esperanza como estandarte, mantiene firme la posición de no claudicar en su deseo de justicia.
“Están muertos”
Aquel 5 de junio, el día en la oficina había corrido con lentitud para Martha.
Inquieta, como a la una de la tarde habló con su esposo, Antonio, y a la media hora de colgar unos compañeros de trabajo de su pareja le avisaron que algo había pasado en la guardería. Antonio fue a ver de qué se trataba.
Entonces, Martha le habló a Fabiola, mamá de otro de los niños, para avisarle y ésta fue de inmediato a la guardería, minutos después le regresó la llamada: “La guardería se está incendiando, los niños están muertos…”, avisó.
“En la oficina había una figura de la Virgen de Guadalupe y lo único que hice fue tirarme al piso, hablé con ella, le pedí que mi niño, Jesús Antonio, estuviera bien porque era muy inteligente y si algo había pasado él tenía que salir…”, pasados unos minutos llegó su esposo, le dijo que a su hijo lo habían llevado al hospital, sin embargo, no lograron encontrarlo en ningun centro de salud.
Una amiga de su esposo, que trabajaba en un hospital, le pidió que le enviara la fotografía del niño para buscarlo. Lo encontraron 40 minutos después en terapia intensiva en el Centro Médico CIMA (hospital privado).
“Los doctores nos informaron que mi hijo tenía 80% de su cuerpo quemado, el aparato respiratorio quemado por el humo inhalado. Lo único que esperaban es que se mantuviera estable, que no le fallaran los pulmones”, recuerda Martha cubierta en llanto.
Insensibilidad médica
Para el día 6 de junio, los médicos les avisaron que trasladarían al pequeño al Seguro Social, pero se negaron porque otros especialistas de la ciudad de México les habían notificado que Jesús Antonio no era candidato para traslado.
En reproche, los médicos dijeron que no podrían estar 100% pendientes del pequeño. Incluso, el entonces director del CIMA admitió que este hospital privado “no estaba capacitado para cuidar a los niños quemados”.
Peor aún, una de las enfermeras que acompañaba a los especialistas soltó: “Señora, a su hijo le va a pasar lo mismo si se queda o se va”.
La insensibilidad de esta trabajadora retumbó en sus oídos y al final autorizaron el traslado.
“Fue trasladado y dos horas después me dijeron que mi hijo había fallecido, que no había aguantado el traslado, le sobrevinieron dos paros respiratorios y tres paros cardiacos. Mi hijo sólo llegó al hospital del IMSS a morir”, relata.
Desde entonces, su vida se derrumbó. Por más de un mes no salió de su casa. Al trabajo volvió, pero no se recuperó. Hoy, enfrenta la vida junto a su esposo, sus dos hijos y uno más que está por nacer. Clama por justicia para por fin llorar su duelo y renacer, tras la tragedia.
“Fue un día horrible”
Aprender y luchar a vivir es la promesa que Liliana hizo a su hija Ximena Álvarez Cota hace seis años en una cama de hospital, donde la pequeña no superó las heridas provocadas por el incendio.
“Ese fue un día horrible para todos, me quitaron a mi hija, pero mi vida no y tengo que salir adelante”, señala.
Ximena asegura que el sentimiento de pérdida todavía es más fuerte este año, porque hay elecciones, al igual que en 2009, Como entonces, los políticos en campaña prometen justicia para las víctimas, pero ésta no llega.
“Siento que los políticos no deben utilizar el tema de ABC con fines electorales, porque son políticos los responsables de lo ocurrido en la guardería y al convertirse en gobierno siempre van a estar involucrados”, sintetiza.
Pese a todo, Ximena mantiene la esperanza de que se sepa lo que realmente ocurrió en esa guardería, de nombre ABC, ubicada en la colonia Y Griega, y donde el fuego de aquella tarde sigue vivo en las entrañas de las víctimas.
El Uniersal