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Policiaca

«La Peque», sicaria que tenía sexo con sus ejecutados y bebía su sangre

La mujer que aparte de la necrofilia y beber sangre, llegó a ser la mano derecha de varios líderes del cártel de los Zetas.

Sin bien, la mayoría de las historias de vida de los inmiscuídos en el crimen organizado fluctúan entre la muerte, el crimen, todo tipo de violencia, la adrenalina y un sesgo de locura, la historia de Juana, mejor conocida como «la peque sicaria» está entre las más sordidas.

A los 15 años tuvo un hijo y en el 2010 se integró a Los Zetas, después de que estos ataron a su hermano.

Ya en el Cártel «la peque sicaria» era la encargada de las decapitaciones y mutilaciones corporales, llegando a ser mano derecha de algunos de los integrantes más temidos de la célula criminal

Entre sus espeluznantes revelaciones, Juana declaró que le gustaba tener sexo con los decapitados,  fríamente  y con detalles narró su prácticas  necrofílicas y que además de asesinar a sus víctimas, se bañaba con su sangre e incluso la bebía estando caliente.

Actualmente está recluida en uno de los Centros de Reinserción Social de Baja California. Dónde termina la preparatoria y aprende contabilidad de manera autodidacta.

perteneció al brutal y temible cártel de Los Zetas de México desde temprana edad. Según su propio relato, le gustaba tener sexo con los decapitados y beber su sangre.

Tras ser detenida, Juana “La Peque Sicaria” está recluida en uno de los Centros de Reinserción Social de Baja California. Allí está terminando la preparatoria y aprendiendo contabilidad de manera autodidacta.

Increible

Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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