Aunque puede parecer difícil caer de un crucero, estos incidentes ocurren con más frecuencia de lo que se cree. Según la Cruise Lines International Association (CLIA), cada año se registran en promedio 19 casos de pasajeros que caen al mar, y menos de la mitad logra ser rescatada. Los cruceros están diseñados para minimizar accidentes, pero la situación cambia si alguien decide saltar voluntariamente.
¿Por qué alguien se arrojaría desde un barco de gran tamaño? Las razones son variadas: desde intentos de rescatar a otra persona hasta situaciones de alcohol o problemas financieros y legales. La mayoría de los casos reportados son intencionales. En septiembre de 2025, por ejemplo, Jey Gonzalez-Diaz saltó de un crucero de Royal Caribbean cerca de San Juan, Puerto Rico, para evitar un adeudo de aproximadamente 16,700 dólares y no declarar 14,600 dólares en efectivo en aduanas. Fue rescatado, pero inmediatamente detenido.
Cuando ocurre un incidente de este tipo, el protocolo del capitán incluye detener el barco, contactar a la guardia costera y enviar embarcaciones de rescate. Sin embargo, las probabilidades de sobrevivir disminuyen drásticamente desde el momento en que alguien cae al agua. El impacto puede causar fracturas o la muerte, el frío puede provocar shock, y localizar a una persona en el océano resulta extremadamente difícil. Por ello, los expertos recomiendan lanzar inmediatamente un salvavidas a la persona para ayudarla a flotar y hacerla más visible.
Además de los riesgos físicos, saltar del barco puede acarrear graves consecuencias legales. Las autoridades locales, portuarias o incluso agencias internacionales como el FBI pueden iniciar investigaciones. Algunos pasajeros enfrentan cargos por evasión legal o incumplimiento de protocolos migratorios, como ocurrió en 2024 con un hombre que saltó de un crucero cerca de Japón.
El impacto emocional de estos incidentes también afecta a otros pasajeros y a la tripulación. Las líneas de crucero suelen ofrecer apoyo psicológico a quienes presencian un “hombre al agua”. Y aunque un pasajero sobreviviera y evitara consecuencias legales, lo más probable es que nunca pueda volver a abordar la misma línea de crucero.
Saltarse las normas o intentar huir de problemas personales de esta manera no solo pone en riesgo la vida, sino que deja secuelas legales, físicas y psicológicas que pueden marcar para siempre tanto al implicado como a quienes lo rodean.
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