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Opinión

El comentario Obligado: Miroslava. Por Caleb Ordóñez Talavera


Ya conocimos en miedo en su nivel más alto. Y nos aterramos ante imágenes infernales; cuando vimos cuerpos colgados en puentes, cabezas ser arrojadas y mensajes amenazantes.
En medio de una guerra en la que nadie nos preguntó si queríamos participar, pero de la que somos testigos silenciosos, amordazados y paralizados por el terror.

Caleb Ordóñez T.

Caleb Ordóñez T.

El sonido de las balas han sido nuestro diario pan durante años, vimos sangre correr por las calles, aquellas que un día fueron nuestras, pero que hoy las peleaban gente desconocida, asesinos despiadados.

Todo por una miserable cantidad de droga, la que ha podrido ideales, la que reduce a nada a quien la vende y la consume.

Conocimos de aquellos que en medio de la confusión sacaban raja política de la situación, movidos por el hambre de figurar y ganar algo a pesar del dolor del prójimo.
Y a pesar de todo eso, decidimos levantar la cabeza, reconstruir nuestros espacios y volver a creer en nuestras ciudades.

Hoy la amenaza sigue latiendo intermitentemente luego de la muerte de la periodista Miroslava Breach, mientras salía de su casa y se preparaba para llevar a su hijo a la escuela. Los ocho balazos perpetuados por manos de cobardes, su muerte no debe ser entregadada al olvido. Su legado de vida, su pasión por la verdad no puede ser en vano.

Como la de cientos de mujeres y hombres que luchan con causas justas y esos ideales se apoderan de su mente haciéndolos rehenes quizá de la utopía y los sueños de cambio, a favor de Los más pobres de los que menos oportunidades tienen, de los olvidados.

Hoy la unidad nos llama a no claudicar hasta exigir fuertemente, pero hacia adentro a lo más profundo de nosotros mismos, no podemos bajar la cabeza.

Nunca más paralizados por el miedo y la intimidación. Nunca más en silencio.

Descanse en paz Miroslava Breach pero que su sangre nos despierte, nos desafíe y llame a defender lo que es todavía es nuestro.

 

Opinión

León. Por Raúl Saucedo

La estrategia de la supervivencia

El pontificado de León XIII se desplegó en un tablero político europeo en ebullición. La unificación italiana, que culminó con la pérdida de los Estados Pontificios, dejó una herida abierta.

Lejos de replegarse, León XIII orquestó una diplomacia sutil y multifacética. Buscó alianzas —incluso improbables— para defender los intereses de la Iglesia. Su acercamiento a la Alemania de Bismarck, por ejemplo, fue un movimiento pragmático para contrarrestar la influencia de la Tercera República Francesa, percibida como hostil.

Rerum Novarum no fue solo un documento social, sino una intervención política estratégica. Al ofrecer una alternativa al socialismo marxista y al liberalismo salvaje, León XIII buscó ganar influencia entre la creciente clase obrera, producto de la Revolución Industrial. La Iglesia se posicionó como mediadora, un actor crucial en la resolución de la “cuestión social”. Su llamado a la justicia y la equidad resonó más allá de los círculos católicos, influyendo en la legislación laboral de varios países.

León XIII comprendió el poder de la prensa y de la opinión pública. Fomentó la creación de periódicos y revistas católicas, con el objetivo de influir en el debate público. Su apertura a la investigación histórica, al permitir el acceso a los archivos vaticanos, también fue un movimiento político, orientado a proyectar una imagen de la Iglesia como defensora de la verdad y del conocimiento.

Ahora, trasladémonos al siglo XXI. Un nuevo papa —León XIV— se enfrentaría a un panorama político global fragmentado y polarizado. La crisis de la democracia liberal, el auge de los populismos y el resurgimiento de los nacionalismos plantean desafíos inéditos.

El Vaticano, como actor global en un mundo multipolar, debería —bajo el liderazgo de León XIV— navegar las relaciones con potencias emergentes como China e India, sin descuidar el diálogo con Estados Unidos y Europa. La diplomacia vaticana podría desempeñar un papel crucial en la mediación de conflictos regionales, como la situación en Ucrania o las tensiones en Medio Oriente.

La nueva “cuestión social”: la desigualdad económica, exacerbada por la globalización y la automatización, exige una respuesta política. Un León XIV podría abogar por un nuevo pacto social que garantice derechos laborales, acceso a la educación y a la salud, y una distribución más justa de la riqueza. Su voz podría influir en el debate sobre la renta básica universal, la tributación de las grandes corporaciones y la regulación de la economía digital.

La ética en la era digital: la desinformación, la manipulación algorítmica y la vigilancia masiva representan serias amenazas para la democracia y los derechos humanos. León XIV podría liderar un debate global sobre la ética de la inteligencia artificial, la protección de la privacidad y el uso responsable de las redes sociales. Podría abogar por una gobernanza democrática de la tecnología, que priorice el bien común sobre los intereses privados.

El futuro de la Unión Europea: con la disminución de la fe en Europa, el papel del Vaticano se vuelve más complejo en la política continental. León XIV podría ser un actor clave en la promoción de los valores fundacionales de la Unión, y contribuir a dar forma a un futuro donde la fe y la razón trabajen juntas.

Un León XIV, por lo tanto, necesitaría ser un estratega político astuto, un líder moral visionario y un comunicador eficaz. Su misión sería conducir a la Iglesia —y al mundo— a través de un período de profunda incertidumbre, defendiendo la dignidad humana, la justicia social y la paz global.

Para algunos, el nombramiento de un nuevo papa puede significar la renovación de su fe; para otros, un evento geopolítico que suma un nuevo actor a la mesa de este mundo surrealista.

@Raul_Saucedo

rsaucedo.07@uach.mx

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