En los próximos cinco años, Nueva York verá nacer dos espacios culturales que prometen transformar la escena artística de la ciudad, ambos ubicados en la icónica Quinta Avenida, separados por unos 40 bloques. Uno será un ala de $550 millones de dólares en el Museo Metropolitano de Arte (Met), dedicada al arte moderno y contemporáneo, mientras que el otro será la nueva sede del National Black Theatre (NBT) en Harlem. Ambos proyectos están a cargo de la misma arquitecta: Frida Escobedo, quien hasta ahora no había completado un edificio de tal envergadura ni había trabajado en un proyecto principal en Nueva York.

Originaria de Ciudad de México y con 45 años, Escobedo ha construido una trayectoria marcada por romper barreras en un campo dominado históricamente por hombres y profesionales de mayor edad. Sus logros suelen precederse de términos como “la más joven” o “la primera”. En el Met, por ejemplo, se convirtió en la primera mujer en diseñar un ala en los 155 años de historia del museo.

Su camino no ha seguido los senderos tradicionales. En 2006 fundó su propio estudio sin haber pasado por grandes firmas ni bajo la tutela de un “starchitect” reconocido. Entre sus primeros proyectos destacan la intervención en el Museo Experimental El Eco, con bloques de concreto móviles, y la Plaza Cívica en Lisboa, un escenario inclinado que invitaba a la participación del público. Su momento de proyección internacional llegó en 2018, al ser seleccionada para diseñar el Serpentine Pavilion en Londres, con una estructura porosa de “celosías” que jugaba con la luz y la sombra.

Escobedo considera que la arquitectura es un lenguaje para entender el mundo. Su práctica abarca desde tiendas de la marca Aesop hasta instalaciones museísticas temporales y proyectos de hospitalidad en México, siempre explorando la apertura, la tranquilidad y la mutabilidad del espacio. En el Met, trabajó durante un año desde una oficina instalada dentro del museo para colaborar de cerca con el personal. La nueva ala Tang, que abrirá en 2030, contará con cinco pisos, dos terrazas y una fachada enrejada que se abre hacia Central Park, elevando la presencia del arte moderno y contemporáneo, históricamente subrepresentado en el museo.

Paralelamente, en Harlem, Escobedo diseña la sede permanente del NBT, un espacio que combina un teatro de 250 asientos y otro de 99, dentro del complejo residencial Ray Harlem. La arquitecta trabajó de la mano con Sade Lythcott, directora del NBT, para crear un lugar inclusivo, visible desde la calle y que invite a la comunidad a formar parte de la experiencia. Inspirada en los tradicionales “stoops” de Harlem, Escobedo logró que el espacio conecte la vida pública y privada, fomentando un sentido de pertenencia.

Con dos estudios propios, en Ciudad de México y Nueva York, Escobedo reconoce que construir su práctica ha sido “difícil y desafiante”, pero cada proyecto confirma su capacidad para transformar espacios y romper paradigmas en la arquitectura contemporánea.