Un grito, “¡ya basta!”, ha retumbado este domingo en México con más fuerza que nunca. Miles de mujeres han salido a las calles a protestar contra la violencia machista y para exigir igualdad de oportunidades frente a los hombres. La protesta de Ciudad de México con motivo del Día Internacional de la Mujer ha sido una de las más multitudinarias que se recuerda en los últimos años en todo el país, en un día en que se han sucedido marchas en las principales ciudades latinoamericanas. El aumento de los feminicidios, la violencia sexual, el persistente acoso hacia las mujeres y la pobreza que crece, principalmente, entre la población femenina son algunos de los motivos que han hecho que las mujeres desborden las principales calles de la capital mexicana, en vísperas de un paro nacional histórico convocado para este lunes.
“Este es nuestro año, ¿no?”, celebraba la ilustradora Julia Reyes, que acudía por primera vez a una manifestación del 8 de marzo. “Lo hago por la cantidad de mujeres que ya no están con nosotras, porque el Estado no está haciendo nada, porque solo juntas nos vamos a salvar”, comentaba durante la marcha, que arrancó desde el Monumento a la Revolución. “Vale la pena hacernos ver, conocer a otras mujeres y compartir la lucha entre todas juntas: y sobre todo visibilizarnos. Que nos oigan, que nos volteen a ver, que sepan que esto va empezando, que esta lucha es difícil y va a seguir”, aseguraba cerca de ella Jimena Betanzos, de 27 años, redactora de una agencia.
En Ciudad de México, los principales monumentos del centro fueron blindados por el Gobierno local ante el temor de que fuesen vandalizados. “Estamos todas en paz y juntas, con energía. Sin mayor problema”, insistía Reyes. Pese a algunos incidentes puntuales, la manifestación se desarrolló con normalidad, en un tono reivindicativo. “Mujer escucha, esta es tu lucha”, “con falda o pantalón, respétame cabron” o “El Estado no me cuida, me cuidan mis amigas”, han sido algunos de los lemas coreados. Los momentos de mayor tensión se vivieron en el Zócalo. Ante las cargas policiales, una mujer de una desaparecida clamaba desde el templete: «Esos policías que están agrediendo mujeres, deberían de estar ayudándonos a buscar a nuestras hijas desaparecidas. De Juárez a Chiapas, ni una asesinada más”.
Frente al Palacio de Bellas Artes, se instaló un micrófono abierto en el que las mujeres contaban sus experiencias de acoso y violencia machista: “Mi expareja me pegó, humilló, y le dije a los ojos: ‘No me voy a dejar matar, no nos vamos a dejar matar”. La red del metro de la ciudad anunció por la mañana que cerraría las estaciones cercanas a la ruta de la manifestación, sin embargo, tras las presiones en redes sociales la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, ordenó su reapertura para facilitar el traslado de las mujeres que han asistido a las concentraciones.
“Es la marcha más plural que he visto en mi vida”, aseguraba la joven Karla en medio de la multitud. “Todas las clases sociales están aquí”, añadía, con una crítica hacia el actual Gobierno. “Se supone que es de izquierza, ya sabemos que no lo es. En este país hay mujeres encarceladas por abortar, hay mujeres por abortos espontáneos. Tenemos mayoría en las Cámaras, y no han impulsado una reforma federal para la despenalización del aborto”, criticaba.
Una parte de las movilizaciones del 8M comenzaron en Ciudad Nezahualcóyotl, en el Estado de México, uno de los cinco Estados con más feminicidios en México y con una doble alerta de violencia de género. Ciudad Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y Ecatepec son los municipios en los que ocurren la mayor cantidad de feminicidios y desapariciones: allí en el espacio de la violencia, donde los feminicidas tiran los cuerpos de las mujeres y niñas, las asambleas y colectivas de Neza y Chimalhuacán convocaron alrededor de 1.000 personas, la marcha más grande en contra de la violencia de género en esa región a la fecha. Tres jóvenes subieron a la escultura de Nezahualcóyotl —el emperador azteca— a ponerle un pañuelo verde y otro morado. En la marcha las consignas estuvieron adaptadas a la periferia y a los feminicidios infantiles, así como a vocear qué hacer en caso de la desaparición de una mujer, allí donde ocurren diariamente.
El hartazgo ante la ola de feminicidios ha sido el principal motor de las mexicanas para salir a la calle. Al día, en promedio, 10 mujeres son asesinadas en razón de su género. Las historias sobre las víctimas de feminicidios llenan las páginas de los diarios y abundan en las redes sociales. En febrero, los casos de Ingrid Escamilla y Fátima ––la primera, muerta a manos de su pareja y la segunda, una niña de 7 años–– desataron la indignación nacional y sacudieron al movimiento feminista en México. El reclamo no solo se ha concentrado en pedir al Estado que estos crímenes disminuyan, sino que se ha extendido a la exigencia de justicia en un país donde la impunidad alcanza niveles altísimos en los casos juzgados.
El Gobierno mexicano se pronunció a favor de las movilizaciones de las mujeres convocadas para el 8 y 9 de marzo. Las secretarias de Estado salieron a reconocer como legítimos los reclamos de las mujeres en México y que el tiempo para que el Estado atienda las demandas se ha agotado. A pesar del pronunciamiento de las mujeres en el Gobierno, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, se ha negado reiteradamente a admitir la gravedad respecto a la violencia contra las mujeres. El mandatario ––el primero de izquierda en México–– ha minimizado las movilizaciones de las mujeres y ha evadido cualquier cuestionamiento sobre su posición política respecto al movimiento feminista.
Después de la protesta seguirá el silencio. El lunes está convocado un paro nacional de mujeres: un 57% de las mexicanas detendrán sus actividades para visibilizar las desigualdades con el género fememino, según una encuesta del diario El Financiero. Es la primera convocatoria de este tipo en México, donde las mujeres representan un 40% de la fuerza laboral y donde, a pesar de ello, existe en promedio una brecha salarial entre hombres y mujeres de un 34%, según datos del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Fuente: El País