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Opinión

Opinión: El amor en tiempos de cuarentena, por Nancy Toledo

Cuarentena. Esta palabra tan normalizada en los últimos meses, nos ha hecho ver con otro cristal muchas cosas, y nos ha hecho sentir miles más.

Los principios de este tiempo fueron dudosos, llenos de incertidumbre, había un sentimiento surreal generalizado, pero sobre todo una estricta adaptación a la convivencia con los demás.

Hacer frente a una pandemia mundial no es cosa fácil. Seguir las indicaciones de aislamiento social menos.

Pero la mayoría lo hicimos, de una manera u otra nos alejamos de la gente que compartía nuestro día a día.

Durante este tiempo las cosas que parecían sencillas o dábamos por sentado comenzaron a cobrar importancia. En el pasar de lo días se fue haciendo menos lo que creíamos más, y viceversa.

El amor, dentro de tu casa y fuera de ella tuvo que encontrar nuevas formas de expresión.

Convivencias nuevas o más intensas…papás pasando la tarde con sus hijos, mamás arrullando a sus bebés, parejas teniendo cenas en la intimidad de su casa, familias enteras jugando juegos de mesa, vecinos platicando en las banquetas….

A.C (antes de la cuarentena) por cuestiones laborales o compromisos sociales esto no era la normalidad de los días. Mucha gente está invirtiendo más tiempo en ellos mismos y en su familia que A.C.

También encontramos la calidez en las pantallas, y a través de ellas empezamos a ver a los abuelos, compañeros de escuela, maestras, familia y amigos. No nos limitamos en estar presentes de una u otra forma, aun que sea desfilando en una caravana para decirle feliz cumpleaños a una amiga.

Todos aprendiendo a convivir de esta manera, todos extrañándose y valorando cada muestra de cariño.

Estos tiempos sin duda son confusos, nunca antes había pensado en lo importante que es el contacto físico, hasta hoy que los abrazos se han vuelto un lujo exclusivo para pocas personas.

Pero la cuarentena no impide que demostremos el amor a los que queremos.

A veces pienso que se nos concedió de la manera más extraña el don de valorar lo que tenemos y las personas que comparten nuestra vida.

No dejemos pasar esta lección de vida para apreciar lo que tenemos, y de demostrarle amor a los que quieres.

Nancy Anahi Toledo Rascón

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Opinión

León. Por Raúl Saucedo

La estrategia de la supervivencia

El pontificado de León XIII se desplegó en un tablero político europeo en ebullición. La unificación italiana, que culminó con la pérdida de los Estados Pontificios, dejó una herida abierta.

Lejos de replegarse, León XIII orquestó una diplomacia sutil y multifacética. Buscó alianzas —incluso improbables— para defender los intereses de la Iglesia. Su acercamiento a la Alemania de Bismarck, por ejemplo, fue un movimiento pragmático para contrarrestar la influencia de la Tercera República Francesa, percibida como hostil.

Rerum Novarum no fue solo un documento social, sino una intervención política estratégica. Al ofrecer una alternativa al socialismo marxista y al liberalismo salvaje, León XIII buscó ganar influencia entre la creciente clase obrera, producto de la Revolución Industrial. La Iglesia se posicionó como mediadora, un actor crucial en la resolución de la “cuestión social”. Su llamado a la justicia y la equidad resonó más allá de los círculos católicos, influyendo en la legislación laboral de varios países.

León XIII comprendió el poder de la prensa y de la opinión pública. Fomentó la creación de periódicos y revistas católicas, con el objetivo de influir en el debate público. Su apertura a la investigación histórica, al permitir el acceso a los archivos vaticanos, también fue un movimiento político, orientado a proyectar una imagen de la Iglesia como defensora de la verdad y del conocimiento.

Ahora, trasladémonos al siglo XXI. Un nuevo papa —León XIV— se enfrentaría a un panorama político global fragmentado y polarizado. La crisis de la democracia liberal, el auge de los populismos y el resurgimiento de los nacionalismos plantean desafíos inéditos.

El Vaticano, como actor global en un mundo multipolar, debería —bajo el liderazgo de León XIV— navegar las relaciones con potencias emergentes como China e India, sin descuidar el diálogo con Estados Unidos y Europa. La diplomacia vaticana podría desempeñar un papel crucial en la mediación de conflictos regionales, como la situación en Ucrania o las tensiones en Medio Oriente.

La nueva “cuestión social”: la desigualdad económica, exacerbada por la globalización y la automatización, exige una respuesta política. Un León XIV podría abogar por un nuevo pacto social que garantice derechos laborales, acceso a la educación y a la salud, y una distribución más justa de la riqueza. Su voz podría influir en el debate sobre la renta básica universal, la tributación de las grandes corporaciones y la regulación de la economía digital.

La ética en la era digital: la desinformación, la manipulación algorítmica y la vigilancia masiva representan serias amenazas para la democracia y los derechos humanos. León XIV podría liderar un debate global sobre la ética de la inteligencia artificial, la protección de la privacidad y el uso responsable de las redes sociales. Podría abogar por una gobernanza democrática de la tecnología, que priorice el bien común sobre los intereses privados.

El futuro de la Unión Europea: con la disminución de la fe en Europa, el papel del Vaticano se vuelve más complejo en la política continental. León XIV podría ser un actor clave en la promoción de los valores fundacionales de la Unión, y contribuir a dar forma a un futuro donde la fe y la razón trabajen juntas.

Un León XIV, por lo tanto, necesitaría ser un estratega político astuto, un líder moral visionario y un comunicador eficaz. Su misión sería conducir a la Iglesia —y al mundo— a través de un período de profunda incertidumbre, defendiendo la dignidad humana, la justicia social y la paz global.

Para algunos, el nombramiento de un nuevo papa puede significar la renovación de su fe; para otros, un evento geopolítico que suma un nuevo actor a la mesa de este mundo surrealista.

@Raul_Saucedo

rsaucedo.07@uach.mx

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