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Opinión

Opinión: El amor en tiempos de cuarentena, por Nancy Toledo

Cuarentena. Esta palabra tan normalizada en los últimos meses, nos ha hecho ver con otro cristal muchas cosas, y nos ha hecho sentir miles más.

Los principios de este tiempo fueron dudosos, llenos de incertidumbre, había un sentimiento surreal generalizado, pero sobre todo una estricta adaptación a la convivencia con los demás.

Hacer frente a una pandemia mundial no es cosa fácil. Seguir las indicaciones de aislamiento social menos.

Pero la mayoría lo hicimos, de una manera u otra nos alejamos de la gente que compartía nuestro día a día.

Durante este tiempo las cosas que parecían sencillas o dábamos por sentado comenzaron a cobrar importancia. En el pasar de lo días se fue haciendo menos lo que creíamos más, y viceversa.

El amor, dentro de tu casa y fuera de ella tuvo que encontrar nuevas formas de expresión.

Convivencias nuevas o más intensas…papás pasando la tarde con sus hijos, mamás arrullando a sus bebés, parejas teniendo cenas en la intimidad de su casa, familias enteras jugando juegos de mesa, vecinos platicando en las banquetas….

A.C (antes de la cuarentena) por cuestiones laborales o compromisos sociales esto no era la normalidad de los días. Mucha gente está invirtiendo más tiempo en ellos mismos y en su familia que A.C.

También encontramos la calidez en las pantallas, y a través de ellas empezamos a ver a los abuelos, compañeros de escuela, maestras, familia y amigos. No nos limitamos en estar presentes de una u otra forma, aun que sea desfilando en una caravana para decirle feliz cumpleaños a una amiga.

Todos aprendiendo a convivir de esta manera, todos extrañándose y valorando cada muestra de cariño.

Estos tiempos sin duda son confusos, nunca antes había pensado en lo importante que es el contacto físico, hasta hoy que los abrazos se han vuelto un lujo exclusivo para pocas personas.

Pero la cuarentena no impide que demostremos el amor a los que queremos.

A veces pienso que se nos concedió de la manera más extraña el don de valorar lo que tenemos y las personas que comparten nuestra vida.

No dejemos pasar esta lección de vida para apreciar lo que tenemos, y de demostrarle amor a los que quieres.

Nancy Anahi Toledo Rascón

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Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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