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Opinión

Opinión: Regreso a la escuela, por Nancy Toledo

Se acabaron las vacaciones, llegó el momento de volver a la escuela, pero una vez más… en casa.

Empezamos el segundo semestre de este ciclo escolar, en la misma modalidad. Pero en realidad estamos por cumplir el año en esta situación, y aunque debo reconocer que no ha sido tarea fácil para ninguna de las partes involucradas (niños, maestras y mamás) cada vez mejora esta dinámica.

No digo que sea fácil y habrá quien opine completamente diferente, pero a pesar de que se empieza a hacer pesada esta carga, también es más sencilla de llevar. Y no crean que no me moría de ganas de seguir de vacaciones… de dejar a mis hijos estar en pijamas hasta tarde, de jugar a todo y nada.

Por un momento recordé lo que sentía de niña cuando sabía que volveríamos a la escuela… sí, es una sensación de perder la libertad y un poco de flojera de despertar temprano, trabajar más y hacer tareas, pero también había una emoción de un nuevo comienzo, de volver a ver a las maestras, a los compañeros (aunque sea a través de una pantalla en este caso). Esa emoción de un nuevo comienzo SIEMPRE la sentí también.

Entonces entendí que debía de agarrarme de esta parte emocionante y hacerlo así, ¡para mí también y para transmitírselo a mis hijos!

Bastante bien están tomando esta situación, bastantes cambios han resistido y se han adaptado para vivir de esta manera… ¡así que me motivé para hacerlo yo también!

No tendrán el mejor espacio para trabajar, no seré la mejor y paciente para enseñar, no estarán en la escuela físicamente, pero estoy tratando de que disfruten esta etapa, porque es la que les toca. Y así como yo recordé lo que sentía de niña, deseo que los niños de hoy también tengan ese recuerdo de emoción y nuevas experiencias.

¡Demos un jalón más! ¡Sí podemos! Les quiero transmitir ánimo a todos y desearles un feliz regreso a clases.

Nancy Anahí Toledo Rascón
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Opinión

León. Por Raúl Saucedo

La estrategia de la supervivencia

El pontificado de León XIII se desplegó en un tablero político europeo en ebullición. La unificación italiana, que culminó con la pérdida de los Estados Pontificios, dejó una herida abierta.

Lejos de replegarse, León XIII orquestó una diplomacia sutil y multifacética. Buscó alianzas —incluso improbables— para defender los intereses de la Iglesia. Su acercamiento a la Alemania de Bismarck, por ejemplo, fue un movimiento pragmático para contrarrestar la influencia de la Tercera República Francesa, percibida como hostil.

Rerum Novarum no fue solo un documento social, sino una intervención política estratégica. Al ofrecer una alternativa al socialismo marxista y al liberalismo salvaje, León XIII buscó ganar influencia entre la creciente clase obrera, producto de la Revolución Industrial. La Iglesia se posicionó como mediadora, un actor crucial en la resolución de la “cuestión social”. Su llamado a la justicia y la equidad resonó más allá de los círculos católicos, influyendo en la legislación laboral de varios países.

León XIII comprendió el poder de la prensa y de la opinión pública. Fomentó la creación de periódicos y revistas católicas, con el objetivo de influir en el debate público. Su apertura a la investigación histórica, al permitir el acceso a los archivos vaticanos, también fue un movimiento político, orientado a proyectar una imagen de la Iglesia como defensora de la verdad y del conocimiento.

Ahora, trasladémonos al siglo XXI. Un nuevo papa —León XIV— se enfrentaría a un panorama político global fragmentado y polarizado. La crisis de la democracia liberal, el auge de los populismos y el resurgimiento de los nacionalismos plantean desafíos inéditos.

El Vaticano, como actor global en un mundo multipolar, debería —bajo el liderazgo de León XIV— navegar las relaciones con potencias emergentes como China e India, sin descuidar el diálogo con Estados Unidos y Europa. La diplomacia vaticana podría desempeñar un papel crucial en la mediación de conflictos regionales, como la situación en Ucrania o las tensiones en Medio Oriente.

La nueva “cuestión social”: la desigualdad económica, exacerbada por la globalización y la automatización, exige una respuesta política. Un León XIV podría abogar por un nuevo pacto social que garantice derechos laborales, acceso a la educación y a la salud, y una distribución más justa de la riqueza. Su voz podría influir en el debate sobre la renta básica universal, la tributación de las grandes corporaciones y la regulación de la economía digital.

La ética en la era digital: la desinformación, la manipulación algorítmica y la vigilancia masiva representan serias amenazas para la democracia y los derechos humanos. León XIV podría liderar un debate global sobre la ética de la inteligencia artificial, la protección de la privacidad y el uso responsable de las redes sociales. Podría abogar por una gobernanza democrática de la tecnología, que priorice el bien común sobre los intereses privados.

El futuro de la Unión Europea: con la disminución de la fe en Europa, el papel del Vaticano se vuelve más complejo en la política continental. León XIV podría ser un actor clave en la promoción de los valores fundacionales de la Unión, y contribuir a dar forma a un futuro donde la fe y la razón trabajen juntas.

Un León XIV, por lo tanto, necesitaría ser un estratega político astuto, un líder moral visionario y un comunicador eficaz. Su misión sería conducir a la Iglesia —y al mundo— a través de un período de profunda incertidumbre, defendiendo la dignidad humana, la justicia social y la paz global.

Para algunos, el nombramiento de un nuevo papa puede significar la renovación de su fe; para otros, un evento geopolítico que suma un nuevo actor a la mesa de este mundo surrealista.

@Raul_Saucedo

rsaucedo.07@uach.mx

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