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Opinión

El umbral. Por Raúl Saucedo

Lo que se viene

Con el inicio de un nuevo año, se despliega ante nosotros un lienzo en blanco, una oportunidad para moldear el destino de nuestra nación. En este 2024, el horizonte político se perfila marcado por elecciones trascendentales, donde se elegirá no solo al próximo presidente de la república, sino también a los miembros de la cámara de senadores y diputados. Así como las elecciones locales en 9 estados. Este proceso democrático no solo determinará la dirección que tomará nuestro país en los próximos años, sino que también pondrá a prueba la madurez de nuestra sociedad y la fortaleza de nuestras instituciones.

En este contexto, es imperativo que los ciudadanos se involucren de manera activa y reflexiva en el proceso electoral. Las decisiones que tomemos como sociedad resonarán más allá de los próximos seis años; serán determinantes para el futuro de las generaciones venideras. Por ello, es esencial analizar cuidadosamente las propuestasy plataformas de los candidatos, partidos y/o alianzas, evaluar su trayectoria y compromiso con los valores fundamentales que rigen nuestra nación.

En la contienda presidencial, se vislumbran distintas visiones para el país. Desde propuestas que abogan por un enfoque renovado en la política exterior hasta aquellas que proponen reformas significativas en el ámbito económico, el electorado se enfrenta a una diversidad de perspectivas. La capacidad de los candidatos para abordar los desafíos actuales, desde la crisis sanitaria hasta la urgencia de medidas para enfrentar el cambio climático, será un factor crucial para tomar una decisión informada.

No obstante, la elección presidencial la enmarcara la composición de la cámara de senadores y diputados ya que en el México democrático no se puede concebir el poder sin mayoría legislativa. La necesidad de un legislativo sólido y comprometido con los intereses de la población es innegable. Será responsabilidad de los ciudadanos analizar las propuestas legislativas, asegurándose de que reflejen las aspiraciones y necesidades de la sociedad.

En este proceso, es esencial no perder de vista la importancia de la unidad en la diversidad. La polarización política ha sido una constante en los últimos tiempos, dividiendo a la sociedad en facciones antagónicas. Es hora de superar estas divisiones y trabajar hacia un consenso que permita abordar los desafíos que enfrentamos como nación. La construcción de puentes y el respeto por las opiniones divergentes son pilares fundamentales para fortalecer nuestra democracia.

Considero que la transparencia y la integridad deben ser principios rectores durante todo el proceso electoral. La confianza en nuestras instituciones democráticas es esencial para la estabilidad y el progreso del país. Por lo tanto, es imperativo que las elecciones se lleven a cabo de manera justa, con acceso equitativo a la participación política y un escrutinio transparente de los resultados.

El 2024 nos tendrá sorpresas como cada año a la humanidad, desde cuestiones geopolíticas en diferentes latitudes y credos como, como crecimientos personales en el ámbito espiritual o económico, algún choque automovilístico que nos haga revalorar lo material quizá y hasta objetivos deportivos para demostrarnos que la edad es mental.

Sea cual sea sus propósitos de año nuevo apreciable lector no olvide marcar en el calendario de su dispositivo el día 2 de junio, esa será una fecha importante en este año.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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