Sor Juana Inés de la Cruz, fue una mujer demasiado adelantada a su época, era estudiosa, autodidacta y muy culta, y durante su corta vida aportó significativas obras literarias, ya fueran sonetos, romances, poesía, redondillas, endechas, liras incluso llegó a hacer teatro..
“Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis.”
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació el 12 de noviembre de 1648 en San Miguel de Nepantla, Amecameca, según los datos oficiales de historiadores, y el 17 de abril de 1695 nuevamente enfermó de tifus, cosa que ya había sucedido en 1671, esta vez no logró recuperarse y murió. Sus restos fueron sepultados en el coro bajo de la iglesia del templo de San Jerónimo, actualmente ex templo de San Jerónimo de la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Hija de un padre vasco y madre mexicana, Juana se crio con su abuelo materno Pedro Ramírez en la hacienda de Panoayan, donde demostró sus amor por las letras y pidió ser enviada a estudiar a la Universidad, cuando apenas tenía siete años, su revelación como poetisa se dio al año siguiente, cuando escribió su primer poema para la fiesta de Corpus.
Tras falleser su abuelo en 1956, Juana fue enviada por orden de su madre a la ciudad de México, donde vivió con su hermana María Ramírez, esposa del acaudalado Juan de Mata. Fue en la capital del país, donde Sor Juana estudió latín bajo la instrucción Martín de Olivas, quien quedó sorprendido cuando descubrió que la joven estudiante logró dominar la lengua en tan sólo 20 lecciones.
“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis.”
Desde pequeña comenzó a leer tanto autores clásicos como griegos y españoles. Sin embargo, dado su condición de mujer en 1664 la poetisa ingresó a la corte como dama de compañía de la virreina, Leonor María Carreto, marquesa de Mancera. En ese período, el virrey, quien escuchó algunos sonetos de la joven poetisa dedicados a su esposa, quedó admirado y reunió a cuarenta letrados para someterla a un examen del que salió triunfante.
Luego de un tiempo llevando una vida como cortesana, Sor Juana ingresó a un convento, ya que éste representaba la única salida ante el matrimonio; en un principio entró al convento de San José de las Carmelitas Descalzas en 1667, no obstante la severidad de las reglas la obligó a desertar tres meses más tarde, para ingresar a la orden de las jerónimas, en el convento de Santa Paula, donde profesó el 24 de febrero de 1669.
En este recinto, Sor Juana Inés de la Cruz hizo oficios de contadora y archivista pero, más la mayor parte de su tiempo dedicó al estudio y a la escritura, ejemplo de ello fueron sus más de cuatro mil volúmenes, mapas y aparatos de medición que albergó en su celda.
“Todo el mundo es opiniones de pareceres tan varios, que lo que el uno que es negro el otro prueba que es blanco.”
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