El Atlético de Madrid saldó cuentas pendientes, con la historia y con su vecino, para conquistar su décima Copa del Rey, la primera después de diecisiete años, tras derribar en la prórroga al Real Madrid por marcador de 2-1.
Los goles de los brasileños Diego Costa y Miranda acentuaron la condición de ganador del equipo rojiblanco en las citas grandes, en las finales, un aspecto cargado en el debe de su preparador, Diego Pablo Simeone, capaz de transmitir ese poder en sus jugadores.
Se notó la mano de El Cholo. Sobre todo en el tramo final. En los 30 minutos extra de un partido que acabó enredado y con los banquillos agitados, con la expulsión de Cristiano Ronaldo después de dar una patada en el aire a Gabi.
La acción resumió el fin de un Madrid desquiciado. Presa de la precipitación y de una oportunidad, la última, que se le marchaba en un curso con más sombras que luces. Ronaldo emprendió el mismo camino que su técnico, José Mourinho, que fue echado del banquillo en la segunda parte. Por protestar.
Thibaut Courtois mucho tuvo que ver en que el Atético Madrid enterrara el maleficio y conquistara la Copa. Fue decisivo en la prórroga. Antes, también los palos.
Los duelos ante el Real Madrid era la asignatura pendiente de El Cholo, incapaz de acabar con la barrera psicológica que aturde a los rojiblancos cada vez que se encuentra enfrente con el cuadro blanco. Ese asunto quedó saldado también en el estadio Santiago Bernabeu, donde el Atlético agigantó, de paso, su leyenda en las finales de Copa. Es la cuarta que conquista a su vecino en su santuario.
De paso, los Colchoneros acentuaron las miserias madridistas. El equipo de Jose Mourinho echa el cierre de vacío. Agarrado a la Copa como última oportunidad de salir airoso del curso, cerró el ejercicio frustrado, con un vestuario agitado y un técnico distanciado de sus jugadores y peleado con el mundo. Emprenderá su marcha del club por la puerta trasera, sin objetivos cumplidos y un currículo discreto. Una Copa del Rey, una Liga y una Supercopa. Ni más ni menos.
El balón se puso en juego y el Atlético Madrid ejecutó una presión intensa que presumió una declaración de intenciones diferente a la prevista. Más tendente a la de las finales jugadas con Diego Simeone en el banco que a las presumidas en los partidos entre estos dos equipos.
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