Un coche gris claro se abre paso entre dos hileras enormes de gente en fiesta. Algunos hombres de negro intentan retener el entusiasmo y la presión de la muchedumbre que quiere acercarse cuanto más pueda al vehículo. Una mano sale de la ventana y saluda, bendice.
El Fiat Idea gira a la derecha y se queda encallado en un callejón cerrado. El gentío se le echa encima.
Esta situación alegre y calurosa, pero igualmente peligrosa, se repitió al menos tres veces a lo largo del trayecto que llevó aquel auto y aquel pasajero, el papa Francisco, desde el aeropuerto internacional de Río hasta el barrio del Centro.
En un punto, Bergoglio, recién aterrizado para celebrar la 28ª Jornada mundial de la Juventud, se vio bloqueado por una fila de autobuses.
La caravana quedó inmovilizada y cercada por centenares de brazos tendidos, cámaras, gritos y confeti. Entusiasmo, calor. Pero también caos. Y peligro.
La primera aparición entre la gente del primer viaje de Francisco fuera de Italia rompió todas las normas mínimas de seguridad. Y desató la polémica.
“Ni Dios se libera del atasco carioca”, ironiza “O Globo”, el mayor periódico nacional, que condena rotundo: “El esquema estudiado para el traslado del Papa desde el aeropuerto Galeao al Centro de Río falló”.
PROBLEMAS PARA HOY
Por supuesto la controversia se aclaró entre los que tienen que velar por la seguridad del Papa y en los pasados días se jactaron de haber soltado en la calle 14.000 efectivos. Más del doble que en un día normal, más hasta que en un carnaval, según Leonardo Maciel, presidente de Río eventos, a cargo de la logística de toda la semana.
El alcalde Eduardo Paes sigue presumiendo de que “el Papa, que suele romper las reglas para acercarse mucho a la gente, podrá hacer lo que quiera con él.
La cuestión ahora es evitar que el error se repita durante la visita de hoy al santuario mariano de Aparecida. Se esperan más de 200.000 fieles y 5.000 policías trabajarán para proteger al Papa. El lunes encontraron una bomba y finalmente quedó descartada la posibilidad de recorrer los 400 kilómetros que separan Río de Sao Paolo. A Francisco le tocará ir en helicóptero. Sin embargo, “en ningún momento el Santo Padre tuvo miedo por su incolumidad”, contó el vocero del Vaticano, el padre Federico Lombardi: “Le pregunté a su secretario que estaba sentado con él en el auto y me dijo que él estaba muy asustado, pero que Francisco no dejó de sonreír y tender la mano por la ventanilla”.
A pesar de esta lectura, que minimiza lo acontecido, el episodio causó impresión entre los periodistas italianos que siguen los viajes de los pontífices.
En los corritos frente a las pantallas de la sala de prensa, que emitían en directo el recorrido de Francisco en el corazón de Río, muchos se llevaron escandalizaron: “Está en manos de incompetentes. ¿Cómo pudieron equivocarse de calle? Es de risa”, sostiene un periodista del diario de la Conferencia episcopal italiana “L’Avvenire”.
CRÍTICAS A LA ORGANIZACIÓN
“Pero mira: ¡le han dejado allí solo!”, espetó Giovanna Chirri, de la agencia ANSA. “La situación es de una gravedad preocupante”, observó un colega de Sky, una cadena de noticias 24 horas. El diario “O Globo” entrevistó a varios expertos y todos criticaban el primer día del Papa argentino en Brasil.
“El hecho de que el auto se quedara atrapado durante cinco minutos es considerado un error grave en las normas de seguridad internacionales de los mandatarios”, explicó el coronel del Ejército Diógenes Dantas. “Es el vehículo de delante el que tiene que abrir el paso y, si encuentra algún obstáculo, encontrar una vía de escape, un camino alternativo”.
El lunes no pasó nada de eso. El teniente coronel Milton Correa subraya: “El Papa, que se movía con las ventanillas bajadas, hubiera podido ser víctima no sólo de un atentado a cortísima distancia, sino que también podría haber acabado herido por el ímpetu de un fiel excesivamente expansivo”.
ANTECEDENTES
Los accidentes no son una novedad en la historia de los viajes papales. Lo recuerda Andrea Tornielli en el prestigioso web “Vatican Insider”: el helicóptero de Juan Pablo II no podía aterrizar en Manila en 1995, después de que cuatro millones de personas, el encuentro más grande de la historia, hubiera invadido incluso el perímetro reservado a la seguridad.
Pero el caso más clamoroso sigue siendo el que sucedió en Jerusalén en 1964, durante el histórico viaje de Pablo VI. Al llegar a la Puerta de Damasco la multitud separó al Papa de su séquito y Montini, que quería recorrer a pie la Vía Dolorosa por la que caminó Jesús para llegar al Calvario, quedó completamente rodeado de una marea humana.
Pálido, pero sonriente, Pablo VI logró llegar sano y salvo a la meta, el Santo Sepulcro, en donde celebró la misa. Esa tarde, el padre Bevilacqua, amigo del Papa, reveló a un grupo de periodistas que muchos años antes Montini le había dicho: “Sueño con un Papa que viva libre de la pompa y de la corte, de las prisiones protocolarias. Finalmente solo, en medio de sus diáconos”. Su sueño, casi se hizo realidad el lunes. En Río.
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