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Opinión

¡Al diablo con el silencio! Por Caleb Ordóñez Talavera

 

¿Alguien se sorprende porque Roger Waters se manifestó en sus conciertos en México? ¡Tiene un porqué!

Caleb Ordóñez T.Por Caleb Ordóñez Talavera

Son los Espino (Lupita Espino que era mi maestra y su familia) causantes que desde muy niño escuchara que un hombre escribió una obra musical donde se construía una «pared» llena de ignorancia, odio, separación e ignominia que luego debía, por orden judicial, destruir. En un mundo donde el sistema te quiere aprehender desde la cultura, la sobreprotección materna, la religión, educación y economía. Trump ni siquiera figuraba.
Aprendí en la primaria, desde mis raíces, que nunca puedo sentirme orgulloso por tener una vida «cómoda» mientras millones sufren. Nunca se trató de una clase de historia universal, sino del día a día, desde entender el dolor de los niños de África hasta la sierra tarahumara sin olvidar a los que sufren en Gaza u otro país en guerra, y peor aún aquellos que habitan los cruceros de nuestras calles, entender que hay desprecio en el color de piel y la diferencia entre clases sociales debe dolernos.
«Esa pared» referían en mi infancia, un muro estúpido que construyeron los «poderosos» para separar la «realidad» de nuestros ideales, causándonos miedos y hasta la locura, sujetándonos a un régimen que el sistema administra.
Era un niño, cuando mi espíritu se inflamaba y llenaba de ideales imposibles de borrar, no sabía que las letras de Roger Waters o David Gilmour se clavaran en mis entrañas para luchar por una causa justa. Solo por escuchar sus letras y canciones, tratando todavía de entender porque lo hicieron y siguen haciendo.
Hoy, puedo declarar abiertamente mi pasión por defender a las minorías, no por un crédito, sino por buscar que valga la pena cada segundo por gritar la verdad, aunque cueste dinero, posición o mentadas de madre, porque la única maldición del hombre es depender de lo que otros digan de él, mientras que la justicia viene de lo alto.

Porque hoy siguen sufriendo los que menos tienen (65 millones de mexicanos),otros son solo números, estadísticas de desaparecidos o muertos en una maldita guerra contra el pueblo; las mujeres siguen siendo tratadas como «subhumanos» y en esa condición o peor viven los indígenas, los gays y lesbianas. Hoy levantar la voz por justicia es un sinónimo de «chairismo», pero no podemos, no debemos callar, porque es una desgracia vender nuestra alma. Porque el próximo desaparecido o asesinado puedes ser tú. Rompamos el muro, a base de buscar la verdad, de estar informados, de unirnos a alguna organización que trabaje por el bien de otros, el silencio es violencia.

No es fácil olvidar a 43 estudiantes que sus cenizas gritan ¡Justicia, justicia, justicia! No solo a ellos, a todos los pueblos indígenas, a la gente desprotegida, llena de dolor y desesperanza.

¡Al diablo con el silencio!

Que nada ni nadie te haga temer.

PD gracias por la experiencia Luis Roberto Flores Sanchez

Opinión

Diálogos. Por Raúl Saucedo

El Eco de la Paz

En el crisol de la historia, las disputas bélicas han dejado cicatrices profundas en el tejido de
la humanidad. Sin embargo, en medio del estruendo de los cañones y las balas metrallas, ha
persistido un susurro: El Diálogo. A lo largo de los siglos, las mesas de negociación han
emergido como esperanza, ofreciendo una vía para la resolución de conflictos y el cese de
hostilidades entre grupos, ideas y naciones.
Desde la antigüedad, encontramos ejemplos donde el diálogo ha prevalecido sobre la espada.
Las guerras médicas entre griegos y persas culminaron en la Paz de Calias, un acuerdo
negociado que marcó el fin de décadas de conflicto. En la Edad Media, los tratados de paz
entre reinos enfrentados, como el Tratado de Verdún, establecieron las bases para una nueva
configuración política en Europa.
En tiempos más recientes, la Primera Guerra Mundial, un conflicto de proporciones
colosales, finalmente encontró su conclusión en el Tratado de Versalles. Aunque
controvertido, este acuerdo buscó sentar las bases para una paz duradera. La Segunda Guerra
Mundial, con su devastación sin precedentes en el mundo moderno, también llegó a su fin a
través de negociaciones y acuerdos entre las potencias.
La Guerra Fría, un enfrentamiento ideológico que amenazó con sumir al mundo en un
conflicto nuclear, también encontró su resolución a través del diálogo. Las cumbres entre los
líderes nucleares, los acuerdos de limitación de armas y los canales de comunicación abiertos
permitieron evitar una posible catástrofe global.
En conflictos más recientes, y su incipiente camino en las mesa de negociación ha sido un
instrumento crucial para lograr el cese de hostilidades de momento, esta semana se ha
caracterizado por aquellas realizadas en Arabia Saudita y París.
Estos ejemplos históricos subrayan la importancia del diálogo como herramienta para la
resolución de conflictos. Aunque las guerras pudieran parecer inevitables e interminables en
ocasiones, la historia nos muestra que siempre existe la posibilidad de encontrar una vía
pacífica. Las mesas de negociación ofrecen un espacio para que las partes en conflicto
puedan expresar sus preocupaciones, encontrar puntos en común y llegar a acuerdos que
permitan poner fin.
Sin embargo, el diálogo no es una tarea fácil. Requiere voluntad política, compromiso y la
disposición de todas las partes para ceder en ciertos puntos. También requiere la participación
de mediadores imparciales que puedan facilitar las conversaciones y ayudar a encontrar
soluciones mutuamente aceptables.
En un mundo cada vez más complejo e interconectado, el diálogo se vuelve aún más crucial.
Los conflictos actuales, ya sean guerras civiles, disputas territoriales o enfrentamientos
ideológicos, exigen un enfoque pacífico y negociado. La historia nos enseña que la guerra
deja cicatrices profundas y duraderas, mientras que el diálogo ofrece la posibilidad de
construir un futuro más pacífico y próspero para todos.
Los diálogos siempre serán una vía, aunque el diálogo más importante será con uno mismo
para tener la paz anhelada.
@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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