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Opinión

AMLO: El púlpito arrogante. Por Jaime García Chávez

Por años, el discurso de AMLO ha sido prácticamente el mismo: tiene localizado a un demonio a combatir (Carlos Salinas de Gortari) en particular y menciona a una “mafia en el poder” de cien políticos corruptos. En su reciente visita a Ciudad Juárez (30.V.2016) llegó a sentenciar, a emitir su juicio inapelable: “MORENA es la única izquierda que hay en este país, y ya vamos a desenmascarar a todos esos que se dicen de izquierda, pero no lo son”. Finalmente, pues, el hombre que lo mismo dispensa calificativos o anuncia purificaciones de expriístas, o simplemente descalifica a sus hermanos por participar en partidos distintos al suyo, ha llegado al punto más alto (por ahora) de su patología mesiánica. De ahora en adelante se asume como único de izquierda; los demás son falsos, corruptos.

jaime garcia chavez

La declaración monopolizadora del atributo de izquierda es reveladora. En muchos casos –y al parecer estamos ante uno de esos– el poder engendra una enfermedad profesional que provoca una ebriedad y eso desliga a sus detentadores de la realidad. Esa ebriedad los atrapa y les inyecta el delirio de encarnar la verdad absoluta; luego imponen servidumbres y lealtades personales más allá de límites razonables. Invadidos por esa ebriedad, no toleran opiniones diferentes y acusan de traidores a quienes cuestionan sus designios. Presenciamos ya en este personaje el tránsito hacia la fundación de una especie de religión política autóctonamente centrada en su persona. Con el juicio sobre la izquierda, AMLO se ha adjudicado el derecho exclusivo de dictaminar qué es y qué no es la izquierda, se arroga el “derecho de atar y desatar”, dogma que la Iglesia Católica ha reclamado por siglos como un patrimonio divino.

No obstante tener en su trayectoria posturas contradictorias, AMLO se presenta como la pureza andante: todos los demás son corruptos, sólo él garantiza la honestidad y reclama reconocimiento exclusivo; exige desplazar a sus competidores y ser el centro único y valedero. Es, sin más, la intransigencia hacia lo diverso, la intolerancia hacia la pluralidad, y todo ello encierra el verdadero riesgo de que una personalidad de estas características se posicione en las contiendas electorales. En eso radica una de las debilidades de la democracia al abrir las puertas a los autoritarismos edificados en las virtudes de la competencia política. Por eso, vivimos en México una paradoja al observar que el movimiento social y de fastidio existente puede encumbrar a su mayor depredador de energía política: tal es la alarma simbolizada por MORENA-AMLO en el ahora y el porvenir.

Opinión

Inflexión. Por Raúl Saucedo

LO QUE SE VIENE EL DOMINGO

En entregas anteriores como LA URNA (1) y LA CLAVE (2) abordamos puntos del próximo ejercicio democratico en méxico considerando que la próxima jornada electoral del 1 de junio emerge no sólo como un evento democrático más, sino como un auténtico punto de inflexión para el gobierno federal. Más allá de la renovación de Congresos y gobiernos locales en un par de estados, la inminente elección directa de jueces, magistrados y ministros representa un desafío sin precedentes y una oportunidad estratégica que definirá el rumbo y la legitimidad del país.

La propuesta de reformar el Poder Judicial y someterlo a la voluntad popular fue una bandera clave de la administración anterior y ha sido refrendada por la actual. La promesa es clara: construir una justicia más cercana al pueblo, transparente y libre de vicios. Sin embargo, la materialización de esta visión a través de las urnas el 1 de junio no es un camino exento de riesgos. Para la administración federal, el resultado de esta elección judicial no sólo medirá el respaldo ciudadano a una de sus principales apuestas, sino que también sentará las bases sobre las cuales operará el poder judicial durante su sexenio.

Si la elección del 1 de junio deriva en la llegada de juzgadores alineados con la visión del gobierno, la política ejecutiva se podría ver fortalecida su capacidad para impulsar la agenda sin los contrapesos que un Poder Judicial tradicionalmente independiente suele ejercer. Esto, desde la óptica de sus simpatizantes, sería un avance para desatorar reformas y proyectos que, en ocasiones, fueron frenados por resoluciones judiciales. Sin embargo, para los críticos y la oposición, significa una concentración de poder sin precedentes y una erosión de la independencia judicial, pilar fundamental de cualquier democracia.

Por otro lado, si los resultados de la elección arrojan un panorama judicial más plural, con la llegada de juzgadores que no necesariamente comparten la misma visión política, el gobierno federal se enfrentaría a un Poder Judicial que podría actuar como un contrapeso más vigoroso. Esto, aunque potencialmente generador de fricciones y debates necesarios, sería visto por muchos como un fortalecimiento del sistema democrático de pesos y contrapesos, garantizando que el ejercicio del poder se mantenga dentro de los límites constitucionales.

La forma en que se desarrolló la campaña electoral para los puestos judiciales, la participación ciudadana y, sobre todo, la legitimidad percibida de los resultados, serán cruciales. Una elección pulcra y transparente podría otorgarle un capital político inmenso para legitimar su proyecto de nación. Sin embargo, cualquier indicio de irregularidad o polarización exacerbada durante el proceso podría enturbiar la imagen del gobierno y sembrar dudas sobre la verdadera independencia del Poder Judicial desde su génesis electoral.

Desde este teclado en la Ciudad de México, dónde estamos convencidos que la certeza jurídica es clave para el futuro de una nación, la configuración del Poder Judicial será observada con lupa. Un sistema judicial que genere confianza es vital para la atracción de capitales y el mantenimiento del estado de derecho. La elección del 1 de junio no es solo una votación de nombres; es la definición de las reglas del juego judicial para la próxima década, y con ello, de la gobernabilidad y la estabilidad democrática.

Esta reflexión viene a causa de que hoy es el último día de proselitismo para aquellos contendientes que el domingo mas haya de buenas voluntades vivirán el sistema político mexicano.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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