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Policiaca

Apuñala hasta la muerte a su hijo porque ‘no estudiaba’

Un hombre nipón arrestado el pasado fin de semana por supuestamente apuñalar hasta la muerte a su hijo de 12 años ha asegurado a la policía que lo hizo porque el menor «no estudiaba» para los exámenes de nivel de secundaria, informaron hoy fuentes de la investigación.

El detenido es Kengo Satake, un transportista de 48 años de la ciudad de Nagoya (centro del país).

Lo apuñalé porque no estudiaba», explicó Satake a los agentes que lo interrogaron tras su detención, según ha detallado un portavoz policial a medios locales.

El hombre fue detenido aproximadamente una hora después de que acuchillara a su hijo, Ryota, en el pecho con un cuchillo de cocina el pasado domingo.

El hombre explicó a las autoridades que estaba preocupado porque su hijo no estaba estudiando para los exámenes que se realizan con cada cambio de ciclo escolar en Japón, y de cuyos resultados depende el ser aceptado o no en colegios de mayor prestigio, ya sean públicos como privados.

Satake aseguró que quería que su hijo, que cursaba este año sexto de primaria y debía realizar el examen para el cambio de ciclo a principios de 2017, pudiera acceder al mismo colegio privado de secundaria al que él asistió de niño en Nagoya.

Japón es conocido por la presión que suelen ejercen muchas familias sobre los estudiantes para obtener los mejores resultados académicos posibles.

El archipiélago cuenta además con una extensa red de academias extraescolares que ayudan a preparar los exámenes de acceso y de la que echan mano más del 90 por ciento de los alumnos de secundaria.

Estas convocatorias para el cambio de ciclo académico o para el acceso a la universidad se conocen popularmente en Japón como ‘shiken jigoku’ (el infierno de los exámenes).

Increible

Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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