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Así es la variante ómicron, que está poniendo de cabeza al mundo

Científicos de la Universidad de Hong Kong revelaron la primer imagen de la variante de coronavirus, ómicron, descubierta hace tres semanas Sudáfrica.

El grupo de investigadores de la Facultad de Medicina LKS liderado por Michael Chan publicó este miércoles un estudio en el que descubrieron que ómicron infecta y se multiplica 70 veces más rápido en los bronquios que la variante delta y el SARS-CoV-2 original.

Los resultados indicaron también que la infección por ómicron en el pulmón es significativamente menor que el SARS-CoV-2, lo cual puede ser un indicador de menor gravedad de la enfermedad.

Los hallazgos se obtuvieron 24 horas después de la infección del tejido pulmonar extraído que sirvió para poder realizar las pruebas. Sin embargo, aún se encuentran en revisión por pares para su publicación.

La investigación estuvo a cargo del doctor Michael Chan Chi-wai, investigador principal del Centro de Inmunología e Infecciones y el profesor John Nicholls del Departamento de Patología de Hong Kong, ambos con experiencia en análisis de infecciones virales emergentes desde 2007, como la gripe aviar y el coronavirus del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS).

Diversos estudios han sido publicados en las últimas semanas con el objetivo de conocer la capacidad de propagación y gravedad de la nueva variante registrada ya en 77 países.

En cuanto a la gravedad, se ha confirmado que los pacientes infectados presentan síntomas leves, como afirmó la responsable de identificarla por primera vez, Angelique Coetzee.

Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer este jueves que ómicron aún no puede ser descartada como variante de gravedad porque se propaga a un ritmo más rápido que cualquier cepa anterior de COVID-19.

“Un virus más transmisible puede causar tanto daño, o más, que uno que es más severo pero menos transmisible”, remarcó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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