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Banco del Bienestar cancela contrato de 18 mil millones con empresario de Costa Rica

El director general del Banco del Bienestar, Víctor Lamoyi Bocanegra, afirmó que ya se canceló el contrato de servicios bancarios por 18 mil 313 millones de pesos que firmó la institución con una firma creada hace tres años, propiedad de un empresario de Costa Rica.

La existencia del contrato fue motivo de críticas en la prensa mexicana y no se conocía una respuesta frontal del gobierno.

“El 21 de diciembre de 2021 se determinó dar inicio al procedimiento de rescisión de dicho contrato, con apego a la normatividad en materia de adquisiciones (…) con fecha 14 de enero del 2022, se resolvió la rescisión formal del contrato y el Banco notificó la decisión a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores”, dijo el directivo en gira por municipios del Estado de México.

Se trata de un contrato adjudicado en octubre a una empresa creada hace tres años, propiedad del empresario José Urcuyo, de Costa Rica.

El concepto era “Contrato Multianual de Servicios Administrativos de Procesamiento de Operaciones y Transacciones Bancarias”.

El asunto fue motivo de una columna de Mario Maldonado en El Universal. En diciembre de 2021, afirmó que la empresa ganadora era BAHUD PROCESSING MÉXICO, filial de la firma panameña Global Recash SA de CV.

La revista Forbes reportó que la empresa es propiedad del empresario Alfredo José Urcuyo Fernández, originario de Costa Rica.

Los datos revisados por Aristegui Noticias indican que estas versiones son correctas, aunque en su comunicado de este domingo el gobierno federal no dio más detalles sobre la cancelación o sobre si hubo alguna irregularidad más a investigar:

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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