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Opinión

Belleza torcida. Por Itali Heide

Itali Heide

No es fácil navegar por este mundo como mujer. Desde el momento en que nacemos, nos bombardean con estándares de belleza que parecen imposibles de alcanzar. Dondequiera que miremos, aparece otra inseguridad: las mujeres retocadas en las portadas de las revistas, las influencers en bikini en Instagram y los constantes recordatorios de lo imperfectas que somos a través de los anuncios de «adelgazar» y «eliminar la celulitis».

Seguido miramos a nuestro alrededor, comparándonos con otras mujeres. Estaremos pensando: «ojalá tuviera su cuerpazo», «ojalá tuviera su nariz», “ojalá tuviera su cintura,” «ojalá tuviera su confianza».

Esta comparación no es sin razón: se nos enseña a pensar que estamos en constante competencia con las mujeres que nos rodean, desde una edad temprana. Cualquier cosa que ella tenga que nosotros no tengamos, nos hará sentir una punzada de celos.

Estos celos pueden parecer odiosos, pero en realidad son un síntoma del problema al que nos enfrentamos en general: la objetivación de la mujer desde hace siglos.

Aunque los estudios sólo han rastreado el efecto psicológico que la sexualización ha tenido en las mujeres durante los últimos 30 años, la cuestión es mucho más profunda y larga.

Las redes sociales y el internet son zona cero de muchas inseguridades, así como un caldo de cultivo para la cosificación. Miles de modelos de Instagram hacen alarde de sus cuerpos perfectamente tonificados, bronceados y en bikini, acumulando likes de hombres de todo el mundo que no saben más que pasar de largo y respetar a su pareja.

No pretendo avergonzar a ninguna mujer que haya publicado fotos subidas de tono en Internet, sino todo lo contrario: la liberación sexual es una gran vía para que las mujeres encuentren su lugar en el mundo. Sin embargo, la cosa se pone un poco rara una vez que las mujeres se dan cuenta para qué ‘sirven’ en ese contexto: la objetivación.

Esta es la realidad oculta de la experiencia de las mujeres. Podemos fingir que estamos acostumbradas a los comentarios inapropiados, al sexismo casual, al sentimiento de inadecuación que controla nuestra narrativa de belleza.

Al fin y al cabo, nunca nos acostumbramos. Luchamos contra los estereotipos ancestrales, intentamos demostrar que somos tan dignas como los hombres que están por encima de nosotras.

Mientras tanto, nos preocupamos por nuestro aspecto. Nos preocupa si nuestra falda es lo suficientemente corta o larga, si fuimos demasiado controladoras en tal reunión, si somos dignas de respetabilidad después de salir por unos drinks.

Para quienes no caen bajo el espectro de los estereotipos de belleza, esto se vuelve aún más difícil. Alguien con sobrepeso o menor de edad será más vulnerable a la sexualidad fetichizada que controla nuestra narrativa.

Incluso esto puede causar celos, y por la peor razón. Pregúntale a cualquier mujer, estoy segura de que le dirá que un hombre parecía estar más interesado en los cuerpos de apariencia menor, la sumisión y la obediencia. Por alguna razón, el mundo ha decidido la sexualidad de las mujeres es mejor representada por los gustos pedófilos.

Sí, gustos pedófilos. Quizás se escuche controversial, pero es la verdad. Las mujeres de aspecto más inocente y virtuoso normalmente son el tipo preferido, mientras que envejecer es un pecado.

Demonizamos las estrías, la celulitis y el aumento de peso como si no fuera algo por lo que la mayoría de las mujeres pasan. Ponemos los pechos perfectos, la piel lisa y blanca perfecta como estándar de belleza, aunque las mujeres vienen en todas las formas, tamaños y colores.

La verdad es simple: los hombres no quieren mujeres, quieren niñas. Ni siquiera es del todo culpa de ellos, ya que las industrias promueven la idea de la belleza infantil como objetivo: piernas sin vello, piel suave y sedosa, cuerpos delgados, naturaleza sumisa, personalidades virginales.

Las niñas sólo son niñas durante unos años, y las mujeres durante el resto de su vida. Pasan sus años de niña tratando de descubrir quiénes son, y el resto de su vida tratando de volver a ser esa niña.

¿Por qué lo permitimos? Deberíamos cambiar las narrativas de belleza para que se ajusten a la realidad: que todos los cuerpos son perfectos, sin importar la talla, el color, la forma, las imperfecciones.

En un mundo en el que hay tanto que ver, sería una pena que nos viéramos enturbiados por unos cánones de belleza irreales e inalcanzables.

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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