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Cae bebé a pozo de ocho metros en Guanajuato; realizan complicadas labores de rescate

Un menor de casi dos años, quedó cubierto por escombros de los pies a la cintura, tras caer en un pozo seco de ocho metros de profundidad, en la comunidad Buenos Aires, ubicada en el municipio de Pénjamo, Guanuajuato.

Luego de poco más de 10 horas de labores de rescate, elementos del heróico cuerpo de bomberos, personal de Protección civil y médicos lograron sacar al menor con vida del pozo.

Alrededor de las 12:00 horas, llegaron elementos de rescate al poblado, ubicado en el kilómetro 65 de la carretera Pénjamo-La Piedad, con maquinaria pesada para realizar las maniobras correspondientes, luego de que el menor respondiera a los llamados que le hacían desde el exterior.

Mientras tanto, médicos y paramédicos del Sistema de Urgencias del Estado de Guanajuato (SUEG) estuvieron al pendiente del estado de salud del niño, incluso le proporcionaron electrolitos orales a través de una sonda adaptada al alcance del menor, identificado con el nombre de Abraham.

Debido a que la abertura del pozo era muy estrecha, operadores de la maquinaria pesada realizaron maniobras continuas para vigilar la salud de Abraham y establecer los mecanismos para sacarlo de la perforación.

Fue hasta las 22:12 horas cuando rescatistas lograron llegar hasta el menor y sacarlo del pozo. Lo hicieron a través de un túnel horizontal que conectaron con la perforación en la que se encontraba Abraham. El niño fue estabilizado dentro de una ambulancia y posteriormente lo trasladaron a una clínica particular para que recibiera la atención médica adecuada, de acuerdo con El Debate.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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