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Opinión

CAMPO PARADO POR VICTOR M.QUINTANA SILVEIRA

CAMPO PARADO

 

Por: Víctor M. Quintana S.

 

Cuatro de cada diez o mexicanos no tienen con qué comprar la comida que necesitan, según la OCDE. Sin embargo, el país, produce y tiene con qué producir suficientes alimentos básicos y de precio accesible para el pueblo. ¿Entonces que es lo que pasa?

 

Hay varias situaciones a considerar: Los productores de frijol del Zacatecas, Durango y Chihuahua no tienen más remedio que aceptar de los intermediarios que les paguen a seis pesos el kilo de su cosecha, pero la leguminosa en los supermercados no baja de doce pesos. En tierras chihuahuenses, donde se produce casi el 70 por ciento de la manzana del país, los productores están regalando su fruta; sin embargo, en las tiendas de autoservicio no se consigue debajo de 20 pesos el kilo. A los lecheros, las empresas procesadoras les pagan máximo a cinco pesos noventa centavos litro,  pero los consumidores lo compran, cuando muy barato a trece pesos. El chile seco que se pagaba a 36 pesos kilo al productor ahora se paga a sólo 22 pesos.

 

Así sucede con la mayoría de los productos agropecuarios básicos: hay suficiente producción para satisfacer las demandas de los consumidores nacionales, pero los intermediarios acaparan las ventas al mayoreo y medio mayoreo y establecen precios para tener un gran margen de ganancia. Resultado, pérdida para productores y para consumidores. Aquí el Estado falla cuando menos en tres sentidos: no interviene para regular el precio de los alimentos básicos al consumidor final; no constituye una reserva estratégica de alimentos para resistir la especulación y a través de sus organismos de crédito, como la Financiera Rural, da prioridad a intermediarios y coyotes para financiar

la compra de cosechas.

 

Otra situación la revela con claridad el caso del maíz. De acuerdo a la SAGARPA, durante los meses de enero y febrero, la importación de maíz amarillo se disparó 142 por ciento con respecto al mismo periodo del año pasado, cuando las importaciones del grano pasaron de 553 mil 970 toneladas (a un millón 344 mil. En tanto, las importaciones de maíz representaron, al primer bimestre del año, 151 mil 908 toneladas, contra 41 mil del año pasado, un aumento de 270 por ciento.

 

Diversas organizaciones y productores en lo individual denuncian que el alza

en las importaciones y baja en la producción nacional de la gramínea se debe,

fundamentalmente, a que se han ido descapitalizando pues el precio internacional del maíz se derrumbó de 4 mil 800 pesos la tonelada a sólo 2 mil 800 o 900 pesos. El gobierno federal poco o nada hizo para amortiguar tan drástica baja y por ello los productores se descapitalizan, producen menos y el país importa más y pierde su soberanía alimentaria. Lo peor es que los consumidores también lo sufren: un kilo de tortillas les cuesta lo que a los productores les pagan por cinco kilos de maíz.

 

El peor de los mundos, pues. Los consumidores encuentran la comida cada vez

más cara y los productores reciben menos por lo que producen y por lo tanto no

pueden producir más. Con razón el Banco de México acaba de señalar que persiste la desaceleración económica y que nos se observan repuntes ni en la inversión ni en el consumo…y menos con políticas como las que se están aplicando en agricultura y alimentación.

 

El dirigente de El Barzón de Chihuahua, Yako Rodríguez, expone la situación muy clara en el caso de los energéticos para el campo: el diesel va a superar la barrera de 13 pesos por litro este fin de semana; para comprar un litro de gasolina se requiere vender casi cinco kilos de maíz, cuando en 1985, los productores del noroeste de Chihuahua formaron el Movimiento Democrático Campesino exigiendo que un kilo de la gramínea valiera lo mismo que un litro de gasolina. En lo que se refiere a la energía eléctrica, la CFE continúa con su política de empresa privada y no de entidad impulsora del desarrollo y acaba de colocar 800 productores chihuahuenses en el buró de crédito.

 

Hablando de crédito, hace casi 20 años que la mayoría de los productores de riego, el 95 por ciento, y el total de los temporaleros se financian con sus propios medios; mientras la banca “de desarrollo” y la privada orientan sus préstamos a intermediarios y grandes productores.

 

Esto lo puso muy claro El Barzón la semana pasada: el gobierno federal sigue dejando la agricultura y la alimentación a merced del mercado. Y no es cierto que el mercado acomoda a cada quien en su lugar…en este mundo globalizado, funciona siempre a favor de oligopolios y acaparadores, excluye, empobrece, priva de soberanía.

 

Hartos de tanta pasividad del gobierno ante los problemas de los agricultores y de tanto apoyo a los grandes capitales, los agricultores chihuahuenses comienzan el lunes próximo una nueva fase de sus luchas. Van a participar maiceros, frijoleros, nogaleros, manzaneros, chileros, algodoneros, lecheros; de muy diversas organizaciones campesinas y de productores. Será la primera jornada de un paro agrícola que luego se irá extendiendo. Sacarán su maquinaria a las carreteras y harán huelga de brazos caídos, de surcos vacíos, no para que “Comala se muera de hambre”, como diría Rulfo, sino para reclamar por enésima vez, el giro sustancial y urgente que requiere la política agropecuaria  y alimentaria en este país para hacer cumplir los derechos de los consumidores a alimentarse y de los agricultores a producir.

 

Los productores chihuahuenses harán paro de un día en sus actividades para gritarle a la Nación que son estos gobiernos neoliberales quienes están parando la economía de las familias y de las empresas.

 

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Opinión

El G20: ¿Progreso real o más promesas vacías? Por Sigrid Moctezuma

Hablar del G20 es hablar de una oportunidad única: una reunión que pone sobre la mesa problemas que afectan directamente nuestras vidas, como la pobreza y el cambio climático. Pero, ¿Estamos realmente avanzando o seguimos atrapados en las buenas intenciones?

En pleno 2024, más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2 dólares al día, y el cambio climático sigue empujando a millones al borde de la desesperación. Según la FAO, en 2023 hubo un aumento alarmante de 122 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria debido a conflictos y fenómenos climáticos extremos. Estas cifras no son abstractas; son vidas humanas, historias de lucha diaria que rara vez llegan a los titulares.

Erradicar la pobreza no es simplemente “dar más dinero”. Se trata de atacar la raíz del problema: desigualdades históricas y estructuras económicas que privilegian a unos pocos. Por ejemplo, los países del G20 representan el 85% del PIB mundial, pero también son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una contradicción enorme: quienes tienen más recursos para ayudar son también quienes más contribuyen al problema.

También es fácil hablar de «transición energética» y «economía verde», pero ¿Qué significa esto para alguien que perdió su casa por un huracán? En México, por ejemplo, los desastres naturales generaron pérdidas económicas por más de 45 mil millones de pesos en 2023. Y mientras tanto, los países más contaminantes siguen retrasando acciones contundentes, como reducir su dependencia de los combustibles fósiles. ¿Por qué? Porque aún les resulta más barato contaminar que invertir en soluciones sostenibles?.

¿Qué se debería hacer?

Las soluciones están claras, pero falta voluntad política. El G20 propone algunas ideas interesantes: redistribuir recursos, apoyar economías locales y fomentar la innovación tecnológica para reducir desigualdades. Pero todo esto suena a más promesas, a menos que veamos medidas concretas. ¿Dónde están los fondos para las comunidades más vulnerables? ¿Por qué no se prioriza la educación y la formación laboral en zonas desfavorecidas?

Como sociedad, necesitamos exigir que las grandes cumbres dejen de ser solo escenarios de fotos grupales. Los líderes globales deben recordar que detrás de cada estadística hay una persona que sufre, pero también que sueña con un futuro mejor. Si no empezamos a construir ese futuro ahora, ¿cuándo lo haremos?

El G20 no es la solución mágica, pero puede ser un catalizador. Si los compromisos se traducen en acciones reales, estaremos un paso más cerca de un mundo más justo. Si no, solo estaremos alimentando un ciclo de discursos vacíos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la gente.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que estas cumbres realmente cambian algo o son puro espectáculo?

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