La audiencia vuelve a ser soberana. Después de anunciar un “capítulo nuevo” y rendir cuentas ante su equipo, su productora (WarnerMedia), los medios de comunicación y sus millones de seguidores en las redes sociales, ahora son los espectadores de su espacio los que no parecen comprar la redención de Ellen DeGeneres.
La popular presentadora y humorista, icono de la comunidad LGTB por su simbólica salida del armario en 1997 y tótem de la comunicación, se enfrenta ahora al castigo de su público más fiel después de haber sido acusada de tolerar una cultura laboral tóxica en su programa matutino. Medios como Variety y Buzzfeed desvelaron el pasado julio acusaciones de empleados pasados y actuales contra varios de los responsables del formato sobre episodios de intimidación, acoso, racismo o conducta sexual inapropiada. Unos alegatos que parecen haber acabado también con la confianza de una audiencia que solía tener más de fanaticada incondicional que de televidentes casuales. ¿Se ha cobrado la cultura de la cancelación una nueva víctima?
El show de Ellen, el magazine rey de las mañanas de la televisión estadounidense, ha vivido en la semana del estreno de su decimoctava temporada una caída inusitada de la audiencia. Hasta el 38% de los espectadores que acompañaron a Ellen hace un año han decidido cambiar de programa o apagar la televisión en el regreso del mismo, quedándose con poco más de un millón y medio de fieles. Una desafección que también se traslada a Youtube, uno de los puntos fuertes del programa, que adolece hasta ahora de su capacidad clásica para viralizar cualquier segmento del show.
Uno de los vídeos más vistos hasta la fecha es el monólogo de siete minutos con el que la humorista inauguró la nueva temporada de su formato y en el que entonó el mea culpa por las acusaciones que se habían vertido contra ella y los responsables del programa. La investigación interna llevada a cabo por la productora WarnerMedia se saldó con el despido de los productores ejecutivos Ed Glavin, Kevin Leman y Jonathan Norman, a quienes se les atribuyeron el grueso de las faltas. “He aprendido que aquí ocurrieron cosas que nunca deberían haber ocurrido. Me lo tomo muy en serio y les pido perdón a todas las personas afectadas. Sé que tengo una posición de privilegio y poder y sé que eso conlleva una responsabilidad. Asumo la responsabilidad de lo que ocurra en mi programa”, declaró DeGeneres, asegurando que hoy empezaba un “capítulo nuevo” en el plató. Quizá producto del morbo, lo cierto es que la premiere de El show de Ellen fue la más seguida del formato desde 2016. A tenor del declive posterior da la impresión de que no consiguió persuadir del todo a sus seguidores, que cuentan este año con una nueva atracción hollywoodiense en sus televisiones: Drew Barrymore.
La caída en desgracia de la presentadora no se ha notado solo en su magazine diario. El estreno de la cuarta temporada del formato Game of games (Juego de juegos), concurso que adaptó Antena 3 con Silvia Abril como anfitriona, ha corrido una suerte similar al dejarse por el camino el 30% de los espectadores que siguieron el estreno de la temporada anterior. DeGeneres, que convirtió el lema ‘Sé amable’ en su leitmotiv mediático e incluso comercial, ve ahora cómo su imagen de mejor amiga de América ha sufrido un golpe –¿irrecuperable?– en los últimos meses.
Consciente de la relevancia que tiene en su caso seguir representando el epítome de la empatía para todos los públicos, trató de convencer a los espectadores de su show que no estaban equivocados con ella. “Soy la persona que ves en televisión, pero también soy muchas otras cosas. A veces estoy triste, estoy enfadada, estoy nerviosa, estoy frustrada, estoy impaciente y estoy trabajando en todo ello. Soy un trabajo en proceso”. A pesar de que en 2019 sus ganancias superaron los 75 millones de euros, una de las obsesiones habituales de Ellen es la de aparecer en la pantalla como una figura de eterna sonrisa y alérgica a cualquier polémica. “Todos somos iguales y todos somos cercanos”, aseguraba en su monólogo Relatable (Cercana) que grabó para Netflix.
Las denuncias sobre el ambiente abusivo en el plató fueron solo las gotas que colmaron el vaso. El inmaculado prestigio de la presentadora ha sufrido en los últimos meses varios reveses severos. Desde su aparición en un partido de fútbol americano acompañada del expresidente George W. Bush y su negativa a criticar al gobierno de Trump en su espacio, hasta su defensa del actor Kevin Hart por una serie de antiguos tuits homófobos o su analogía entre el encarcelamiento y las semanas de confinamiento en su mansión de Los Ángeles. En marzo, el humorista Kevin T. Porter pidió a sus seguidores de Twitter que compartieran “las historias más locas que hayan escuchado sobre Ellen siendo mala” y respondieron miles de personas. El escándalo mediático originado tras las acusaciones fue de tal magnitud que incluso se llegó a publicar el nombre de James Corden como posible sustituto en el espacio de una de las presentadoras más famosas de América y que desmintió de forma taxativa el propio aludido.
Fuente: SModa