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CHARROS, MARIACHIS Y VIVALES POR LUIS OCHOA MINJARES

CHARROS, MARIACHIS Y VIVALES

 

Luis Ochoa Minjares

 

   La cancelación del comodato del Lienzo Charro “Adolfo López Mateos” y su adjudicación al municipio de Juárez a través de la Secretaría del Deporte, constituye un acto de gobierno histórico que dará la pauta para el futuro y que plantea la pregunta obligada: ¿renacerá la charrería en la frontera norte?

 

   El arte e la charrería y la figura del charro mexicano, la belleza de sus mujeres ataviadas con los vistosos trajes de chinas poblanas, recorrían el mundo entero y llenaban los lienzos charros de miles y miles de fanáticos admiradores.

 

   Chihuahua y Ciudad Juárez contribuyeron de manera destacada a mantener la tradición de la charrería en México, así como la expresión cultural de sus artesanías y expresiones del folclor nacional y, por supuesto, la industria del licor nacional, el tequila de calidad y excelente sabor.

 

   Tequila, charros y canciones enmarcaban la belleza y la gallardía del mexicanísimo arte de la charrería y México era, y esperamos que vuelva a ser, como dice la vieja canción, “un jinete que arriesga la vida en un lienzo de fiesta y color”. Es de esperarse que la charrería deje de ser motivo de pugnas y disputas por intereses menores y se olviden los propósitos superiores.

 

   Desgraciadamente el panorama actual de la charrería en la frontera norte del país no es nada halagador porque siendo un deporte mantenido a durante varias generaciones, en la actualidad los hijos nietos y bisnietos de los fundadores no lo practican con la misma emoción que en otros tiempos.

 

EL LEGADO DE

LOPEZ MATEOS

 

   Si como se dice, la charrería es un deporte nacional, debiera recibir el estímulo y el apoyo necesario del sector público en todos sus niveles para que algún día decir charro equivalga a decir México.

 

   Pero no solamente la falta de apoyo oficial ha llevado al colapso el arte de la charrería. También han influido de manera decisiva las discrepancias, desuniones y pleitos por intereses económicos.

 

   Recuérdese la forma poco edificante en que terminó aquel lienzo que llevó el nombre de “Baca Gallardo”. La ambición por el valioso terreno cuyo fin nunca se supo, desdibujó o mejor dicho, desprestigió a la charrería fronteriza.

 

   Lamentablemente la historia se repite. El actual Lienzo Charro que entregó a los fronterizos el presidente Adolfo López Mateos en 1964 para que sirviera de instrumento para fomentar el sentido de pertenencia de los mexicanos y de escaparate para fortalecer nuestras tradiciones, se le dio un mal uso durante largos años.

 

CHARROS Y

MARIACHIS

 

   En alguna ocasión le preguntamos a don Ismael Sosa, auténtico charro fundador del primer lienzo juarense que cuál era el futuro de la charrería como expresión de nuestra identidad nacional y, palabras más o palabras menos, nos vaticinó:

 

   “Como deporte promisor se requiere que llegue tan lejos como debe ser un instrumento de identidad nacional, educando a la gente para que sepa distinguir entre un traje de charro y un traje de la muy noble y distinguida profesión de mariachi.

 

   Que nuestros cantantes que se dicen charros, con sus honrosas excepciones, distingan lo que es vestirse de charro y vestirse de árbol de navidad. Hoy todo el que puede comprar un traje de charro no puede decir sin sonrojarse que es un charro.

 

   Aunque hay muchos que son charros aún cuando no puedan usar tan hermosa y mexicanísma prenda de vestir. Por fortuna en Ciudad Juárez hay muchas familias que pueden decirse charros de abolengo”.

 

  

DUARTE Y SERRANO

SABRÁN QUE HACER

 

   Arte o deporte la charrería nacional debe reverdecer sus laureles en la frontera norte. Se percibe a leguas la esperanza de que el gobernador del Estado y el presidente municipal de Juárez sabrán desenredar la madeja que la avaricia y la codicia han enredado en torno al Lienzo Charro “Adolfo López Mateos”.

 

   Este bello inmueble deportivo, como los otros destinados a los diversos  deportes, no podía seguir en manos de quienes no aman de corazón la charrería, ni utilizarse para otras actividades especulativas y fomentadoras de vicios perniciosos, sino para alcanzar los altos fines para los cuales fue concebido, construido y puesto a disposición de los mexicanos fronterizos.

 

   Para ello, nuestros mandatarios municipales, estatales y nacionales requieren de la comprensión y el apoyo de todos y cada uno de nosotros los ciudadanos y ciudadanas que tenemos conciencia del significado y la responsabilidad de fortalecer el sentido de pertenencia, tonificar la mexicanidad y, sobre todo, combatir la desnacionalización.

 

LLEGO EL TURNO

DE SAMALAYUCA

 

   El domingo pasado el presidente municipal de Juárez y su equipo de trabajo realizaron una visita a Samalayuca la “reina de los médanos”. Tuvo singular significado porque es la primera vez que un alcalde del municipio, no solamente “presidente municipal de Cd. Juárez”, visita Samalayuca, y esperamos que la siga visitando, así como Zaragoza, Jerónimo y demás conglomerados integrantes del gran municipio.

 

   ¿Qué impide a los ejidatarios y hombres de empresa del ramo turístico hacer del desierto de Samalayuca una gran ciudad de casinos, hoteles, restaurantes y centros de diversión a la última moda, donde se concentre la flor y nata de los turistas de todas partes del mundo?

 

   Es tiempo de que el sector público, centralizado en el Distrito Federal, se ocupe de nuestra extensa franja fronteriza y nos compense por los largos lustros de indiferencia y olvido. El municipio de Juárez y su cabecera municipal continúan en el más franciscano de los abandonos por el gobierno federal y por los organismos y la burocracia que se justifican con una maltrecha oficinita o delegación de turismo federal que nada o muy poco hace

 

   La deuda que en materia turística tiene el gobierno federal con Juárez y la franja fronteriza, bien podría saldarla con un gran desarrollo para aprovechar los extensos y atractivos arenales de Samalayuca y Ejidos aledaños. Todo es cuestión de promover a las grandes corporaciones inversionistas en la industria del turismo y sus atractivos.

 

   La idea de convertir a Samalayuca en una ciudad de atractivo turístico, es esencialmente un proyecto generador de riqueza y, sobre todo, de fuentes de trabajo  para miles de jefes de familia. Samalayuca pues, podría convertirse en un rico filón turístico.

 

  

AÑORANZAS DE

SEMANA SANTA

 

   Antaño, los días cuaresmales de la Semana Mayor eran propios para el recogimiento espiritual y la reflexión, y en algunos casos,  ocasión para visitar el terruño, el pueblo o el rancho donde el olor a pan, la nostalgia, el afecto familiar y la sonrisa de los coterráneos nos recordaban los bellos tiempos de la irrepetible y lejana juventud. Hoy, la delincuencia desenfrenada y la impunidad nos cambiaron las cosas y alteraron las costumbres. 

 

   Recorrer la Ciudad aprovechando la quietud de estos días de guardar, era en alguna forma vivirla y disfrutarla. Advertir de su inusitado crecimiento, de sus calles tranquilas y seguras, sus barrios y sus colonias, no obstante sus carencias y sus añejos y múltiples rezagos urbanísticos. Hoy, además de todas esas dificultades, se agrega el cáncer social de la delincuencia, por fortuna en retirada.

 

   Pero ante el riesgo de ser considerados como herejes al ocuparnos de problemas mundanos en tiempos cuaresmales, lo conveniente pues, será conducirnos con la beatitud propia de estos “días de guardar” y acudir a confesar nuestros múltiples e imperdonables pecados y a recibir la comunión, como lo hacíamos antaño, en la Iglesia del inolvidable y risueño  San Pablo Meoqui.

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Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

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