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CIEN MIL AFANES por FRANCISC RODRIGUEZ PÉREZ

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Cien mil afanes…Francisco Rodríguez Pérez

Hoy quiero reflexionar acerca de los afanes de la vida. Es la esencia de la filosofía, al menos desde los puntos de vista de la sabiduría griega, de Sócrates. La filosofía de uno mismo, de la vida misma, para conocernos y reconocernos en ella.
Es una enseñanza sencilla, pero profunda. Entendible para el creyente cuando el autor es Jesús, el Maestro, el Hijo de Dios, sabiduría y autoridad; y también lo es para el “dudante”, para quien la filosofía de la vida diaria es también inevitable, ineludible, imprescindible…
De eso que trata la vida, sobresalen los afanes, las preocupaciones u ocupaciones. Tan simple, que es algo que quizá no lo podemos entender, pero experimentamos a diario.
¿Quién puede decir que no tiene problemas… económicos, familiares, emocionales o de cualquier otro tipo? Es allí, donde puede marcarse la diferencia con el mundo…
Nuestra sociedad vive las consecuencias del afán, eso que se conoce como estrés. Ese problema, causado por las tensiones del “día a día”, tiene mucha fuerza. En ese trajinar de la existencia, muchas veces descuidamos los aspectos espirituales de nuestra vida.
Y nos arrastra la inercia, nos envuelven las exigencias masivas; esto desencadena en la pérdida del gozo, la paz y la tranquilidad; en la pérdida del disfrute de las bendiciones que son, por citar ejemplos, la familia, la pareja, los hijos, los nietos, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo…
Uno puede proceder, como lo hace Nicolás Dulor, en estos años, en una brillante reflexión, cuando cita y desmenuza el Evangelio de San Mateo 6:25-34, del que destaca: “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”
También podemos entender la situación desde una visión más terrenal, menos mística y religiosa, incluso más científica, humanista y voluntariosa, pero, sin duda, la expresión religiosa guarda un énfasis especial: Tras el Sermón de la Montaña, Jesús recomienda “No os afanéis”.
En el original uso del término, cuando se habla de “afán”, éste significa preocuparse ansiosamente; el término denota ansiedad, temor ansioso, preocupación, etc. Afanarse es lo mismo acosar, pelear, cansar, sudar , bregar, trabajar, forcejear, despachar, que pena, pesadez, ingratitud, diligencia, esfuerzo, ansia, deseo, agilidad o voluntad…
Lo que se condena, en todo caso, es ese afán como preocupación que parece nacer de la incredulidad y la desconfianza. Entre los judíos, los grandes rabinos aconsejaban y aconsejan que “la actitud de todo creyente hacia la vida, está constituida principalmente por una combinación de prudencia y serenidad… El que tiene pan en su canasta y dice: ¿Qué comeré mañana? Es un hombre de poca fe”.
Desde su explicación, Dulor identifica “siete argumentos en contra de la ansiedad”. Veamos algunos extractos:
1. Dios nos ha dado la vida y un complejo cuerpo cuya perfección, no deja de asombrar a los científicos de hoy. Entonces ¿Cómo no nos dará aquellas cosas más pequeñas que son necesarias para el cuidado de la vida?
Si alguien nos da un don que no tiene precio, podemos confiar que su generosidad será siempre magnífica, que no será sordo ni mezquino a nuestra necesidad.
2. “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”
En el Evangelio según San Mateo, Jesús prosigue hablando de las aves; su vida está desprovista de preocupación, Nunca almacenan lo que pueden llegar a necesitar en un futuro imprevisible; y sin embargo siguen viviendo. Se usan sencillos ejemplos para enseñarnos.
3. “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?”
Así intenta demostrarse lo inútil que resulta la preocupación o ansiedad.
La expresión puede interpretarse de dos maneras distintas. Puede significar que nadie, por más que se afane, puede aumentar de estatura.
Otro posible significado es: “Nadie soñaría con añadir un codo, como 40 centímetros, a su estatura… pero si tomamos la palabra en un sentido primario de ‘edad’ (porque ‘estatura’ es sólo un sentido secundario), la idea será ésta: ¿Cuál de vosotros, aunque ansiosamente os congojéis por ello, podrá agregar tanto como un paso a lo largo del camino de la vida?”.
Como sea, el afán es tan inútil como pretender aumentar de estatura o días de vida, indica la reflexión.
4. “Y por el vestido. ¿Por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?”
Los lirios del campo son probablemente las amapolas y anémonas. Se dice que su belleza sobrepasa la de los mantos reales. Esas flores vivían un solo día, y después sólo servían para ser quemadas y ayudaban a las mujeres que querían hornear.
Esas flores son vestidas de una belleza que el hombre, en sus mejores intentos ni siquiera puede imitar. Si se otorga tanta belleza a una flor, que solamente vivirá unas pocas horas ¿cuánto más se hará a favor del hombre?
5. “Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.”
Cuando dominaba el imperio romano, llevaba consigo la cultura griega y por ende su mitología, en la que había dioses egoístas, caprichosos e impredecibles…
La gente de entonces, como la de hoy, vivía atemorizada, preocupada, por si esos, sus dioses, se enojaban. No podían concebir otra posibilidad que no sea lo terrenal.
Los cristianos evocaron al “Padre Nuestro”, Padre celestial que siempre les daría las cosas que le pidieran.
6. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
La demanda es un gran deber, el cual es suma y compendio de todos los deberes de los creyentes: La aceptación de la voluntad divina, y el propósito de ponerla por obra en sus vidas, es la primera manera de derrotar la preocupación. Un gran amor elimina cualquier otro interés y preocupación; con ello desaparece toda ansiedad.
7. “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”.
La preocupación, entonces, puede derrotarse aprendiendo el arte de vivir un día a la vez. La recomendación es enfrentar cada día según sus propias exigencias, sin preocuparse por un futuro imprevisible y por cosas que probablemente ni siquiera sucedan. La mayoría de los problemas que deben enfrentarse son los que jamás se presentan.
Dulor concluye que lo que realmente se prohíbe no es la prudencia que prevé el futuro a fin de tomar las medidas necesarias para responder, oportunamente, a sus demandas.
Lo malo es el afán, angustiarse por el mañana; temor ansioso, enfermizo que es capaz de eliminar toda posibilidad de gozo en la vida del creyente.
Entonces, la ansiedad es peor que inútil, es, incluso, directamente dañina para la salud. Dos enfermedades típicas de la vida moderna, la úlcera en el estómago y la trombosis coronaria, en muchos casos resultan de la excesiva preocupación.
Por el contrario, es un hecho médicamente comprobado que quienes más ríen, más viven. La ansiedad desgasta la mente y el cuerpo; afecta la capacidad de juicio; disminuye el poder de decisión y lo hace progresivamente; con ella, la persona es incapaz de enfrentarse a la vida.
Ante esa realidad, que nos atrapa y nos subyuga, hasta aprisionarnos, a veces, en las preocupaciones y las angustias, podemos recordar el “cheque por cien mil afanes” de Rudyard Kipling:
Si quieres amarme, bien puedes hacerlo / Tu cariño es oro, que nunca desdeño. Más quiero comprendas que nada me debes / Soy ahora el padre y tengo los deberes. Nunca en las angustias por verte contento / He trazado signos de tanto por ciento. Ahora pequeño quiero orientarte / Mi agente viajero llegará a cobrarte. Será un hijo tuyo gota de tu sangre / Presentará un cheque por cien mil afanes. Llegará a cobrarte y entonces mi niño /Como hombre honrado a tu propio hijo deberás pagarle.
Y adoptar la frase del gran poeta Salvador Díaz Mirón: “El ave canta, aunque la rama cruja: como que sabe lo que son sus alas”. ¡Hasta siempre!

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La corona que derribó al fiscal. Por Caleb Ordóñez T.

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Alejandro Gertz Manero no se fue por un solo escándalo. Su salida de la Fiscalía General es el cierre natural —y casi inevitable— de una historia acumulada durante décadas: un expediente no judicial, sino político, construido a fuerza de polémicas, enojos y decisiones que siempre parecían estar un milímetro antes (o después) del momento correcto. Una vida pública larga, tensa y llena de episodios que México nunca logró procesar del todo y que terminaron de golpe cuando la luz inesperada lo alumbró demasiado.

Para entender su renuncia, hay que regresar al principio. A 2001. A Puente Grande. A Joaquín “El Chapo” Guzmán desapareciendo como si el penal fuera un teatro mal montado. A un gabinete recién estrenado y a un secretario de Seguridad Pública —Gertz— que quedó tocado desde ese instante, aun cuando defendió hasta el cansancio que los penales no estaban bajo su control directo. Tenía razón en la letra, pero la política no se escribe con artículos constitucionales; se escribe con percepciones. Y la percepción quedó marcada: primera fuga, primer señalamiento.

Luego vendría “el caso familiar”, quizá el capítulo más corrosivo de su trayectoria. La denuncia por homicidio en contra de su excuñada Laura Morán y de su sobrina política, Alejandra Cuevas, terminó por convertirse en un espejo que devolvía una imagen poco favorecedora del fiscal. La figura jurídica de “garante accesoria”, que nadie encontraba en ningún código, la prisión de Cuevas, la reapertura del expediente cuando él ya era fiscal, y después los audios filtrados donde se quejaba del proyecto de sentencia de la Suprema Cort Ese episodio enterró la narrativa de imparcialidad y lo colocó en el centro del debate sobre el uso personal de la justicia. No su mejor capítulo.

Y sin embargo, tampoco ahí cayó.

Su paso por la FGR tuvo escenas memorables —algunas para bien, otras para museo del absurdo. Anunció con firmeza una cruzada contra la impunidad heredada: Odebrecht, Estafa Maestra, Pemex, la élite política del sexenio pasado. Era un fiscal que llegaba con autoridad intelectual: décadas de docencia, formación sólida en derecho penal, experiencia en seguridad y una convicción genuina de que el Ministerio Público tenía que recuperar su dignidad institucional. Ese punto —el positivo— hay que concedérselo: Gertz siempre habló de la Fiscalía como una institución que debía fortalecerse y, al menos en discurso, entendía la necesidad de autonomía y rigor técnico.

Pero entre lo que se quiere y lo que se logra suele haber un océano.

El caso Lozoya terminó convertido en una tragicomedia: el testigo estrella que prometía derribar a medio gabinete peñista terminó fotografiado en un restaurante, con un guion de colaboración que se desmoronó y un expediente repleto de promesas incumplidas. El famoso cheque de 2,000 millones de pesos, presentado en Palacio Nacional como “reparación del daño”, resultó más simbólico que real. Y mientras tanto, Rosario Robles vivió en prisión preventiva prolongada, exhibiendo el rostro más duro de la Fiscalía, mientras Lozoya parecía disfrutarse el fuero moral de la cooperación.

Su sello más polémico fue la justicia diferenciada. La exoneración exprés del general Salvador Cienfuegos tensó la relación con Estados Unidos; el intento de procesar a 31 científicos del Conacyt por delincuencia organizada levantó incluso carcajadas en los tribunales; los expedientes contra gobernadores y candidatos en temporada electoral alimentaron la narrativa de que la FGR olía más a estrategia que a proceso penal.

Y después llegó la guerra interna. El pleito con Julio Scherer, la batalla por el control de ciertos expedientes, las acusaciones cruzadas de extorsiones, venganzas y “operaciones sucias” mostraron una Fiscalía atrapada en el mismo laberinto político que juró superar.

Con todo, había una cualidad que incluso sus críticos reconocen: Gertz era persistente. Y conocía el aparato penal como pocos. Tenía método, obsesión por el detalle y una idea fija de orden institucional. No siempre funcionó, no siempre fue justa ni eficiente, pero era innegable que se trataba de un hombre que llevaba décadas pensando —de verdad pensando— en el sistema penal mexicano.

¿Entonces por qué renunció?

Porque la política no solo se derrumba por grandes actos de corrupción o colapsos institucionales. A veces cae por la presión inesperada del lugar menos imaginado. En este caso, una corona.

Todo estalló cuando México celebraba con júbilo el triunfo de Fátima Bosch como Miss Universo. Una mexicana ganando el certamen después de tantos años era un regalo para la narrativa nacional: orgullo, identidad, representación, el país hablando de algo luminoso por primera vez en semanas. Pero justo ahí, en plena celebración, comenzaron a circular los expedientes —sellados y empolvados en la FGR— relacionados con Raúl Rocha, presidente de la franquicia Miss Universo y vinculado en investigaciones mediáticas con presuntos contratos irregulares con Pemex.

La pregunta no era si existía una investigación. La pregunta era: ¿por qué se filtró justo ahora?

La respuesta implícita fue unánime: porque la FGR había perdido control interno. Porque intereses cruzados querían lastimar a la 4T. Porque la filtración no solo embarraba a un empresario, sino también a Bosch, la nueva joya mediática del país. Porque el triunfo, tan necesario en una nación saturada de malas noticias, se convirtió en combustible político en cuestión de horas. Porque México estaba celebrando una coronación, y alguien sacó un expediente que olía a guerra interna.

Eso, en Palacio Nacional, fue dinamita.

No se podía permitir que una victoria global, limpia y emocional, se convirtiera en pleito burocrático. Mucho menos cuando la Presidencia buscaba proyectar una nueva etapa institucional y evitar conflictos con la industria cultural y de entretenimiento que ya estaba devolviendo atención internacional al país. Gertz había sobrevivido a todo: a expedientes fallidos, a presiones, a audios filtrados, a críticas internacionales. Pero tocar un símbolo recién coronado fue otra cosa. Transformó un problema jurídico en un problema político. Y en México, los problemas políticos se resuelven de una sola forma: pidiendo renuncias.

El 27 de noviembre de 2025, presentó la suya.

Salió con un extraño nombramiento diplomático y un comunicado sin dramatismos, pero cargado de silencios. Fue la despedida de un fiscal que quiso ser reformador, que terminó siendo símbolo de poder concentrado y que cayó no por un caso penal, sino por una coronación que puso demasiados reflectores sobre sus polémicas.

Y así, la corona de Fátima Bosch terminó abollando algo más que el ego de los críticos: terminó abollando, también, el trono del fiscal más poderoso del México reciente.

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