Si un Tyrannosaurus rex buscaba algo que llevarse a la boca, nada habría sido tan apetitoso como el «pollo del infierno».
Así describe Matt Lamanna al Anzu wyliei, la especie de dinosaurio que él y sus compañeros paleontólogos presentaron el miércoles.
Sin embargo, hay otras formas de describirlo. «Demonio emplumado» también funciona, por eso se eligió como nombre Anzu -que proviene de la mitología sumeria. O se podría describir, como Lamanna dijo a CNN, como un cruce de más de 270 kilos entre un avestruz y un velociraptor. Y «se parece muchísimo» al pavo de 1,8 metros de altura al que un niño se refirió en la película «Parque Jurásico», solo que su aspecto es mucho más extraño y temible.
«Podrías pensar que ésta era un ave de apariencia muy extraña», dijo Lamanna. «Pero de hecho, éste era un dinosaurio semejante a un ave… con una cola muy larga con huesos, manos muy grandes y garras realmente afiladas».
Lamanna, del Museo Carnegie de Historia Natural en Pittsburgh, expuso el hallazgo en detalle, junto a otros científicos de la Universidad de Utah y el Instituto Smithsonian, en la revista científica PLOS One. El estudio surgió de tres excavaciones que datan del período Cretáceo y de una formación rocosa conocida como Hell Creek (Arrollo del infierno) en Dakota del Norte y del Sur.
En cuanto al «pollo del infierno», dejando a un lado el apodo, lo que hace que el Anzu wylie sea particularmente llamativo para los paleontólogos es que es la especie más grande del género oviraptor (ladrones de huevos) que se ha encontrado en Norteamérica, dijo Emma Schachner, una bióloga evolutiva de la Universidad de Utah.
También es «el primer esqueleto completo en su mayoría que creo alguien haya encontrado de estas criaturas», dijo.
El predecesor de Lamanna en Carnegie, Hans Dieter Sues, quien ahora trabaja en el Instituto Smithsonian, había obtenido dos fósiles que fueron excavados a finales de los noventa en Dakota del Sur por cazadores de fósiles comerciales. Lamanna dijo que él y Sues decidieron trabajar juntos para averiguar qué era lo que tenían.
Su gran avance se dio en una conferencia realizada en Canadá en 2005, donde quedó «muy claro» que en una presentación de Schachner y su colega Tyler Lyson estaban describiendo a la misma especie. En conjunto, armaron del 75 al 80% del esqueleto, un porcentaje muy alto en los círculos de la paleontología, según Lamanna.
En lugar de publicar sus hallazgos primero, los cuatro científicos se unieron y al hacer esto «aprendieron más… de lo que habrían aprendido por su cuenta», señaló Lamanna.
Lo que aprendieron fue que el Anzu wyliei, de 3,5 metros de largo y aproximadamente 3 metros de alto, tenía un pico parecido a un ave y aparentemente tenía plumas también, con una gran cresta sobre su cráneo y una cola más corta que la de un T-rex. Se alimentaba de plantas, animales pequeños y quizá huevos.
Una réplica de su esqueleto se exhibe en el museo Carnegie, en Pittsburgh. Se trata de un ambiente muy distinto frente a las condiciones frondosas, cálidas, húmedas, casi similares a un pantano, que disfrutó hace aproximadamente 66 millones de años en lo que ahora es una región muy diferente en Dakota del Norte y del Sur.
Con esto no queremos decir que su vida haya sido fácil. Schachner apuntó que un espécimen parecía tener una costilla rota, mientras que otro tenía una pata rota. Y esas heridas no son nada comparadas con los probables esfuerzos del Anzu wyliei por esquivar al llamado «rey de los dinosaurios».
«Probablemente pasó gran parte de su vida alerta por si aparecía un T-rex», señaló Lamanna.
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