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Civismo y prevención, principales avances tras el terremoto de 1985 en el DF

El golpe que representó ver derrumbarse decenas de edificios en el devastador terremoto de 1985, del que se cumplen 30 años el 19 de septiembre, dejó una honda huella en la Ciudad de México, que ha desarrollado una profunda cultura cívica y perfeccionado la normativa de construcción de edificios.

Tras la tragedia, que en cuestión de segundos arrebató la vida a más de 10.000 personas, según fuentes oficiales, y 45.000 de acuerdo con la Coordinadora Única de Damnificados, se creó en 1986 la oficina de Protección Civil, cuyo principal objetivo es salvaguardar la vida de las personas, sus bienes y su entorno.

En estos 30 años transcurridos desde el desastre, evolucionó la cultura ciudadana frente a los sismos gracias a este organismo, explicó a Efe el director de Protección Civil de la Ciudad de México, Fausto Lugo.

Por ejemplo, la atención ciudadana a la alerta sísmica que actualmente se dispara en la capital y en otras regiones del centro y del Pacífico mexicano, como Guerrero o Oaxaca, ante un sismo captado por cientos de receptores a lo largo de la costa que por sus características sea considerado peligroso.

“En el menor tiempo posible se estima la localización y magnitud del sismo con algoritmos automáticos. Estas determinaciones son las que van hacer que se emita o no la alerta temprana”, explicó a Efe el jefe del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Víctor Manuel Cruz.

Con esta señal la población de las ciudades potencialmente amenazadas puede tomar las medidas preventivas necesarias y amortiguar así las consecuencias.

En la capital del país, con sus casi nueve millones de habitantes (20 millones contando la zona metropolitana), la alarma concede 50 segundos decisivos, el tiempo justo para desalojar un edificio.

Hoy, esta alarma creada a principios de los noventa se emite solo por radio, pero a partir del 19 de septiembre, día en que se llevará a cabo un primer simulacro, se podrá escuchar a través de 8.200 altavoces instalados en postes de vigilancia de toda la ciudad.

El aprendizaje recibido por la ciudadanía en estos 30 años incluye llevar a cabo medidas previas, durante y después de un sismo.

Por ejemplo, Protección Civil insta a tener un plan familiar de seguridad, almacenar alimentos no perecederos y agua, y participar en simulacros, mientras que durante el temblor recomienda alejarse de ventanas, de edificios altos y postes y cerrar el suministro de gas y electricidad de los hogares, entre otras acciones.

Tras el suceso, hay que revisar las condiciones de la vivienda y mantenerse informado y estar atento a réplicas.

El severo movimiento telúrico del 85, de magnitud 8,1 en la escala de Richter, dejó un lacerante recuerdo en muchos de quienes lo vivieron y ahora las autoridades buscan incidir en los más jóvenes.

“Debemos trabajar con estos niños, adolescentes, menores a 30 años, justamente para dar cuenta y decir: ‘ya nos pasó una vez, es probable que vuelva a suceder y debemos estar preparados; es ahí donde trabaja Protección Civil”, agregó Lugo.

El terremoto también reveló la necesidad de que la capital dispusiera de una nueva reglamentación de construcción más estricta.

Llegó en 1986, un año después de la tragedia y diez años después del Reglamento de Construcciones para el Distrito Federal, que se quedó corto al no prever que un sismo tan intenso podía impactar a más de 300 kilómetros de donde se ubican las placas tectónicas, señaló a Efe el investigador emérito del Instituto de Ingeniería de la UNAM Roberto Meli.

Según Meli, muchas obras no seguían “estrictamente” la normativa, por lo que tras el incidente se endurecieron las Normas Técnicas Complementarias para Diseño por Sismo, que obligan a que cada edificio presente proyectos, planos, memorias de cálculo y sea avalado por un director de obras.

Tras una modernización del reglamento en 2004, para 2016 se prevé una modificación más severa porque se estima que en el futuro puede ocurrir “un sismo más intenso que el del 85, que se consideraba como el tope”, apuntó el ingeniero civil.

En 2014 se creó el Instituto para la Seguridad de las Construcciones en el Distrito Federal, que cuenta con personal especializado para revisar planos, documentos y detectar edificios deteriorados.

Esta institución prueba el espíritu vigente de la ciudad para impedir catástrofes como la de hace 30 años, aunque tiene todavía mucho camino por recorrer.

“Tienen un número de personas reducidas y no pueden cubrirlo todo”, opinó Meli, quien dijo que es imprescindible una vigilancia “eficaz” en la construcción y una actualización continúa de los ingenieros para evitar catástrofes.

El investigador alertó que hoy día todavía existen obras ilegales, aunque normalmente son casas pequeñas en suburbios alejados del centro de la ciudad, la zona más frágil de la urbe por su subsuelo lacustre.

El problema, en una ciudad de por sí inestable porque los españoles la construyeron sobre el lago Tenochtitlan, reside en pequeños cambios que los constructores efectúan en edificios para abaratar costes, aseveró.- (Por Martí Quintana)

 

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Georgina Ledezma vende pulseras hechas a mano. Alumna del CAM 7507

Alumna del CAM 7507 del grupo de proyectos productivos, Georgina Kanakoqui Ledezma de 18 años de edad, joven alegre, entusiasta y trabajadora, con grandes habilidades para estar en un ambiente de trabajo, solicita el apoyo de la comunidad en general para que adquieran pulseras elaboradas con sus propias manos.

 


Bajo la asesoría y acompañamiento de la maestra Gabriela Rivero, en cuyas clases se desarrollan habilidades laborales con la finalidad de auto emplearse y/o realizar prácticas en ambientes reales, fue donde se gestó este emprendedurismo por parte de Georgina en la que de realizarlas como pasatiempo surgió la idea de ponerlas a la venta para generar sus propios ingresos como incentivo además, para que ella se sienta autónoma y feliz ya que debido a su delicada situación de salud no puede ejercer dentro de una empresa.
Este caso de éxito en la elaboración y convencimiento de producir artículos para su venta forma parte de los objetivos de nivel de formación para la vida adulta del CAM 7507 donde las maestras Ivone Santiago y Lydia Stirk del grupo de prácticas Laborales dan seguimiento puntual a todo su estudiantado.
Las pulseras de la joven Kanakoqui Ledezma estarán en venta en el restaurante “MAYÓLICA” ubicado en Blvd. Antonio Ortiz Mena 2033 Colonia Campestre-Lomas con un costo de $30 pesos.

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