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Opinión

Claudia Sheinbaum: un camino abierto al 2024. Por Caleb Ordóñez T.

El periodista Caleb Ordoñez señala que la jefa de gobierno ha recuperado puntos de popularidad y este miércoles 8 de diciembre es muy importante para ella, quiere saber ¿con quiénes cuenta?, ¿qué grupos la arroparán?


Caleb Ordóñez T.

Caleb Ordóñez Talavera

Apenas sonríe enfrente de la gente que le aplaude y la aclama. Con un semblante mayormente serio y cauto, Claudia Sheinbaum Pardo representa para muchos, la “consentida” del presidente López Obrador para sucederlo.

Claudia viene de un trasfondo izquierdista que dictaron sus padres, don Carlos Sheinbaum Yoselevitz –fundador del PRD– y Annie Pardo Cemo, quienes participaron activamente como estudiantes en el movimiento de 1968.

Sheinbaum se siente contenta cuando el presidente la menciona, muy seguido, en sus discursos y ruedas de prensa. Cómo olvidar esa porra que le obsequiara desde el micrófono el tabasqueño: “¡No estás sola!”, repitió en tres ocasiones: “Es maltratada por unos grandulones abusivos, ventajosos, pero no está sola. Tiene el apoyo del presidente de la República”. Sentenciaba López Obrador, aquel remoto 11 de junio del 2019. En “ese entonces”, cuando la tormenta del COVID no la vislumbraba ningún mexicano.

La jefa de gobierno sabe que tiene una oportunidad inmejorable para posicionarse como la favorita del morador de Palacio Nacional, rumbo al, no muy lejano, 2024.

Y es notorio, su perfil es el que más embona al régimen que busca imponer la 4T. No solo mantiene el cariño del presidente y su esposa, Beatriz Gutiérrez, sino de una maquinaria sólida que ya la pasea por distintas partes de la República, mostrándola como la “candidata natural” de Morena, el partido que ella ayudó a fundar y construir.

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Opinión

La urna. Por Raúl Saucedo

Lo que se viene

La próxima semana, México se adentra en un territorio inexplorado en su historia democrática: la elección directa de jueces, magistrados y ministros. Un experimento audaz que, aunque revestido de buenas intenciones, plantea desafíos logísticos y políticos de magnitudes considerables. La promesa de un poder judicial más cercano al pueblo, más transparente y menos susceptible a las influencias partidistas, choca de frente con la complejidad inherente a un proceso electoral de esta naturaleza.

La idea de que los ciudadanos elijan a quienes impartirán justicia resuena con fuerza en un país donde la desconfianza hacia las instituciones es palpable. Sin embargo, transformar esa aspiración en realidad práctica exige superar obstáculos que van desde la logística hasta la información. ¿Cómo garantizar que millones de votantes conozcan a fondo los perfiles de los candidatos, sus trayectorias y sus posturas ante temas cruciales? La campaña electoral, con sus tiempos limitados y sus recursos restringidos, se antoja insuficiente para lograr una difusión efectiva.

La urna, ese símbolo de la democracia, se convierte ahora en el escenario de una decisión compleja. A diferencia de las elecciones para cargos ejecutivos o legislativos, donde las plataformas políticas y las promesas de campaña son más accesibles, la elección de jueces y magistrados demanda un conocimiento técnico y jurídico que escapa al ciudadano promedio.

¿Cómo evitar que la votación se convierta en un mero ejercicio de popularidad, donde los nombres más conocidos o los rostros más mediáticos se impongan sobre la idoneidad y la experiencia?

La logística electoral también representa un reto mayúsculo. La organización de una elección a nivel nacional, con miles de candidatos y millones de votantes, exige una coordinación impecable. ¿Cómo asegurar la transparencia y la equidad en un proceso donde la vigilancia y la fiscalización se multiplican exponencialmente? La sombra del fraude y la manipulación, siempre presente en los debates electorales, se cierne con mayor intensidad sobre una elección de esta naturaleza.

Más allá de los desafíos logísticos, la elección del poder judicial plantea interrogantes sobre su independencia y su imparcialidad. ¿Cómo evitar que los jueces y magistrados electos se conviertan en rehenes de los intereses políticos que los impulsaron? ¿Cómo garantizar que su lealtad se mantenga incólume ante las presiones y las demandas de los grupos de poder? La línea entre la legitimidad democrática y la politización de la justicia es delgada y peligrosa.

Este experimento democrático, sin duda, marcará un hito en la historia de México. Su éxito o fracaso dependerá de la capacidad de las instituciones y de la ciudadanía para superar los desafíos y aprovechar las oportunidades. La transparencia, la información y la participación serán los pilares de un proceso que, de salir bien, podría fortalecer la democracia y la justicia en el país.

Mientras tanto yo seguiré viendo en mis redes sociales las fotografías y entrevistas de lo que pareciera hace más de 15 años campañas técnicas universitarias y de lo que hoy de tanta cantaleta se convierte en realidad “El Futuro de México”

@RaulSaucedo

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rsaucedo@uach.mx

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