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Opinión

Cuando el poder no puede, quiere arrebatar.

Nunca se había visto tan impotente el PRI. Tan impotente su presidente estatal, como ahora que han interpuesto un recurso para anular las elecciones a gobernador –que perdieron estrepitosamente- porque sobraron 171 mil boletas de votación. Seguramente son las que ordinariamente cruzan los asalariados o adespensados del tricolor en todos los comicios, pero ahora no pudieron hacerlo porque las bases del PRI se desgajaron por miles.    
Por: Victor Quintana S.  

El poder del PRI y del gobernador ya no pudo ahora. Cuando César Duarte asumió la gubernatura de Chihuahua, en octubre de 2010 acuñó la frase: «El poder es para poder«. Aunque se refería a imponer el poder de Estado para acabar con la peor crisis de violencia vivida por Chihuahua desde tiempos de la Revolución, el dicho terminó por convertirse en la divisa de su gobierno.

Duarte tuvo el poder para someter a los poderes Legislativo y Judicial al Ejecutivo, mejor dicho, a su persona. Tuvo el poder para comprarse un banco, el Banco Progreso. Pudo gastarse un promedio de 900 millones de pesos anuales para cooptar a la mayoría de los medios de comunicación. El poder para apoyar como quiso la campaña de Peña Nieto a la presidencia. El poder para incrementar exponencialmente su poderío económico. Pudo también imponer su candidato a la gubernatura, dispersar a la oposición y colocar candidatos a modo en varios partidos. Pudo esquivar molestas rendiciones de cuentas y obligaciones de transparencia en su gestión. Ejerció el poder para someter a los organismos supuestamente autónomos como la Comisión Estatal de Derechos Humanos y el Instituto Chihuahuense de Transparencia y Acceso a la Información Pública.

Pero el domingo 5 de junio el poder ya no pudo. Duarte, Peña y  su partido, sufrieron la más estrepitosa derrota de muchos años. Perdieron la gubernatura a manos de Javier Corral, candidato del PAN y de la Alianza Ciudadana por Chihuahua. Fueron derrotados en los principales municipios y ciudades del estado: por los candidatos independientes a alcaldes en Juárez y en Parral: por candidatos blanquiazules en Delicias, Cuauhtémoc, Camargo, Nuevo Casas Grandes y otros 27municipios más, y en otros cuatro por el Movimiento Ciudadano, de tal suerte que ahora el más importante municipio controlado por los tricolores será el remoto y serrano Guadalupe y Calvo, en pleno Triángulo Dorado, en territorio chapo.

 No sólo eso, el PRI sólo alcanzará 5 de 22 diputaciones de mayoría y corre el riesgo de no alcanzar ninguna de representación proporcional merced a un ilegal convenio de transfusión de votos con sus tres partidos parásitos: Nueva Alianza, PVEM y PT. Convenio que ahora los propios priístas buscan impugnar.

Los resultados cuantitativos hacen más evidente la derrota duartista-priísta, en la medida en que ésta no se debe tanto a un espectacular ascenso del PAN, que sólo incrementó su votación en alrededor de 20% en seis años, sino y sobre todo al dramático derrumbe de 200 mil votos de la votación tricolor: ahora obtuvo, una tercera parte menos de sufragios que cuando Duarte llegó a la gubernatura.

Y no es que el sistema peñista-manlista-duartista no haya empleado su repertorio de refinadas y burdas mañas. Lo volvió a hacer: incluso acuarteló en Chihuahua durante varias semanas a ejércitos completos de funcionarios de los gobiernos mexiquense y nayarita para operar su triunfo. Contó con la complicidad de la mayoría de los medios de comunicación y de casi todas las casas encuestadoras que siempre pusieron arriba a su candidato Enrique Serrano.

Pero el 5 de junio el poder no pudo. Lo que pudo fue el hartazgo del pueblo chihuahuense. Lo que pudo fue el valor de dejarle de tener miedo al miedo y decidirse a votar. El poder de la participación ciudadana electoral, que avanzó casi ocho puntos, de 41 a 49% en estos seis años. La dignidad de un pueblo que dijo basta a que los pisotearan u día y otro también.

Además del hartazgo hubo otros factores que incidieron en el triunfo de la oposición al duartismo. La candidatura de Javier Corral, hombre comprometido con Chihuahua como legislador. El que un nutrido grupo de activistas sociales de Ciudad Juárez, de la capital, de la zona rural, de las comunidades indígenas, de la academia, se hayan aglutinado en la Alianza Ciudadana por Chihuahua, coalición social que animó a mucha gente no simpatizante del blanquiazul a votar. La valiente e impecable labor informativa y crítica del Canal 28 de televisión, una emisora comunitaria  que se ha convertido en toda una autoridad mora en buena parte de la entidad. El hábil y creativo manejo de las redes sociales que pudo contrarrestar y derrotar a los paquidérmicos medios de comunicación tradicionales y al soso manejo priísta de las redes.

Gracias a todo esto se derrotó no sólo al PRI y a los partidos zombies sino también a la candidatura independiente de José Luis Barraza, quien terminó restándole más votos al tricolor. Los demás candidatos a gobernador ni siquiera llegaron al 3%, Sin embargo, Morena  sorprendió con más de un 7% de la votación en las elecciones locales, colocándose como la tercera fuerza política del estado. Hay que anotar también que de las 33 curules del Congreso del Estado, 19 serán ocupadas por mujeres, gracias al recurso interpuesto y ganado en el TEPJF por mujeres chihuahuenses en 2013, que obliga a la paridad total de género en las candidaturas.

No será nada fácil la tarea del gobierno encabezado por Javier Corral. Además del gran peso de las expectativas depositadas en él y de las promesas de llevar a Duarte ante la justicia y gobernar con honestidad, democracia y transparencia, recibe un estado en ruinas y una administración que desde ahora está saboteando la entrega -recepción destruyendo u ocultando información  y documentos. La Secretaría de Hacienda duartista chantajea diciendo que, de no autorizarse más endeudamientos, en las próximas semanas no habrá ni con qué pagar la nómina y las arcas estarán vacías a la llegada de Corral. La catástrofe del tricolor hace que el gobierno saliente deje de atender los más graves problemas que aquejan al estado esperando se pudran o exploten de aquí al 4 de octubre.

Porque, además de los intentos de saboteo al gobierno entrante, está la presencia del crimen organizado en el occidente del estado. Los candidatos de los cárteles, el PRImen organizado habían perdido las elecciones en Bachíniva, Namiquipa e Ignacio Zaragoza pero maniobraron para “ganarlas” e imponer sus candidatos y así resguardar el corredor de la droga que viene desde Guadalupe y Calvo y los confines con Sinaloa y se va, paralelo a la sierra, por los llanos del Noroeste hasta llegar a las brechas fronterizas clandestinas.

Si el PRImen organizado les enseñó que, pese a perder varios municipios en la votación, los ganan manejando urnas y paquetes, ¿por qué no intentar hacerlo a nivel estatal?

A este PRI, aun a contrapelo de los muchos priístas honestos, no le importa la democracia, no le importa la paz. Está dispuesto a encender en llamas a Chihuahua con tal de mantener su corrupción, su privilegio, sus negocios criminales. Esto de lo que está detrás de la impugnación de Dowell.

Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

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