Mirando al mapa del mundo, en general, los países de climas fríos no tienen una gran tradición de usar guindillas en su comida. Aunque México tiene una fama bien merecida, la palma se la llevan los platos de Asia y África.
La mayor parte de la comida picante en el mundo se consigue con variedades del pimiento picante, chile o guindilla, todos primos pertenecientes al género Capsicum. El ingrediente activo que hace que piquen es la capsaicina, una sustancia irritante que producen las plantas como forma de defensa, y que produce una sensación de ardor al contacto. Este pequeño sufrimiento resulta una parte normal de la experiencia de alimentarse para una buena parte de la humanidad.
En un estudio poblacional de la universidad de Harvard con casi medio millón de personas se pudo comprobar que el consumo frecuente de comida picante, eliminando otros factores como el alcohol o el tabaco, reducía la mortalidad en un 14%. Esto incluye causas comunes de muerte como el cáncer, enfermedades coronarias y respiratorias.
Precisamente en el tratamiento del cáncer es donde el picante tiene más interés. En un experimento con ratones se comprobó que la capsaicina inhibía el crecimiento de los tumores de cáncer de próstata en un 80%, sin afectar a las células sanas.
Por otro lado, un laboratorio en la India (cómo no) está un poco más cerca de dilucidar el mecanismo por el que el picante protege contra el cáncer. Al parecer la capsaicina ataca a la membrana de la célula cancerosa. Esto a su vez acelera la apoptosis, o muerte celular programada, que induce la sustitución de estas células defectuosas por otras nuevas.
Según el doctor Ornelas-Paz, de México, no solo es la capsaicina, sino el cóctel de compuestos presentes en los pimientos picantes los que producen el efecto. La capsaicina es liposoluble, por lo que añadir grasa a la receta es fundamental para aumentar la absorción.
Por si los efectos protectores del picante no te convencen, se ha comprobado que la capsaicina promueve la pérdida de grasa. En un experimento con personas a quienes se les recortaban las calorías en un 20%, en igualdad de condiciones, quienes tomaban picante perdieron más grasa. La suplementación consistía en una dosis de 2,56mg de capsaicina, equivalente aproximadamente a un gramo de chile en polvo.
Estos efectos se observan incluso con otros capsinoides, análogos a la capsaicina, como el DHC, que es un conocido termogénico, es decir, que aumenta las calorías consumidas al digerir la comida , aunque este efecto es pequeño. También activa la enzima lipasa hormona-sensible y la comunicación entre adipocitos, ambas cosas necesarias para que liberen los depósitos de grasa. La capsaicina tiene además un efecto anti-inflamatorio, que combinado con lo anterior es lo que probablemente promueve la pérdida de grasa.
Si ya has decidido que tu propósito de año nuevo es darle al tabasco, el vindaloo y las enchiladas, la pregunta es ¿cuánto picante hay que comer? El estudio de Harvard indica que entre dos y cinco veces por semana puede tener efectos protectores de la salud. Es un buen comienzo.