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Opinión

Desde San Lázaro por Jaime Fong

En esta ocasión me voy a referir a una iniciativa presentada al inicio del presente periodo ordinario en San Lázaro, la cual modifica la fecha de toma de protesta del presidente de la republica, cambiándola del 1 de diciembre al 1 de octubre. Pero ¿Qué beneficios se derivan de esta decisión?

La cuestión más relevante radica en que del día de la elección, que por lo regular es durante la primera semana de Julio, al día de la toma de protesta, pasan 5 largos meses, donde se tiene a un Presidente constitucional saliente y uno electo, esto durante el llamado periodo de transición.

Durante las elecciones presidenciales de 2012, dos meses fueron suficientes para que los órganos jurisdiccionales en materia electoral, confirmaran al triunfador. Si a esto sumamos un mes para los tramites que conlleva la entrega – recepción de la administración pública federal, bastarían tres meses para que el presidente pudiera tomar protesta. Por ello la relevancia de la iniciativa y la fecha planteada de entrada en funciones del nuevo titular del ejecutivo fuera el 1 de octubre.

Si a esto sumamos el corto e insuficiente tiempo en el que se debe presentar, discutir, analizar y aprobar tanto la Ley de ingresos como el Presupuesto de Egresos, no representa la importancia de dicho procedimiento en el que se deciden solo unos cuantos miles de millones de pesos, para ser exactos, 3,900 millones de millones de pesos que se ejercerán durante el presente año 2013.

Por ello, son muchos los efectos positivos derivados de la posible aprobación de esta reforma; reducir la incertidumbre de las elecciones, hacer eficiente la transición entre los gobiernos, presentar el último informe del presidente saliente y que el presidente electo tenga el tiempo necesario para discutir un tema tan importante como es el presupuesto y los ingresos del país.

Estaremos desde San Lázaro muy al pendiente de esta iniciativa que ya se encuentra en la comisión de puntos constitucionales.

Al tiempo, tiempo.

Hasta la próxima semana

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Opinión

Inflexión. Por Raúl Saucedo

LO QUE SE VIENE EL DOMINGO

En entregas anteriores como LA URNA (1) y LA CLAVE (2) abordamos puntos del próximo ejercicio democratico en méxico considerando que la próxima jornada electoral del 1 de junio emerge no sólo como un evento democrático más, sino como un auténtico punto de inflexión para el gobierno federal. Más allá de la renovación de Congresos y gobiernos locales en un par de estados, la inminente elección directa de jueces, magistrados y ministros representa un desafío sin precedentes y una oportunidad estratégica que definirá el rumbo y la legitimidad del país.

La propuesta de reformar el Poder Judicial y someterlo a la voluntad popular fue una bandera clave de la administración anterior y ha sido refrendada por la actual. La promesa es clara: construir una justicia más cercana al pueblo, transparente y libre de vicios. Sin embargo, la materialización de esta visión a través de las urnas el 1 de junio no es un camino exento de riesgos. Para la administración federal, el resultado de esta elección judicial no sólo medirá el respaldo ciudadano a una de sus principales apuestas, sino que también sentará las bases sobre las cuales operará el poder judicial durante su sexenio.

Si la elección del 1 de junio deriva en la llegada de juzgadores alineados con la visión del gobierno, la política ejecutiva se podría ver fortalecida su capacidad para impulsar la agenda sin los contrapesos que un Poder Judicial tradicionalmente independiente suele ejercer. Esto, desde la óptica de sus simpatizantes, sería un avance para desatorar reformas y proyectos que, en ocasiones, fueron frenados por resoluciones judiciales. Sin embargo, para los críticos y la oposición, significa una concentración de poder sin precedentes y una erosión de la independencia judicial, pilar fundamental de cualquier democracia.

Por otro lado, si los resultados de la elección arrojan un panorama judicial más plural, con la llegada de juzgadores que no necesariamente comparten la misma visión política, el gobierno federal se enfrentaría a un Poder Judicial que podría actuar como un contrapeso más vigoroso. Esto, aunque potencialmente generador de fricciones y debates necesarios, sería visto por muchos como un fortalecimiento del sistema democrático de pesos y contrapesos, garantizando que el ejercicio del poder se mantenga dentro de los límites constitucionales.

La forma en que se desarrolló la campaña electoral para los puestos judiciales, la participación ciudadana y, sobre todo, la legitimidad percibida de los resultados, serán cruciales. Una elección pulcra y transparente podría otorgarle un capital político inmenso para legitimar su proyecto de nación. Sin embargo, cualquier indicio de irregularidad o polarización exacerbada durante el proceso podría enturbiar la imagen del gobierno y sembrar dudas sobre la verdadera independencia del Poder Judicial desde su génesis electoral.

Desde este teclado en la Ciudad de México, dónde estamos convencidos que la certeza jurídica es clave para el futuro de una nación, la configuración del Poder Judicial será observada con lupa. Un sistema judicial que genere confianza es vital para la atracción de capitales y el mantenimiento del estado de derecho. La elección del 1 de junio no es solo una votación de nombres; es la definición de las reglas del juego judicial para la próxima década, y con ello, de la gobernabilidad y la estabilidad democrática.

Esta reflexión viene a causa de que hoy es el último día de proselitismo para aquellos contendientes que el domingo mas haya de buenas voluntades vivirán el sistema político mexicano.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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