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Dice adiós a su pontificado; el papa Benedicto y su última aparición

Unas 200.000 personas despidieron hoy a Benedicto XVI en su último acto público en el Vaticano antes de dejar de ser papa, en el que dijo que su pontificado ha tenido momentos «difíciles» y que su renuncia no significa volver a la vida privada, ya que «no abandona la cruz».
Sereno, sonriente, «consciente de haber realizado un buen trabajo», según señaló el portavoz, Federico Lombardi, Benedicto XVI repasó sus casi ocho años de pontificado y aseguró que nunca se sintió sólo, que siempre se ha sentido protegido por Dios y que ha renunciado al papado no por su bien, sino por el de la Iglesia, al notar que ya le faltan las fuerzas para guiar la Barca de Pedro.
«Mi decisión de renunciar al ministerio petrino no revoca la decisión que tomé el 19 de abril de 2005 (cuando fue elegido papa). No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, conferencias, etc. No abandono la Cruz, sigo de una manera nueva con el Señor Crucificado. Sigo a su servicio en el recinto de San Pedro», afirmó.
Joseph Ratzinger aseguró que desde el momento en que se acepta ser papa, la vida privada desaparece y se pertenece «totalmente a toda la Iglesia» y que él, aunque ya no gobernará la Iglesia, seguirá sirviéndola con las plegarias.
Sobre el pontificado dijo: «El Señor nos ha dado muchos días de sol y ligera brisa, días en los que la pesca fue abundante, pero también momentos en los que las aguas estuvieron muy agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir».
Benedicto XVI dijo que se ha sentido en algunos momentos como san Pedro con los apóstoles en la barca en el lago de Galilea y que siempre supo que en esa barca está el Señor.
«Y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino suya y no la deja hundirse. Es El quien la conduce a través de los hombres que ha elegido. Esta es una certeza que nada puede ofuscar y es por ello que mi corazón está lleno de agradecimiento a Dios, porque no me ha hecho faltar y a toda la Iglesia su consuelo, su luz y su amor», subrayó.
Benedicto XVI -que antes de ser elegido papa denunció tanto que la Iglesia era una barca que «hacía agua» como la suciedad que había entre sus miembros- afirmó que Dios guía a su Iglesia y la sujeta «sobre todo en los momentos difíciles» y que no se debe perder jamás «esta visión de fe».
En esas palabras y en la de momentos difíciles vieron los observadores vaticanos una referencia a los escándalos que en los últimos tiempos han salpicado a la curia vaticana.
Benedicto XVI insistió en que la Iglesia tiene que ser un «cuerpo vivo, una unidad de hermanos» y exhortó a llevar una vida cristiana «coherente».
Respecto al motivo de su renuncia, insistió en que le faltan las fuerzas (tiene casi 86 años) y contó que «pidió» a Dios «con insistencia» que le «iluminara» para tomar la decisión «más justa», no para él, «sino para el bien de la Iglesia».
«He tomado esta decisión sabiendo la importancia de la misma y la novedad que supone, pero con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener la valentía de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre presente el bien de la Iglesia y no el de uno», manifestó.
Benedicto XVI pidió que recen por él y por los cardenales, «llamados -dijo- a la delicada tarea de elegir a un nuevo Sucesor de Pedro».
A la audiencia asistieron fieles de todo el mundo que no cesaron en corear «benedicto, benedicto» y «viva el papa», así como personalidades políticas, como el presidente de Eslovaquia, Ivan Gasparovic; los Capitanes Regentes de San Marino y el Copríncipe de Andorra, Joan Enric Vives.
Este ha sido el último acto público de Ratzinger en el Vaticano. Mañana se despedirá de los cardenales que lo deseen y a las cinco de la tarde se trasladará a la residencia de Castel Gandolfo, donde saludará a los vecinos del pequeño pueblo.
A las 20.00 horas (19.00 GMT) dejará de ser papa.
No habrá ceremonia alguna y la única señal visible que anunciará que ya no es pontífice se verá cuando la Guardia Suiza que presta guardia en la puerta del palacio cierre las puertas.

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Cofece multa a Walmart por prácticas monopólicas: la batalla legal apenas comienza

La Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) asestó un golpe histórico al multar a Walmart de México con 93.4 millones de pesos tras concluir una investigación que se extendió por más de cuatro años. La razón: prácticas monopólicas relativas, particularmente en el trato con sus distribuidores.

Según el dictamen de la Cofece, Walmart aprovechó su posición dominante en el mercado para imponer condiciones desfavorables a los proveedores, afectando la competencia en el sector. Aunque no se han revelado todos los detalles de las “contribuciones” impuestas a los distribuidores, el veredicto destaca cómo estas prácticas distorsionan el acceso al mercado y perjudican a competidores más pequeños.

En respuesta, Walmart no tardó en reaccionar. La empresa anunció que impugnará la decisión y enfatizó su compromiso con el cumplimiento de las leyes mexicanas. En su comunicación oficial, destacó que la sanción carece de fundamento y que está basada en interpretaciones erróneas. Este movimiento era predecible: para una empresa de este tamaño, 93 millones de pesos no solo representan una cifra considerable, sino también una amenaza a su reputación.

Por otro lado, la Cofece también se juega mucho. Este caso es una muestra clara de su intención de reforzar la vigilancia sobre los gigantes corporativos. Sin embargo, una batalla legal prolongada podría poner a prueba su capacidad de defender sus resoluciones en tribunales.

Más allá de la multa, el caso de Walmart pone el reflector sobre una problemática común en el comercio minorista: el desbalance de poder entre grandes cadenas y pequeños distribuidores. Si bien el desenlace de este litigio aún está por definirse, el mensaje es claro: los días de actuar sin consecuencias podrían estar contados. La industria y los consumidores estarán atentos a cada movimiento en esta batalla judicial.

 

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