Diez años antes de que se realizara el afamado juicio del siglo, Joaquín El Chapo Guzmán pactó una reunión secreta con agentes de la Agencia del Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) para ofrecerles, a cambio de que le perdonaran sus crímenes en Estados Unidos, información sobre sus rivales los Beltrán Leyva, su socio El Güero Palma Salazar y políticos mexicanos corruptos ligados al narco.
Así lo reveló el periodista de investigación de Rolling Stone Noah Hurowitz, quien cubrió el juicio de Guzmán Loera en Nueva York, en su libro El Chapo, la historia no contada del más infame barón de las drogas del mundo, que saldrá a la venta en Estados Unidos el próximo 20 de julio.
El periodista Jesús Esquivel, corresponsal de Proceso en Washington, quien cuenta con una copia adelantada del libro, dijo que el capítulo 5 “I am Tito” confirma un rumor que nunca se había corroborado: el Chapo Guzmán contactó a la DEA (en 1998) para negociar su inminente captura.
El autor también habló sobre un supuesto encuentro entre agentes de la DEA y El Chapo en 2001, al que también habría asistido el exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna.
El exsecretario de Seguridad Pública (SSP) de México Genaro García Luna. EFE/Mario Guzmán/Archivo
“Por documentos de la Corte me enteré de dicha reunión. En 2019, a las afueras de Washington DC, me reuní con Joe Bond (uno de los agentes que asistió), quien me enseñó y explico el reporte interno que él escribió para la DEA luego de haberse encontrado con El Chapo”.
“El 7 de noviembre de 1997 Joe Bond se encontraba en su oficina en la embajada de Estados Unidos en México cuando recibió una llamada de uno de los marinos que resguardaban las puertas de entrada al inmueble”, escribió Hurowitz en el citado capítulo.
El agente Bond se reunió en la entrada de la sede diplomática con un individuo al que los estadounidenses identificaron con el nombre clave de Electra, quien habría afirmado ser cuñado de Guzmán Loera.
En ese período el fundador del Cártel de Sinaloa se encontraba encerrado en la cárcel de Puente Grande. Según el autor, el agente Bond habría tenido que hacer malabares para poder penetrar las instalaciones del Centro Federal de Reinserción Social (CEFERESO) número 2 de Puente Grande, Jalisco, el mismo donde años después ocurriría la primera fuga del Chapo en un carro de lavandería.
El Chapo y el penal federal de Puente Grande (Fotoarte: Steve Allen/Infoabe)
El funcionario mexicano que habría cooperado para que se pudiera concertar la reunión, y que esta no fuera difundida a los medios de comunicación, fue el entonces subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos, quien a su vez designó al exfuncionario de la PGR Pepe Patiño Moreno como intermediario entre el Chapo y los agentes norteamericanos.
Vasconcelos habría ayudado a los agentes extranjeros facilitándoles una identidad falsa como sociólogos para poder ingresarlos a la celda de Guzmán Loera. El oficial Bond se identificó con las autoridades del penal con una licencia de conducir falsa a nombre de José Bonillas.
“Después de unos 15 minutos, tal vez una media hora, un guardia abrió la puerta y condujo al hombre al que iban a ver. Se veía bien, como si hubiera perdido peso, estaba comiendo bien y hacía ejercicio. Una vez que Bond se cercioró que el guardia había salido, se presentó ‘Buenas tardes’, saludó Bond al priosionero; ‘soy Tito’, le dijo, repitiendo el código que Electra le proporcionó para el El Chapo supiera que estaba frente a un representante de la DEA”, detalló Hurowitz.
“Tan pronto salió de la boca de Bond el nombre clave, el capo palideció, cerró un poco los ojos. No sabía la fecha en que irían los agentes, no estaba preparado, lo agarraron descuidado”, agregó.
“Sin decir palabra, El Chapo se tiró al suelo en la posición que se toma para hacer lagartijas y miró por debajo de la puerta para tener certeza de que nadie se encontraba cerca y escuchando”.
Según el periodista, a pesar de que al Chapo se le dijo que no le darían garantías para su seguridad, libertad o protección, el narcotraficante se sinceró y habló sobre su gran socio y amigo, El Güero Palma Salazar, que entonces también se encontraba preso en el mismo penal.
Loera habría confesado al agente que su amistad con el Güero se había roto porque supuestamente Salazar ordenó el asesinato de uno de los hermanos de Griselda López.