Conecta con nosotros

Opinión

El personaje. Por Raúl Saucedo

Le Petit Caporal

Napoleón Bonaparte, un hombre cuyo nombre evoca tanto admiración como controversia, fue una figura monumental en la historia política mundial. Su ascenso desde la Revolución Francesa hasta convertirse en emperador dejó un legado que sigue resonando en la política actual. Su liderazgo carismático y estratégico marcó un antes y un después en Europa, y su impacto aún se refleja en la políticacontemporánea.

Napoleón se destacó por su habilidad para aprovechar lasoportunidades políticas y militares. Al igual que en la actualidad, su ascenso al poder estuvo marcado por la inestabilidad y la agitación política, algo que se asemeja a ciertos momentos en el mundo contemporáneo. En uncontexto de incertidumbre, Bonaparte supo capitalizar eldescontento social y político para consolidar su posición, tal como algunos líderes contemporáneos en América latina hansurgido en períodos de crisis.

Su capacidad para unificar a un país fracturado como Francia resuena en los líderes que buscan la cohesión en naciones divididas en la actualidad. Su carisma y habilidad retóricatambién son atributos compartidos por líderes modernos que buscan influir en las masas a través del discurso político ylos intereses personales, grupales, partidistas y económicos.

No obstante, la ambición desenfrenada de Napoleón y su búsqueda de expansión territorial son reflejo de los líderes actuales que persiguen un poderío. Su determinación por ejercer dominio sobre Europa se asemeja a las aspiraciones de ciertos líderes contemporáneos que buscan ampliar la influencia de sus naciones más allá de las fronterasestablecidas.

La estrategia militar de Napoleón, innovadora y efectiva en su tiempo encuentra paralelos con la geopolítica actual. La táctica de adaptación rápida a las circunstancias cambiantes en el campo de batalla es equiparable a la flexibilidad estratégica que algunos líderes exhiben en la escenainternacional en respuesta a los cambios geopolíticos ytecnológicos.

Además, la centralización del poder durante el reinado de Napoleón tiene similitudes con la concentración de poder en ciertos líderes contemporáneos. La tendencia hacia un liderazgo fuerte y centralizado, a menudo en detrimento de los contrapesos institucionales, es un tema recurrente en lapolítica mundial actual.

Sin embargo, la caída de Napoleón también ofrece lecciones relevantes para la política contemporánea. Su derrota finalilustra la fragilidad del exceso de ambición y el aislamientointernacional. Esta lección es crucial en un mundo donde elequilibrio de poder y las alianzas internacionales son fundamentales para la estabilidad global.

Las ideas aquí plasmadas vienen a relación de pláticas de café y discusiones de whastapp referente a la reciente película de J. Pheonix donde a mi parecer fue la ultima decepción del año, mientras tanto yo seguiré buscando el Crossaint perfecto para compartir con beats franceses de fondo…todo esto mientras dure este lapsus de refugiados yreencuentros.

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

Continuar Leyendo
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Más visto